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FINCH SKYLER


El rubio del rostro perdido es Maddox Green antes de hacerse famoso, cuando simplemente era Madi. Un chico común de Atlanta, con sueños y poca blanca que tenía el novio más feliz del planeta. El matado de la tablet soy yo, jugando con el regalo que le había hecho por hacer un año juntos. Meses antes de lo que sería un hecho catastrófico, yo era feliz en mi burbuja con una de las personas más especiales que he conocido jamás.

Lo demás es un suceso de hechos emborronados que prefiero no recordar.

Hay un espejo ovalado justo encima del escritorio desde el cual me veo el rostro cansado y apagado que llevo teniendo desde el domingo pasado. Fuera llueve, y me limito a mirar el paisaje mojado desde dentro de mi pisito del sur de Brooklyn. Tengo una camiseta de talla grande del grupo Sex Pistols en monocolor, debajo de una camisa a cuadros abierta y un collar de cadenas que me compré el otro día. Tengo el pelo oscuro y ondulado, estilo wolf, alborotado y despeinado aunque nunca se me deja de ver decente.

Soy alto, de raíces canadienses y de padre español. Mi padre me regaló este piso antes de pirarse a Manhattan a trabajar, donde curra como un loco y me paga la mitad del coste de la universidad cada mes, y yo le envío las gracias y un texto trimestral... si alcanza. Paso de él y de sus propuestas de trabajo que no me interesan, porque quiero ser cantante. No tengo idea de dónde está mamá ni quién lo fue durante mis primeros años de vida, pero tampoco importa mucho porque nunca estuvo ahí lo suficiente como para recordarla.

Mi vida familiar son papá, mi hermano pequeño Finn de 18 años y yo.

La guitarra está lista, así que me levanto. Termino de preparar el contenido de mi mochila antes de echármela sobre el hombro y reviso los chats en la aplicación mientras echo un último vistazo a mi apartamento compartido con Bailey Doyle, la personalidad real detrás de RONAN MAPLE, todo un fenómeno viral del piano en YouTube. Todo el piso está hecho un desastre y hay vasitos de fideos instantáneos vacíos debajo de la mesa de café del comedor. Deben de haber 8 o más tirados por ahí, mezclados con papeles arrugados, alguna que otra bolsa y zapatos.

Ah, ¿y queréis saber una cosa?

No me pienso mover de mi puñetera universidad. Madi puede tener los cojones más gordos del planeta para escribirme una tirada y hacerse famoso por ello, pero mi vida en esta institución no va a cambiar. Mi padre y su nueva novia querían que me fuese a la Royal Academy o incluso intentase en la Juilliard (por la que personalmente no ponía la mano en el fuego), pero yo quiero hacer música propia y no pienso cambiar de opinión porque a este estiradito le apetezca jugar a adueñarse de todo.

Que me intente mover. Que lo haga.


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BAILEY DOYLE

La verdad es que no sé en lo que estábamos pensando yo y Finch cuando se nos ocurrió estafar a jovencitas por el módico precio de 19 dólares la hora. Simplemente queríamos pagarnos las entradas para el concierto en vivo de ACDC en el Croke Park el próximo 17 de agosto en Dublín, y con nuestro mísero sueldo nos bastaba únicamente para hacerle frente a los pagos del piso. Un día yo y él estábamos en el Rotten Island Records (una tienda de vinilos en la ciudad de Nueva York) buscando títulos de nuestra banda preferida cuando subí mi rostro en una expresión contenida.

"Finch, ¿y si te vendemos a sueldo?"

"Qué." Me responde con veneno en la mirada.

"Lo digo en serio. ¿Porqué no creamos servicios de novios a domicilio, como los japoneses?"

"Estás loco, tío."

Dejo el disco en su sitio y me dedico a seguirlo por el local mientras éste sigue buscando algo.

"Y tú ya has tocado fondo después de que Maddox Green se forrase a costa de ti. Utilízalo a tu favor de una vez, y al menos utilizarás tu popularidad para algo productivo." Le digo mientras nos fijamos en un disco de Black Sabbath. Finch me mira por un segundo antes de arrojarme un disco de los suyos, tornando los ojos a propósito.

"No voy a hacer eso."

Never Say Never ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora