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Para celebrar la llegada de John, Alexander y él salieron el fin de semana a una discoteca. Querían revivir tiempos de juventud y ponerse al día. Tal vez no fue la mejor idea porque John acabó muy muy perjudicado, vomitando en una calle al lado de Alexander que también iba bastante perjudicado.

Llegaron a casa, ni Dios sabe cómo, y Alexander ayudó a John a ir a su habitación. No querían despertar a Lafayette, aunque seguro que lo hicieron. —¿A caso no controlas cuanto bebes?— Preguntó Alexander sentando al hombre en la cama.

—Solo han sido dos copas, pero se me sube rápido— se justificó el mayor.

—El día que te bebas media botella no quiero estar ahí— dijo Alexander. —Yo he bebido cuatro y tú puedes beber más que yo.

—¿Por qué?

—Porque eres más alto y grande que yo— dijo Alexander bastante borracho quitándose las botas.

—Pero nunca bebo. No sé beber— murmuró apoyado en la pared. —Todo da vueltas. Tengo sueño, debería dormir.

—Sí, duerme. Me aseguraré que estés vivo mañana por la mañana— dijo Alexander y pasó allí la noche. No aguantó mucho más despierto porque también iba bastante tocado.

John fue el primero que se despertó. A vomitar, por supuesto. Alexander se despertó detrás con un enorme dolor de cabeza y fue al baño a ver cómo estaba John. No recordaba casi nada de la noche anterior y eso podía ser un problema.

Se acercó a intentar ayudarlo pero el rechazó su ayuda y le pidió que mantuviese las distancias. —Estás un poco viejo si llevas tan mal la resaca— dijo Lafayette acercándose al baño también.

—Ya...— dijo levantándose.

—Iré a preparar el desayuno y ya me contáis cómo fue ayer— dijo Lafayette y John se marchó a su habitación.

Alexander le siguió porque estaba un poco extrañado por el comportamiento de John. Le había dicho muy bruscamente que se apartase y eso le había sentido un poco mal. Como no quería mosquearse con él, prefirió hablarlo directamente. —¿Qué he hecho?

—¿No te acuerdas?

—¿De qué? ¿De que me quedé aquí por la noche?— Preguntó Alexander y John levantó los hombros.

—¿Y después qué?— Dijo mirándolo de brazos cruzados.

—Nos dormimos y... Te has levantado.

—¿Y qué pasó entre medias?— Preguntó esperando una respuesta de Alexander.

—No lo sé. ¿Hice algo que te molestó? No me acuerdo, estábamos bebidos.

—Me diste un beso— aseguró. —Sabiendo como estaba aún así me besaste.

—No fui consciente de ello. Lo siento— dijo Alexander algo sorprendido.

—No pasa nada. Solo, quería asegurarme que no lo hiciste en tus facultades— dijo sacudiendo un poco la cabeza. —No es que te rechace o algo, solo... Quiero que mantengamos un poco las distancias. Temo ir muy rápido.

—¿Rápido? Ya nos conocemos.

—Yo he cambiado y tú también. Tengo que conocerte antes de saber qué quiero contigo. No quiero volver a perder mi tiempo en una relación.

—Comprensible. Vamos esta tarde a por un café y nos conocemos mejor, ¿sí?— Dijo Alexander con una sonrisa coqueta y John asintió.

—¿Recuerdas todo lo que te conté anoche sobre mi novia?— Preguntó algo cortado y Alexander negó. —Menos mal.

—¿Vas a dejarme ahora con la intriga?

—No tengo muchas ganas de hablar de ello... Aunque te lo contaré tarde o temprano.

—¿Y yo te conté algo?— Preguntó Alexander y John le dijo que no. —¿Seguro? Soy un bocazas.

—Estuve toda la noche llorando por ella como un bobo. No hablaste.

—Eso es raro— dijo Alexander y ambos se marcharon a desayunar. —Oh, ya me estoy desesperando porque no me cuentas de nuevo lo de anoche.

—Cuando estemos solos en la casa— dijo John viendo a Lafayette.

—A mí me puedes decir también. No le diré a nadie— dijo el francés y John negó.

—Lo saben pocos. Mejor que sea así— dijo con una pequeña sonrisa.

Mas avanzado el día, ambos salieron a un café. Hablaron de diversos temas, pero aún no de lo que Alexander quería escuchar. Puede que le pidió y le rogó a Lafayette que se fuese con Adrienne aquella noche para poder hablar con John.

Se sentaron en el sofá a ver una película conforme llegaron. Ni siquiera se pusieron el pijama. John acariciaba el cabello de Alexander y le quitó las gafas para hacerle una trenza.

—¿Me vas a contar? Luego te cuento yo— dijo Alexander y John paró la película.

—Pregúntame lo que quieras saber.

—¿Por qué llorabas anoche por tu ex?— Preguntó Alexander mirando a John.

—Porque aún la quiero.

—¿Por qué?

—Yo... No lo sé— respondió sinceramente. —Hemos estado muchos años juntos. Creo que tenía mi vida pensada con ella.

—¿Por qué lo dejasteis?

—Porque jugaba con mis sentimientos para reírse de mí con sus amigas, supongo— dijo intentando explicarlo. —Falta de comunicación al inicio de la relación.

—¿Por qué dices que jugaba con tus sentimientos?

—Porque una vez le dije que me gustaría tener hijos y no compartimos la misma opinión. Pensó que sería buena idea hacerme una broma sobre un embarazo y las cosas se torcieron un poco.

—Lo siento, Jack— respondió Alexander.

—Lo tomé tan bien que no se atrevió a decirme que era broma así que se inventó que perdimos al hijo y me puse muy triste. Fuimos juntos a un psicólogo y todo. Un día ella se portaba extraño y pensé que estaba con otro hombre, leí su móvil y vi el chat con sus amigas.

—Son unas mentirosas. Elizabeth también me mintió. Se estaba liando con un profesor y luego venía conmigo tan contenta...— dijo de brazos cruzados. —Yo no miento. A mí no me gustan las mentiras. Y me gustan los niños.

—¿Qué me quieres decir con eso?

—Solo te doy información para que me conozcas más.

Una historia feliz que acaba bien  / LamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora