El rey de las sombras olvidadas (Parte 2)

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*Continuacion a El rey loco*

Las ruinas del castillo se extendían como monumentos de un pasado glorioso, ahora perdido en las sombras de la decadencia. El aire estaba impregnado de melancolía y un silencio que solo era interrumpido por el crujir de los escombros bajo los pasos de un ser que vagaba entre las sombras. Era el Rey, pero no el que gobernó en vida; era el Rey de las Sombras Olvidadas.

Su figura desvanecida se movía entre los escombros, como si su esencia hubiera trascendido la muerte para persistir en la penumbra de su reino. El cabello gris ondeaba como sombras inquietas, y sus ojos, ahora sin vida, reflejaban un tormento eterno. Su risa, una vez majestuosa, resonaba ahora como un eco oscuro y distorsionado en los corredores vacíos.

El Rey de las Sombras Olvidadas no era solo un recuerdo, sino una entidad que se alimentaba de las almas y las ilusiones de aquellos que se aventuraban en las ruinas de su castillo. Los incautos que osaban cometer errores en sus corredores desiertos caían presa de su maldición. Se decía que el Rey robaba sus almas, dejándolos atrapados en un eterno tormento de recuerdos distorsionados y sombras que danzaban en la oscuridad.

Los valientes exploradores que se atrevían a investigar los misterios del castillo quedaban marcados por la influencia del Rey de las Sombras Olvidadas. Sus pensamientos se tornaban pesadillas, sus esperanzas desvanecían en la neblina del olvido y sus almas quedaban atrapadas en un bucle eterno de arrepentimiento mientras que se quedaba impresa una sonrisa que desgarra las mejillas y su cuerpo queda como piel pegada a los huesos, como soldados vigilantes de aquel sobre todos.

La mitología que rodeaba al Rey de las Sombras Olvidadas hablaba de antiguos pactos oscuros y rituales sombríos que habían sellado su destino incluso más allá de la muerte. Se decía que su castigo era eterno, y su sed de almas crecía con cada nueva víctima que se aventuraba en sus dominios. Los habitantes cercanos al castillo evitaban mencionar su nombre, temerosos de atraer su atención y caer en la trampa de sus sombras.

En una noche envuelta en un manto de oscuridad, una valiente alma se atrevió a explorar las ruinas del castillo. Ignorante de la maldición que acechaba, ingresó a los pasillos vacíos con la esperanza de descubrir los secretos ocultos. Sin embargo, el Rey de las Sombras Olvidadas estaba atento.

A medida que la intrépida alma avanzaba, las sombras se cerraban a su alrededor. Ilusiones de sus propios miedos y errores pasados la atormentaban, distorsionando la realidad a su alrededor, como la advertencia que susurraba el viento a sus iodos que su vida corria riesgo. El Rey, invisible pero omnipresente, se regocijaba en su sufrimiento.

La valiente alma, ahora atrapada en un laberinto de desesperación, intentaba recordar quién era y por qué había entrado en el castillo. Pero la influencia del Rey era omnipotente en su terreno; sus recuerdos se desmoronaban como castillos de arena en la marea.

Mientras tanto, el Rey de las Sombras Olvidadas se deleitaba en su proxima cena. Las sombras de la valiente alma se tejían en su oscuro manto, alimentando su existencia etérea. Su risa, un eco retorcido, resonaba en los corredores vacíos, recordando a todos que la maldición del Rey persistía incluso después de la muerte.

Las ruinas del castillo, ahora impregnadas de la presencia del Rey de las Sombras Olvidadas, se erigían como un recordatorio sombrío de un pasado que se negaba a ser olvidado. Y así, el Rey continuaba su danza eterna entre las sombras, esperando a aquellos que, por error o curiosidad, se aventuraran en su reino de penumbras y sueños distorsionados.


La oscuridad de los sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora