¡Ahí viene!

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¡Ahí viene! gritó, mientras corría despavorida entre la multitud. En ese instante, todas a su alrededor, de manera casi instantánea y sincronizada, giraron para observar qué era lo que le generaba tanto pánico. Cuando ya todas estaban expectantes, advirtieron un ser monstruoso y de tamaño desproporcionado, que miraba estático detrás de una pantalla; sus ojos se movían incesantemente de izquierda a derecha, como sondeando a cada una de ellas, y sus labios parecían moverse con desgana. La multitud no tuvo más remedio que huir, horrorizada y con dificultad por la cantidad de obstáculos que se encontraban desparramados por el suelo. Algunas buscaron refugio dentro de una cueva (que dudosamente las mantendría a salvo, puesto que el monstruo podía verlas desde arriba), mientras que otras no tuvieron más remedio que saltar desde donde se encontraban.


La mayoría de ellas comenzaron a huir lo más rápido que pudieron hacia la “zona blanca”, donde el monstruo ya no podría seguir observándolas, un lugar donde podrían estar a salvo. Corrieron y corrieron, dejando como único vestigio de su presencia un pequeño y simple puntito.

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