ᴏɴᴇ

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*ੈ✩‧₊˚

Julián y Enzo se conocían desde las inferiores de River. En el momento en que se vieron y comenzaron a hablar, se volvieron inseparables.

La personalidad extrovertida y cargosa de Fernández complementaba de manera perfecta a la introvertida y tímida de Álvarez.

Habían congeniado tan bien, que la química entre ellos se dejó notar tanto en la cancha como afuera de ella.

No pasó mucho tiempo para que se volvieran figuras estrellas del club de las gallinas, y con ello el vínculo que los unía se afianzó aún más.

Conocían hasta el más mínimo detalle acerca de la vida del contrario, y eso incluía un tema que para los dos era bastante delicado.

La sexualidad.

Enzo se caracterizaba por ser una persona abierta de mente. Para él las posibilidades eran infinitas, y era obvio que en un tema tan controversial como este no iba a ser diferente.

Nunca se le impuso durante su crianza qué debería de gustarle ni quién debería atraerle, por lo que se permitió experimentar sin culpa.

Su primera vez había sido con una chica que era una compañera del colegio, y aunque había sido espectacular, no se conformó con ello.

Tiempo después, la curiosidad de qué es lo que pasaría si estaba con un chico, terminó por ganarle. Y cuando tuvo la oportunidad de saciar sus dudas, la tomó.

Lo que sintió fue exactamente lo mismo, placer y solo placer. No había nada más que eso, y para él estaba perfecto.

Nunca se esforzó por negar que también le gustaban los hombres, porque lo que la gente pudiese llegar a opinar o pensar le chupaba un huevo.

Cuando se lo comentó de manera distraída a Julián en una de sus tantas tardes juntos, hubo algo que le pareció raro. Su amigo se puso nervioso y comenzó a hacerle muchísimas preguntas respecto al tema. Que si lo descubrió o siempre lo supo; si era muy diferente a estar con una mujer o no; e incluso llegó a preguntarle cómo se hacía.

Y Enzo con su personalidad chamuyera y relajada, comenzó a cargarlo, como hacían siempre. Fue ahí cuando notó que Julián se sonrojaba más de lo normal, y se ponía nervioso a su alrededor.

Desde ese día las cosas entre ambos estaban bastantes tensas, pero no en el mal sentido. La lejanía al contacto al que estaba tan acostumbrado a recibir por parte de la araña, lo estaba sacando de quicio. Pero no era solo eso, porque Julián parecía que sabía lo que hacía.

Las miradas significativas que le dirigía cuando pasaba desnudo por su lado en dirección a las duchas; los pequeños roces entre sus piernas cuando estaban sentados en el banco de suplentes; los abrazos bastante duraderos y apretados que se generaban entre ambos para festejar un gol; todo lo estaba volviendo loco.

Porque era un hombre jóven, y tenía necesidades como cualquiera. Además, no era ciego.

Desde que conoció al delantero, nunca se escandalizó por la belleza que el mismo portaba. Es decir, sí, era hermoso, pero nunca llegó a ver con esos ojos al mayor. Nunca, hasta aquel día.

Ahora, no podía evitar desviar sus ojos cada vez que lo tenía desnudo a su lado en los vestidores o cuando podía verlo sudado después del entrenamiento de cada tarde. Varias veces, eso había sido motivo de problemitas.

Pero no era lo único que cambió, porque su comportamiento también dejaba en evidencia lo que comenzaba a sentir.

No podía dejar que ninguno de sus compañeros entrenara con él, porque se sentía extrañamente posesivo. Y ni hablemos de compartir habitación con alguien más cuando tenían que viajar a algún lado por un partido, porque su elección para todo lo que tuviera que ver con convivencia, siempre sería Julián.

𝑰𝒏𝒇𝒍𝒖𝒆𝒏𝒄𝒊𝒂 - 𝑬𝒏𝒛𝒖𝒍𝒊𝒂𝒏Donde viven las historias. Descúbrelo ahora