Capítulo 4

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EL JARDÍN DE LAS ROSAS


Marinette

Pasaron dos años. Salí
por las gran puerta principal hacía el jardín del frente, faltaba un poco para ser cuatro y media, a esa hora Luka llegaba a mí casa para continuar con los ensayos de ballet.

En su espera, aún cerca de la puerta principal, eché un vistazo al jardín. Mi papá siempre mandaba la orden de mantenerlo siembre bien, en buen estado; vivo y radiante.

Me quedé quieta después de cuatro pasos afuera. El sol brillaba y el jardín igual. Era un jardín muy bonito, teníamos flores variadas y el pasto siempre estaba corto, perfecto para andar descalza.

Inhalé profundo, llenando mis pulmones con el aroma de las flores y de la tierra húmeda.

Esa niña, Marinette Dupaing-cheng. Era un poco parecida a esas niñas que les gusta y se sienten unas princesas, porque me gustaba usar esos vestidos victorianos, pasear de esa forma entre el jardín, sintiéndome alguien del pasado, jugaba que era una dama de la época victoriana, pero como Luka no tardaría en llegar, tuve que cambiar mis hermosos vestidos por un tutú, medias, calentadores y las zapatillas.

Con la espalda recta y sin bajar la cara, mirando siempre al frente, atravesé por el césped regado y apodado. Me gustaban las flores, entonces me distraje mirando algunas. Luego corrí a ver el pino que era mío tanto de Luka, porque era nuestro árbol le pusimos un nombre, uniendo nuestras primeras letras de nuestros nombres y quedó; -LuMari-.

Llegué al pino, ya no era tan pequeño, tampoco tan grande, media apenas un metro y medio de altura.

-Hola, Lumari, pronto vendrá tu papá a verte, ¡digo Luka!... Luka ... -sonreí apenada para mí misma y eché un vistazo a mí alrededor, con la pena y la cara roja, no había nadie, con la excepción de que dos guardias con lentes se pusieron en la puerta, uno a cada lado de la puerta, inmóviles. Sí les pasa una abeja, seguro no se moverían.

Agarré las hojas de punta del pino y hablé un poco, porque bueno, las plantas también son seres vivos. Canté un poco, porque siempre me ha gustado y en medio de mí canto (sí es qué a esa forma de cantar mía se le pudiese llamar así). Callé de inmediato al oír un ruido extraño, como sí hubiera corrido un conejito en dirección a las rosas rojas.

¿Y bueno quién se iba a meter en las rosas rojas del jardín?

¿sí eran capaces de pensar que las espinas de una rosa dañan, no?...

Ah, sí, pero los conejos no. Dejé a Lumari para caminar hacía las rosas, si era un conejito asustado, ahora Luka no sólo iba a tener un conejo de nombre Kal, también yo y mi conejo se iba a llamar "noche" ó sí era una hembra; "esponjosa"... Sonreí y me apresuré más. La idea de tener uno me estaba gustando mucho.

Tenía guantes rosas, entonces no me preocupé por recibir un rasguño de las espinas de los rosales. Me puse a gatas y miré adentro sobre la tierra.

No había nada. No había ni un....

Grité y me fuí hacía atrás cuando, cuando ¡miré eso!

-¡¿Qué es eso?! -pregunté aterrada. Llevando una mano a mí pobre corazón que estaba latiendo como loco.

Mi-miré algo... a... había algo ahí... un....un...

¿Ah, qué era eso? seguro lo imaginé.

Volví a ponerme a gatas, miedosa volví a ver en el interior, en el mismo lugar que hace unos momentos.

En el fondo, me pareció ver dos ojos en forma gatuna, observándome con cautela.

Volví a echarme hacía atrás asustada y pude ver cómo esa cosa extraña salió disparado en dirección a un gran árbol viejo que había en el jardín.

JUEGO DEL MONSTRUO (en proceso) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora