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Sus pisadas resonaban por el amplio pasillo, caminaba con prisa, sus manos sudaban y sus latidos eran acelerados, sabía para que había sido llamada.

—Hechicera, llegas tarde.

Se arrodillo ante la mujer que tenia en frente. En silencio, esperando sus indicaciones.

—Como sabes ya, es el momento donde las estrellas se han alineado, concediendonos el beneficio de elegir nuestros nuevos guardianes.

—Señora, que pasara con los anteriores?

El temor en su voz era notable pero aquella mujer dejó pasarlo, solo por esta vez.— Por favor, Zatanna, eres una chica inteligente, ya sabes que pasará.

La joven soltó el aire que, inconscientemente, había estado reprimiendo en sus pulmones. Pasó al centro de la sala, y estiro sus brazos, liberando su poder.

La mujer observaba con atención como la Hechicera retrataba con su magia las estrellas alineadas, la danza que tenían y los mensajes que describían.

Pero su ceño se frunció al ver como habían estrellas danzando su propia melodía, su propio baile, sin seguir la alineación esperada.

—Si esto es alguna broma, no es graciosa, Hechicera.

—Esto no es obra mía, las estrellas danzan de esta manera en el amplio cielo, puede confirmarlo.

Decidida, abrió la ventana y salió al balcón del lugar. Observando los pequeños, pero notorios, puntos brillantes en el cielo, moviéndose de manera sutil.

—¿Que almas mueven esas estrellas?— Pregunto, acomodándose junto a la joven pelinegra.

Movió sus manos, siguiendo el recorrido que dejaban las estrellas, hasta que llego al esperado resultado. Cuatro almas.

—Dick Grayson, Jason Todd, Tim Drake y Damián Wayne.

La sonrisa en el rostro de la mujer se ensancho, formando arrugas en las esquinas de sus ojos. Había pasado mucho desde la última vez que supo sobre aquellos petirrojos.

—¿Esta segura de querer elegirlos? Sabe que ,en su momento, juntos podrían hacer temblar al mundo entero.

—No veo razón por la cuál no hacerlo, Zatanna. Es hora de que el mundo vea razones por las cuales respetar a sus guardianes, nos tomarán en serio de una vez por todas.

Zatanna asintió, dejando las siluetas de los futuros, sin quitar la sonrisa de su rostro.—Pronto despertarán, estarán confundidos.

—Nada que el tiempo no arregle, querida.

La mujer abandono la sala, dejando a la Hechicera con un mal sabor en la boca pero aceptando las peticiones de las estrellas. Sabía que no podía hacer nada para evitarlo, y siempre dolía como la primera vez.

—Esperemos que todo salga según lo planeado— Murmuró, analizando un poco más a los cuatro chicos.— Lamento no poder hacer más.

Dejo la sala con las proyecciones atrás, observo los cuadros enmarcados. Se odia cada día más por haber hecho ese trato hace ya tantos años, era ingenua y no sabía diferenciar las intenciones de las personas.

Todo por el deseo de ser más fuerte, claro que en esos tiempos, el que fuera poseedor de mia poder era el que se
mantenía en la cima. Apretó sus puños con fuerza, se sentía cansada, como si cada segundo más en ese lugar le quitara todo su "poder".

Claro que había sido así por los últimos mil años. En ese momento su cabeza empezó a llenarse de preguntas, preguntas que había evitado hacerse todo ese tiempo.

¿Por qué fui tan ingenua?
¿A cuantas personas le hemos quitado el derecho de descansar en paz?
¿Todo esto vale la pena?

Sacudió su cabeza y suspiro, sabía que no tenía sentido formularse cosas que llevaba haciendo desde hace mucho tiempo, acomodo su cabello detrás de sus orejas y siguió su camino, después de todo, aún podía darse el lujo de caminar por la playa.

Prefirió pensar en que dones se le concederián a los nuevos guardianes, como sería su reacción al entrar de nuevo al mundo pero con un rol diferente.

La chica se río de sí misma, olvidó el detalle de que no recordarian nada una vez despiertos, aunque no era como si pudieran recordar algo bueno de sus vidas anteriores.

Se sentó a la orilla del mar, observaba a los espiritus danzar y jugar más allá de las olas, las risas eran perceptibles y la felicidad palpable.

"Lastima que todo sea falso" Pensó ella una vez más, dejando su cuerpo recostado sobre la arena. Sentía el agua golpearle los pies pero, nuevamente, su vista se había centrado en las cuatro estrellas danzantes.

Se encargaría de que todo saliera bien esta vez con los guardianes, era su precio a pagar, después de todo. No dejaría errores atrás, seria la perfección personificada en los cuatro guardianes y, quizá con eso, tal vez aquella bruja la dejaría descansar.

Por lo menos los próximos dos mil años, podía conformarse con eso.

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