Capitulo 1 (continuacion)

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-Raquel Morgan, - dijo en voz alta, casi cubriendo mi carné por completo con sus gruesos dedos.
-Agente de Seguridad de Entremundos.
¿Eres agente de Entremundos?- Sus
ojos pasaron del carné a mí y de nuevo al carné.
Hizo una mueca con sus grandes labios.
-¿Qué le pasó a tu cabello? ¿Te
peinaste con un soplete? No le contesté. La foto en mi carné ya tenía tres años. Y no había sido un soplete sino una broma, una especie de iniciación informal como agente de tiempo completo. ¡Vaya broma!

El duendecillo saltó y dejó mi arete oscilando en el aire.
-Yo cuidaría más mis palabras, - le dijo, girando la cabeza y fijando los ojos en mi carné. -El último grandulón que se burló de su foto pasó la noche en la sala de urgencias con una sombrilla atravesada en la nariz.
Ya me estaba calentando.
-¿Cómo sabes eso?- le pregunté, arrebatándole mi carné al grandulón.

-Todos en el Comité de Asignaciones lo saben- rió gustosamente el duende; -y también saben de tu intento por atrapar al Lobo con un hechizo para la comezón, pero que lo dejaste escapar por el retrete.

-Ya quisiera verte tratando de atrapar a un Lobo la víspera de luna llena y lograrlo sin que te muerda, - argumenté en mi defensa.
-No es tan fácil como parece. Tuve que usar una poción y son costosas, ¿sabes?

-Y luego hechizaste un autobús lleno de gente.
- Sus alas de libélula se tornaron rojas de risa. Parecía Peter Pan en miniatura, vestido de seda negra y pañoleta roja, posando comobuno de esos miembros de pandilla de centro de ciudad, eran diez centímetros de fastidio y mal humor.

-No fue culpa mía, - dije frunciendo el ceño.
-El conductor pasó encima de un bache. Además, alguien había trastocado los hechizos. Trataba de enredarle las patas, pero terminé por quitarle el cabello al conductor y a todos los que estaban sentados en las tres filas de adelante. Por lo menos
logré atraparlo, aun cuando malgasté mi sueldo pagando taxis las tres semanas siguientes hasta que el autobús decidió volver a llevarme.

-¿Y el sapo?- dijo Jenks que salió disparado con un golpecillo que el grandulón le propinó con los dedos. -Yo fui el único que se atrevió a acompañarte esta noche y me pagan
por alto riesgo. - Sacó el pecho orgulloso. Pero a Cliff no parecía importarle. Yo estaba consternada.

-Escuche, - le dije. -Solo quiero sentarme allá a tomarme un trago, tranquila y calladamente.
- Le hice un gesto indicando el escenario donde el post adolescente seguía enredando los cables de los amplificadores.
-¿A qué hora empieza la función?
El grandote encogió los hombros.
-Es nuevo. Creo que en una hora.
- De pronto se sintió un estruendo seguido de aclamaciones y un amplificador cayó del escenario.
-Tal vez dos.

-Gracias. - Ignoré la aguda risa de Jenks y me abrí paso por las mesas desocupadas hasta un lugar un poco más oscuro.
Me senté debajo de una cabeza de alce, hundiéndome un par de
centímetros en el mullido cojín.
Era una afrenta. Llevaba tres años con la S.E.
-siete, contando los cuatro que hice de clínica--
¡pero estaba haciendo trabajo de práctica! Sólo hacíamos el trabajo de base. Vigilábamos Cincinnati, incluido el suburbio más grande de la ciudad del otro lado del río, conocido cariñosamente como Los Hollows. Nos encargábamos de las cosas sobrenaturales que los humanos de la AFE -sigla de la Agencia Federal Entremundos- no podían manejar, solucionar problemas secundarios creados por hechizos o sacar familiares de adentro de los árboles, eran el tipo de labores que hacían los
internos. Pero yo era agente, ¡maldición! Yo era más que esto. Y
había hecho mejores cosas.

Yo sola perseguí y atrapé a la banda de brujas negras que burló los conjuros de seguridad del zoológico de Cincinnati para robarse a los monos. Los vendían luego a los laboratorios biológicos clandestinos. Y... ¿alguno me agradeció por ese
trabajo? No.

La Noche De La Bruja MuertaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora