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HEATHER LOVEDAY

Cuando te encuentras un cartel cutre sobre el corcho exterior de un quiosco de la zona de Central Park que dice algo como "NOVIO DE ALQUILER A 30 DÓLARES", no puedes evitar fruncir el ceño con algo de curiosidad. Algo se siente extraño dentro de ti, porque te recuerda a que es algo típico de las películas y no de la mundana realidad. Este tipo de cosas suelen pasar en, yo que sé, las afueras de un rodaje de Hollywood, en el instituto (normalmente para que algún profesor escandalizado lo termine quitando) o en Japón, donde todo vale. Pero no en Brooklyn, y mucho menos en una zona concurrida donde las familias se pasan a tomar el café o a jugar con los niños.

Por eso, aquella fresca tarde del día 28 de enero, tuve la ocasión de prestar algo de atención a aquel extraño pero curioso suceso en un lugar de lo menos esperado. Si algo así no volviese a ocurrir dos veces, me gustaría explorarlo para determinar algo de ello, cómo extrapolar la broma o encontrar los motivos por los que algún chico quiera prestar esta clase de servicios. Sería un misterio bastante entretenido encontrar la historia detrás de este jovenzuelo, o vete tú a saber, quizá un niño que quiere hacerle la pelota a alguien.

En todo caso, tengo curiosidad por el hecho en sí. Necesito algo con lo que entretenerme desde que me di cuenta de que solo soy una hoja versátil en mi propio país natal, y quiero centrarme en algo para no pensar en lo apartada que me siento en la escuela. Necesito hacer amigos nuevos desde que empecé mis clases aquí, y me he marginado lo suficiente como para que los chistes locales y las referencias de mis compañeros de clase me suenen a chino.

Rompo uno de los papelitos con copia y pegas del número del chico, el primero (y quizá el único) y me lo meto en el bolsillo con algo de vergüenza. ¿Alguien me habrá visto? ¿Quizá el veterano de la pipa que me está mirando con recelo? ¿La mujer del quiosco que me mira dos veces porque no estoy comprando una revista? Trago saliva mientras me meto ambas manos en los bolsillos, mi nariz pronto tornándose rosa del frío cuando la mujer se coloca las gafas sobre el puente de la nariz:

"Vas a comprar algo, niña?"

Niego con la cabeza, y entonces la señora McCann vuelve a lo suyo. Abro mi teléfono móvil para iniciar sesión en la aplicación de chats y finalmente escribirle a Maddox, y en cuanto le lanzo una última mirada al cartel controversial que hay sobre el corcho de madera le tecleo:

hloveday

tío

no te vas a creer lo que he encontrado en central park

Never Say Never ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora