☕Episodio 2: La muerte enmascarada

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Me tocaba mantener la calma, porque este idiota de Demian no me prestaba la más mínima atención por cada vez que le rogaba y que me bajara, y aún sigo regañándome el haber aceptado ese trago por unos largos minutos, porque ahora mismo tendría la oportunidad de escapar, lamentablemente las cosas no se dan como uno lo piensa o imagina.

Demian seguía caminando, sabía que en unos momentos estaría subiendo las escaleras para llegar al despechado de Noriel, donde tiene que entregarme para que el maldito me corte la cabeza. - ¿Para que hablé? -  me pregunté  eso para mis adentros cuando escuché ruido de engranajes.

—¡William, trae las balas!

Cada vez que nos acercábamos a su oficina resonaban sus gritos furiosos, Noriel seguía probando los silenciadores más eficaces porque a simple vista es fácil darse cuenta de que esos engranajes que se escuchan no pertenecen a un reloj de arena, de cuerda o de un reloj de pared con un pájaro cucú, ninguno de ellos existen en este antro y más en ese cuarto. Demian terminó de subir las escaleras y me puse completamente nerviosa, pataleando sin cesar esperando poder correr a cualquier dirección que me permitiesen, pero para mi desgracia cuando mis pies fueron colocados sobre el frío suelo de mármol, sentí el calor de una bala pasar por entremedio de mis piernas amenazando con rasgar la piel de las mismas. Retrocedí por instinto, chocándome con el pecho del cretino que me trajo aquí, Demian puso sus manos sobre mis hombros empujándome hacia delante de una forma brusca que hasta me volvieron a doler los latigazos de hace unas horas.

 —¡Me las pagarás! —negué con un leve movimiento de cabeza, recibiendo una golpiza con la culata del arma—. ¡Me debes dinero, intentas escaparte y ni siquiera cantas ¿Y todavía buscas mi piedad?!

—¡No busco la piedad de un ser despreciable! — exclamé haciéndole frente—. Tú inventas una deuda imaginaria, para que una siga bajo tu yugo, pero esto se terminó... No escapé para ser tu maldita prisionera.

—¡Te estás equivocando conmigo, no se te ocurra volver a levantarme la voz! —sus órdenes ya no tenían validez sobre mí y sobre ninguna de las chicas a las que ayudé a escapar.

—¿Crees que seguiré siendo la misma que podías doblegar? —solté esa pregunta retórica con una sonrisa de oreja a oreja y Demian se retiró dejándome sola con él, mientras que éste apuntó su arma directo a mi cabeza.

—¡Anda, di una sola palabra más..! — elevé mi mentón y a su vez alcé una ceja, apreciando como esto hacía enojar peor a Noriel.

En ese instante recordé todos estos años que he tenido miedo a vivir por su maldita culpa, pero todo eso se acabaría, porque tarde o temprano cruzaré esa puerta esperando una mínima ventaja por segundos, y después de todo este desastre deberán de desactivar la ventilación de los ductos, para yo poder escapar por ahí.

Me di la vuelta dirigiéndome a la puerta de salida de su oficina, cuando otro disparo volvió a pasar entre medio de mis piernas. Quedé totalmente paralizada ante la situación, si doy un paso más hacia delante Noriel no dudará en que la próxima bala termine entre mis cejas. No tendría más opción que luchar por mi libertad, y eso mismo estoy por hacer, tomaré valor me quitaré los tacones, y los a un lado con el pie.

—¡Tú no puedes matarme, soy tu príncipal fuentes de insgrsos de éste lugar..! —Noriel bajó su arma mirándome a los ojos...

Noriel deja el arma sobre el escritorio de algarroba, dándose la vuelta para pensar sobre cualquier cosa que se le cruce por su asquerosa mente, lo estaba manipulando conmigo misma ya que soy su debilidad, pero no sé cuanto tiempo más esto pueda durar así, en cualquier momento volverá a agarrar su arma. Aproveché su distracción estirándome para tomar el arma que se resbalaba entre mis dedos, hasta que al fin logré agarrarla y ocultándola entre mi espalda. Noriel no tardó en darse cuenta de porque yo no respondía a ninguna de sus peticiones, por lo que se dio la vuelta rápidamente dando un golpe seco al escritorio haciendo crujir este tablón bajo sus manos.

La Reina De La MafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora