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La señorita Hódar salió sonriente del coche y yo me vi siguiéndola escaleras arriba hacia su apartamento, como si de repente mis piernas hubieran adquirido vida propia.

¿Qué estoy haciendo? No debería hacer esto.

—Pasa —dijo al abrir la puerta.

Me recibió un olor dulzón que parecía impregnar el ambiente. No desagradable, pero desde luego exótico.

¿A qué huele? ¿A flores?

Al entrar miré a mi alrededor y me quedé horrorizada en el acto. Su casa parecía sacada de limpiadores compulsivos. Era pequeña, con solo tres habitaciones: una cocina diminuta, un baño y una amplia sala que hacía de dormitorio y cuarto de estar.

Me quedé mirando su cama preguntándome en qué demonios estaría pensando al decorarla. El armatoste, con una colcha de color morado oscuro y enormes cojines en tonos dorados, rosas y morados, parecía sacado de una versión pornográfica de Las mil y una noches.

Hasta tenía un dosel. A los pies de la cama había un arcón de madera con quinqués de aire exótico en la misma gama de tonalidades y un soporte para incienso.

Ah, de ahí el olor.

Me di la vuelta hacia ella, que claramente estaba a la espera de que me pronunciase sobre su habitación.

—Su cama es muy…, eh…, interesante —comenté, lo cual fue lo más amable que pude decir al respecto.

—Gracias. —sonrió—. Sé que es un poco extravagante, pero me gusta tener un sitio bonito donde dormir. —encendió las velas y volvió a mirarme—. Y hacer otras cosas aparte de dormir —añadió.

Parpadeé varias veces, tratando de averiguar si era consciente de la insinuación de su comentario. Parecía estar totalmente en si misma, prendiendo una vela tras otra, como si se tratase de una conversación de lo más normal.

—¿Te apetece tomar algo, Chiara? — preguntó, y apagó la cerilla de un soplo.

Me quedé perpleja, de nuevo. Jamás me había encontrado en una situación parecida.

—P-por eso estoy aquí —titubeé—. Me ha invitado a tomar algo.

—Efectivamente. ¿Vino? ¿Cerveza? ¿Café? ¿Té? —me bombardeó con las opciones.

—¿Qué va a tomar usted? —pregunté finalmente.

—A ti —respondió con una sonrisa.

¿Qué ha dicho? Las mujeres no dicen semejantes cosas en la vida real. Debo de haberla entendido mal.

—Y vino, creo —añadió de camino a la cocina.

Eché un vistazo a mi alrededor en busca de las cámaras ocultas, con la sensación de estar en un episodio del programa de la NBC A la caza del depredador —con la salvedad de que yo no era una depredadora—. No encontré ninguna, solo orden.

Estaba claro que la chica iba como hormiguita ordenando todo tipo de cosas a su paso. Mirara donde mirara, reinaba la perfección y los colores fuertes: libros colocados en orden, prendas planchadas y dobladas, y un pequeño escritorio con más libros.

A diferencia de su forma de vestir, parece que le gusta mantener ordenada su casa.

Todo lo contrario de mí.

El apartamento estaba reluciente, ordenado y con colores a los que no estoy acostumbrada, y no me gustaba nada.

Todo parecía un tanto extravagante salvo su ordenador portátil y otros aparatos electrónicos, que tenían un aspecto flamante.

𝑭𝒐𝒓𝒆𝒗𝒆𝒓 - Kivi (Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora