Era un cálido viernes dos semanas atrás, de los últimos días que veríamos a un sol que realmente hiciera el trabajo de calentar nuestras cabezas. En clase de salud, justo la que teníamos en esa hora, se solía ver, bueno, la salud.
Nadie le presta mucha atención, el caso es que era una clase al aire libre, como Educación Física. Aprovechando el buen clima, la profesora nos sacó a jugar baseball sin saber que con ello sólo traería caos, miseria y literalmente ningún beneficio a nuestra carrera educativa, pero la desgraciada clase está en la boleta, así que ahí estaba, ahí estábamos, sin nada que hacer.
Me tocaba batear, o como sea que se diga, yo no voy a fingir que entiendo el baseball, soy niño de gym (soy un coctel de redflags, pero eso ya había quedado claro en el prefacio, ¿no?). Quien lanzaba la pelota dudó al mirarme y buscó consuelo en la maestra, pero ella estaba muy entretenida hablando con alguien.
Para ese punto, incluso de lejos podía reconocer esa bien peinada cabellera negra y esa vibra de bonachón pegada en su espalda como un letrero de "pégame y luego pídeme un besito"; era el presidente.
Chasqueé la lengua mirándolo y caminé hasta el chico rubio frente a mí, que se encogía mientras más acortaba nuestra distancia. Sin decir nada, le arrebaté la pelota y regresé a mi lugar. Sin soltar el bate le lancé la pelota, haciéndola estrellar contra su brazo. "¡Auch!", se quejó desconcertado. No enloquezcan, lo hice sin fuerza.
Volví al chico y exagerando el golpe, grité: — ¡Maestra, quién quiera que sea se lastimó el brazo, lo voy a llevar a la enfermería! — la mujer se asomó detrás del presidente y sacudió sus manos dándonos permiso. Bravo, negligencia escolar.
— ¿E-Era necesario el balonazo? — preguntó el rubio confundido. Reí por lo bajo jalándolo lejos del húmedo y bien cuidado césped.
Hice una mueca de triunfo, encogiéndome de hombros con simpleza.
— No.
— ¡Espere, necesito hablar con usted! — gritó una conocida voz masculina de tono gentil y dócil, haciéndome encoger con sorpresa y alarma. Cuando lo escuché por primera vez llamándome, un pensamiento se quedó atascado en mi cabeza hasta incomodarme, algo que ha idea de hoy sigue revolcándose en mi estómago: "Debe sonar aterrador con esa voz suya cuando se enoja".
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La (nada) encantadora vida marital del villano «BL»«Omegaverse»
RomanceUna fría tarde, Jin se inclinó ante Lovely y le pidió matrimonio; "¡Se lo ruego, sea mi esposo! ¡No puedo vivir sin usted!". Bueno, esas no fueron precisamente sus palabras, pero fue algo así. Lovely es el villano. Jin el dulce héroe. Y cuando digo...