Seguía agarrándome de la mano cuando llegamos a casa.
Mis nervios habían ido en aumento a medida que notaba que llegábamos y él lo había notado. La seguridad que había sentido durante esa semana ingresada en el hospital se había esfumado en el mismo momento en que la enfermera me dijo con una sonrisa que volvía a casa. Cualquier niño se habría alegrado de poder volver a casa, a su habitación, con sus juguetes, pero yo nunca fui como los demás niños de mi edad. La puerta de casa apareció ante mis ojos haciéndome temblar ligeramente a pesar de la seguridad que me transmitía mi padre.
- Sube a tu cuarto y mete un poco de ropa en una mochila – me susurró después de agacharse para quedar a mi altura. – Puedes coger tu peluche favorito si quieres.
Asentí con la cabeza mientras le observaba sacar las llaves de uno de los bolsillos para poder abrir la puerta. En cuanto llevo a cabo su cometido sentí cómo dejaba ir mi mano, haciendo que yo subiera corriendo las escaleras que estaban nada más entrar en la casa. No había recorrido ni la mitad del tramo de escaleras, que ya escuché su voz haciendo que se me helase la sangre y que el corazón empezara a bombear frenéticamente dentro de mi pecho.
- ¡¿Dónde estabas?! ¿A dónde te la llevaste? ¡Maldito cabrón!
- Estábamos en el hospital. – su voz sonaba extrañamente calmada a pesar de la situación y todo lo que nos había llevado a los tres hasta ese momento.
- ¿En el hospital? No veo necesidad alguna para estar una semana en el hospital. – su voz sonaba altanera, incluso se podría decir que socarrona. Me había quedado parada al final de las escaleras escuchándoles aunque posiblemente desde mi cuarto también les oiría, sobre todo cuando empezaran a levantar la voz. – Es una niña torpe que no mira por dónde camina Derek, no sé cómo no se ha desnucado antes. ¡Se lo digo siempre! Amanda, mira por donde caminas, pero no me hace caso...
- ¿En serio Julia? ¿De verdad me vas a venir con estas triquiñuelas de adolescente?
- ¿Qué estás intentando decirme Derek? La verdad, no te sigo...
- ¡Casi la matas! Y no..., no me pongas esa cara, ni intentes decirme que nuestra hija es torpe y se cayó de alguna manera, porque no me lo tragaré Julia. Estás enferma..., necesitas ayuda. ¡Fuiste tú la que la puso en ese hospital! ¡La dejaste sangrando en el suelo de su propia habitación después de casi matarla a base de golpes! ¿Es que no te das cuenta?
- Estás exagerando... Sólo le di un pequeño escarmiento. Había que castigarla.
- ¡¿Exagerando?! ¡¿Exagerando?! ¡Me encontré a mi hija en el suelo con la mirada perdida y rodeada por un charco de su propia sangre! ¿Y me dices que exagero?
- Estarías alucinando... Te dije hace años que las drogas no...
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Phoenix
Fiction généraleLa historia de una sobreviviente... La historia de una vida... La historia de una persona... Una historia que podría ser la de cualquiera de nosotros.