Chuuya se sentía como un prisionero, caminando hacia su celda. Incluso cargaba con una pequeña bolsa con una toalla, utensilios y lo que parecía un pijama.
Después de unirse a la Port Mafia (y considerando que no tenía un solo yen encima), le ofrecieron una habitación en el cuartel subsidiario de la organización. Al menos tendría un techo hasta que lograra ahorrar un poco.
Aunque jamás se imaginó un lugar así.
Estaba en una planta subterránea, acompañado por el tintineo de los fluorescentes, el olor a humedad y una infinidad de puertas a lado y lado. El final de ese largo pasillo estaba tragado por la oscuridad, dando una imagen digna de una película de miedo.
Su habitación era la número 5. La cerradura crujió al girar la llave, permitiéndole ver lo que sería su nuevo hogar. Y menudo hogar. Esa un cuchitril sin ventana, con un baño privado (por suerte) donde no cabía más de una persona. Tenía lo básico: un armario pequeño, una cama individual, una mesa, una silla y un ventilador.
Por su bien, ya podía empezar a trabajar para marcharse de allí cuanto antes. Lanzó la bolsa, aterrizando encima de la mesa y se dejó caer sobre la mesa en un suspiro.
Crack.
Ese sonido despertó todas sus alarmas. Se incorporó lentamente.
Crack.
Eso no sonaba bien.
Intentó levantarse, pero la cama sucumbió. Para cuando quiso darse cuenta, estaba sentado encima del colchón, y todo el somier estaba disperso por el suelo.
Perfecto. Aquello era simplemente perfecto.
Tomó aire y volvió a dejarse caer derrotado sobre el colchón. La que le venía encima. Ahora echaba de menos las ovejas... Aunque ellos lo habían traicionado. Apretó los dientes de impotencia. No había nada que tolerara menos que la traición. Y más si era de aquellos a los que consideraba importantes.
El sonido de la cerradura lo distrajo de sus pensamientos. Se incorporó rápidamente, avecinándose para una posible confrontación. Nadie debería poder entrar en esa habitación. Apenas se entreabrió la puerta, que pudo reconocer quien era: su nueva pesadilla.
De un salto, Chuuya fue a la puerta y empujó a Dazai fuera antes de que este pudiera entrar. Este protestaba, pero él hacía caso omiso a sus palabras.
— ¡Esta es mi habitación! —protestó Dazai, parado en medio del pasillo y cargando con la misma bolsa que Chuuya tenía.
Él lo miró escéptico. Ese desperdicio de vendajes llevaba tiempo trabajando para la Port Mafia ¿No? Debería tener su propio apartamento, aunque ciertamente era un menor. Chuuya se cruzó de brazos, impidiéndole con su pequeño cuerpo el acceso a la habitación.
— Esta es la mía —sentenció.
— Tu pequeño cerebro se habrá equivocado ¡Es incapaz de memorizar un solo número!
— ¡¿Qué dices, momia?!
— Le pedí a Mori la cuatro, pero es un supersticioso y la quitó —prosiguió Dazai, ignorando por completo la actitud combativa de Chuuya—. Por eso tengo la cinco. Así que —le miró con una mirada penetrante—, esa es mi habitación.
Chuuya se estaba preparando para protestar, cuando rápidamente se percató de la oportunidad que se le había presentado. El muy idiota de Dazai no había entrado en la habitación, es decir, no tenía ni idea de que la cama estaba rota. Una sonrisa se dibujó en su rostro, a pesar de que hizo lo posible por ocultarla.
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Always you
FanfictionUn pequeño contratiempo, lleva a Chuuya y Dazai a compartir habitación ¿Qué podría salir mal?