El pasado de Akane y un chico peculiar

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Akane Kurogane llevaba en su corazón una herida profunda, una tragedia que marcó su infancia y la persiguió durante toda su vida. Cuando tenía tan solo 5 años, su mundo se desmoronó de la manera más cruel.

Sus padres, amorosos y dedicados, siempre la rodearon con cariño y ternura. Pero su hermana mayor, Akari, albergaba un resentimiento oscuro. Creía que sus padres ya no le prestaban atención debido a la llegada de Hisani. Los celos y la envidia la consumían.

Una noche, bajo la luna llena, la tragedia se desató. Akane estaba en su habitación, escuchando los gritos y los sonidos de la lucha que se libraba en la sala de estar. El miedo la paralizó mientras se asomaba por la puerta entreabierta.

Akari, con los ojos desquiciados y el corazón lleno de ira, blandía un cuchillo. Sus padres, indefensos, intentaban protegerse. Pero la furia de Akari no tenía límites. Hisani vio cómo la hoja se hundía en el pecho de su madre, cómo la vida abandonaba sus ojos. Luego, su padre también cayó, su sangre tiñendo el suelo.

Akane quedó atrapada en ese momento, su mente incapaz de procesar la brutalidad del acto. Akari se giró hacia ella, con la mirada enloquecida. “Tú eres la culpable”, susurró. “Tú les robaste su amor”.

Akane huyó de la casa, con lágrimas en los ojos y el corazón roto. Desde entonces, su vida se convirtió en una búsqueda constante de respuestas. ¿Por qué su hermana había hecho eso? ¿Por qué ella, una niña inocente, había sido testigo de tal horror?

Akane Kurogane, con el corazón aún palpitando por la tragedia que había presenciado, corrió sin aliento hasta que sus piernas flaquearon. El sudor empapaba su frente y las lágrimas se mezclaban con la tierra en su rostro. La noche la envolvía, y la luna parecía observarla con ojos compasivos.

Fue entonces cuando se topó con un hombre alto y sombrío. Su mirada penetrante la atravesó, y Hisani sintió que su alma quedaba al descubierto. “¿Quién eres?”, preguntó él con una voz grave y profunda.

Akane, como toda niña inocente, respondió con su nombre: “Soy Akane Kurogane”. No sabía que al pronunciar esas palabras, estaba sellando su destino.

El hombre abrió los ojos de sorpresa. Akane no entendía por qué su nombre había causado tal reacción. Pero antes de que pudiera hacer más preguntas, él la tomó del brazo con firmeza. “Ven conmigo”, ordenó.

akane, desesperada y confundida, aceptó. No tenía a dónde ir, y este extraño parecía ofrecerle refugio. Sin embargo, no se percató de la verdadera intención del hombre. El clan Kurogane, uno de los más fuertes y antiguos, tenía secretos oscuros. Y este hombre no era un benefactor, sino un mercenario.

La llevó a un laboratorio subterráneo, donde científicos esperaban con ojos ávidos. Akane se encontró rodeada de luces parpadeantes, cables y máquinas extrañas. El hombre sonrió con malicia. “Los científicos pagarán una fortuna por una Kurogane”, murmuró.

Akane, con el corazón roto y la traición ardiendo en su pecho, luchó contra las lágrimas. ¿Cómo había llegado a esto? ¿Por qué su sangre, su linaje, se había convertido en una mercancía?

Pero Akane no era una niña común. Aunque no poseía magia, su mente era afilada como una katana. Observó a los científicos, estudió sus movimientos y planeó su escape. Si bien su clan había caído en desgracia, ella no permitiría que su legado fuera mancillado.

con el corazón lleno de dolor y determinación, soportó los experimentos y las inyecciones. Cada día, los científicos la sometían a pruebas, buscando desesperadamente desbloquear su potencial oculto. Su sangre, heredera de un antiguo clan, contenía secretos que ellos ansiaban.

Las agujas se clavaban en su piel, y el dolor se volvía parte de su existencia. Pero Akane no se rindió. Recordaba la mirada en los ojos de su hermana, la traición y la sangre derramada. La venganza ardía en su interior como un fuego inextinguible.

Entrenaba incansablemente. Su cuerpo se fortalecía, sus habilidades se afilaban. Aprendió a controlar su ira, a canalizarla hacia su objetivo. Los científicos, cegados por su codicia, no se dieron cuenta de que estaban creando a una guerrera formidable.

A la edad de 13 años, Akane encontró su oportunidad. Una noche, cuando la luna estaba alta en el cielo, escapó de su celda. Sus músculos tensos y su mente alerta, se deslizó entre las sombras del laboratorio. Los guardias no fueron rival para su agilidad y determinación.

Akane Kurogane, tras escapar de las garras de los científicos, encontró refugio en la soledad de los bosques. La venganza seguía ardiendo en su interior, pero también sentía una profunda necesidad de comprender su legado. Sus padres, antes de morir, le habían dejado una criatura que cambiaría su destino.

En una noche de luna llena, mientras meditaba junto a un arroyo, Akane sintió una presencia. Los árboles susurraban su nombre, y el viento llevaba consigo un eco ancestral. Fue entonces cuando la vio: una criatura alada, con ojos centelleantes y plumas que parecían teñidas de sangre.

Nakamaska, así se llamaba la criatura legendaria. Su cuerpo era una mezcla de misterio y poder. Las leyendas decían que los Nakamaska eran guardianes de la verdad y la justicia, y que solo aparecían cuando alguien necesitaba protección o redención.

Akane se acercó con cautela. El Nakamaska la miró con ojos inteligentes, como si leyera su alma. No tenía miedo; al contrario, sentía una conexión profunda. “¿Por qué estás aquí?”, preguntó Hisani en voz baja.

La criatura no habló, pero sus alas se extendieron majestuosamente. Akane entendió. El Nakamaska sería su guía en esta búsqueda. Juntos, emprendieron un viaje para desentrañar los secretos de su linaje y descubrir la verdad detrás de su sangre.

El Nakamaska la llevó a antiguos templos y bibliotecas olvidadas. Akane estudió pergaminos y reliquias, buscando respuestas. Aprendió que su clan, los Nakamura, habían sido guardianes de conocimientos ancestrales y que su sangre estaba entrelazada con la magia primordial.

Pero también descubrió una profecía: “El Nakamaska y el heredero de los Kurogane unirán sus fuerzas para enfrentar una oscuridad ancestral”. Akane era ese heredero, y el Nakamaska sería su aliado.

Juntos, enfrentaron criaturas míticas, desafiaron a los dioses y se sumergieron en los abismos del tiempo. Hisani encontró respuestas, pero también más preguntas. ¿Por qué su clan había caído en desgracia? ¿Qué papel jugaba ella en la lucha contra la oscuridad?

El Nakamaska no le dio todas las respuestas, pero le enseñó algo más valioso: la fuerza no solo residía en la venganza, sino en la compasión y la sabiduría. Hisani se convirtió en la guardiana de la verdad, la portadora del legado de los Nakamura y la compañera del misterioso Nakamaska.

Y así, volaron juntos hacia un destino incierto, listos para enfrentar cualquier desafío que se interpusiera en su camino.

Luego de tres años de viajar con su ancestral criatura Nakamusha, regresó a su pueblo natal, el Pueblo Mágico .A sus 16 años, su búsqueda la había llevado por caminos oscuros y secretos ancestrales. Ahora, al entrar al pueblo, notó que la gente miraba a un chico en particular.

Ese chico era Mash Burnedead, y algo en él llamó la atención de Akane. Mash no tenía marcas en la cara, lo que lo hacía inusual en un mundo donde las cicatrices eran comunes. Pero Mash no parecía prestarles importancia a los curiosos a su alrededor y continuó su camino.

Akane se preguntó qué secretos ocultaba Mash. ¿Por qué carecía de marcas?

Mash x TuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora