Capítulo 1

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Esa mañana a Athelstan le costaba sentirse optimista y el Padre que oficiaba la misa no lo hacia más llevadero, su sermón trataba del deber, las obligaciones y los mandamientos que todo buen cristiano debe seguir. La misa aunque obligatoria siempre le había parecido agradable, pero esa mañana no, tenía demasiadas distracciones, tanto internas como externas y el aprendriz de monje no sabia a cuál prestar más atención, si bien él nunca fue un chico distraído ese dia todos sus problemas tenían un nombre, un nombre y apellido que todos en el instituto conocían. Ragnar Lodbrok.

Ragnar, el chico malo. Ragnar el no creyente.
Ragnar Lodbrok, con su pelo rubio, su peinado inapropiado, sus ojos azules, su sonrisa traviesas, esa chaqueta de cuero gastada, modales nada refinados y esa actitud... sobretodo esa actitud tan poco cristiana. Si, Ragnar Lotbrok era sin lugar a dudas una oveja descarriada.
En el momento de oración, Athelstan pidió tres cosas: primero fuerzas para llevar acabo la tarea encomendada por el director, la segunda fue que le cambiasen de trabajo humanitario y tercero que el maleducado de Ragnar dejase de hacer aviones de papel con los salmos.
A mitad de la ceremonia Athelstan no aguantó más, se levantó con todo el sigilo que pudo y le hizó señas al delincuente en potencia que tenía por compañero para que parase, éste le ignoró y el monje no supo si fue adrede o que no le vio, pero igualmente se enfado, le dió unos golpecitos en el brazo, obtuvo el mismo resultado, carraspeó mas grave y siguió sin conseguir respuesta, harto de la poca consideración del rubio le cogió por el brazo y tiro de él hasta llegar a la puerta de la iglesia.
- Una cosa es que seas maleducado en clase, es tu educación y yo en eso no me voy a inmiscuir pero otra cosa es que te comportes de manera tan grosera en medio del sermón del Padre Mateo -dijo Athelstan con toda la serenidad posible
Ragnar se quedó perplejo, la gente no le hablaba asi nunca. Nunca. Y menos gente que no conocía, quién era ese chico raro que le repochaba sus modales y tenia la osadía de sacarlo fuera de la iglesia en medio de un concurso aviones de papel. Su primer impulso habría sido el de amenazarle, plantarle cara y darle un buen golpe para que supiese, quién quiera que fuese ese monje, que con Ragnar Lodbrok no se mete nadie; pero hubo algo en la situación o en la actitud del pequeño sacerdote que le descolocó y no actuó como lo haría normalmente. Se limitó a encogerse de hombros y preguntar.
- Y quién diablos eres tú? -le dijo buscando en su chaqueta un paquete de tabaco.
- No esperaba una disculpa, pero al menos, podrías tener la decencia de no blasfemar en las puertas de la iglesia -al sacerdote le estaba contando mucho contener la calma
- Vale. Quién eres?
- Soy Athelstan -cogió aire profundamente y continuó- El director me ha asignado a ti como proyecto humanitario, mi misión en este semestre será que no te metas en lios, cumplas con los deberes tanto académicos como religiosos y no...
- En otras palabras -le interrumpió el rubio encendiendo su cigarro- lo tienes jodido.
- Si... -dijo Athelstan con cierta decepción- pero no me rendiré tan fácilmente
- Yo no te lo pondré fácil -dijo con una sonrisa malévola
-Ni yo a ti -le contestó el monje quitándole el cigarro de la mano- ahora, por favor volvamos a la misa y comportarte como un buen alumno
- Sabes... creo este semestre se me hará muy interesante y a ti... muy largo -entró en la iglesia y estuvo los quince minutos que quedaban callado.
Para Athelstan ese estaba siendo un dia muy largo, solo queria llegar a su habitación y descansar, pero su suerte estaba por empeorar, entró uno de los rectores de su instituto, con una noticia muy poco alentadora.
Ragnar se encontraba en su cama, ojeando una de esas revistas prohibidas en la escuela cuando oyó que alguien abría su puerta, rápidamente tiró la revista detrás del cabecero de su cama y puso su mejor cara de disimulo, al ver quién entró volvió a coger su revista e ignoró al visitante.
- Ahh, eres tú... Y ahora que quieres? -dijo el rubio pasando las páginas sin interés- Estoy ocupado
- Siento volver a arruinarte la fiesta -dijo el monje cogiendo la revista y tirandola en la papelera- Pero soy tu nuevo compañero de cuarto.
- Que?! -aquello ya no le pareció divertido- Siempre he dormido solo
- Pues lo siento, pero de ahora en adelante dormirás conmigo
- No puede ser.. Ni siquiera vas a mi curso. Cuántos años tienes?
- Tengo dieciséis, pero me adelantaron dos cursos, llevo año y medio en la misma clase que tú. Que seas tan egocéntrico como para no verme es cosa tuya.
- Joder... Pues habrá que hacer algo, porque me niego a pasar una sola noche contigo
- Por mi perfecto, esto no lo he pedido yo, habla con el rector o el diácono a ver si a ti te hacen caso.
Ragnar desistió en la idea de ir a quejarse a algún superior, esos curas siempre eran asi de cerrados en todo, tanto en sus creencias como en sus decisiones. Se volvió a tumbar en su cama y observó cómo el pequeño monje traía sus pertenencias.
Athelstan se sentía agotado, tanto emocional como físicamente, tratar con Ragnar resultaba mas complicado de lo que creyó que sería en un principio. Seguía empujando su escritorio para poder atravesarlo por la puerta, pero con cada minuto que pasaba más seguro estaba de que seria imposible y aún le quedaba mover su baúl y la caja de libros que había recopilado a lo largo de siete años. Cuando estaba apunto de rendirse notó como el peso de su escritorio disminuía, alzo la vista y vio a Ragnar cogiendolo sin ningún tipo de problema aparente.
- No es que quiera ayudarte, pero odio todo el ruido que haces -dijo aún con el escritorio en sus manos- Dónde quieres que lo ponga?
- Ah, donde puedas -Athelstan no salía de su asombro
- Te queda algo mas que no puedas traer?
- Pues si... Mi baul y mis libros -dijo con vergüenza- lo llevaría yo, pero pesan casi el doble de lo que puedo levantar
- Vale, te acompañó a por ellos.
Tardaron veinte minutos en trasladar todo, tiempo que se habría cuadriplicado de no ser por la fuerza de su nuevo compañero de cuarto.
- Dios, si que tienes libros... los has leído todos? -preguntó mientras le ayudaba a colocarlos en la estantería
- La gran mayoria, aunque algunos los compré por la portada...
- Debe de gustarte mucho leer...
- Si, me parece un pasatiempo muy ameno. A ti te gusta? -el sacerdote estaba casi seguro de cual seria su respuesta
- Bueno... no me gusta leer, pero me gustan las historias, eso de estar mirando letras me aburre.
- Supongo que no es para personas inquietas
- Si quieres puedes leer en voz alta, asi me entretengo.
- Te lo debo después de la hernia que me has ahorrado... Y bien, que tipo de historia quieres que te lea?
Ragnar le miró con descaro, torció su sonrisa y dijo con voz profunda:
- Una de vikingos...

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