Unos tipos entraron hablando fuerte comentando que la lluvia arreciaba. Se acomodaron en el fondo del bar y hablaban al mismo tiempo. Estiraban los brazos reclamando sus tragos y exigían que los atendieran. Les eché un vistazo, pero un leve retortijón de estómago me dijo que al menos uno de ellos era un vampiro muerto.
Difícil saberlo con tanto disfraz encima. Pensé que sería el tipo joven callado del fondo. Era el de aspecto más normal de todos esos cuerpos tatuados y perforados y vestía jeans con camisa de botones en lugar de cuero mojado por la lluvia. De seguro le iba bien con esa banda de humanos que lo acompañaban, sus cuellos llenos de cicatrices y los cuerpos flacos y anémicos.
Pero parecían contentos y satisfechos con su cercanía tan familiar. Eran especialmente amables con una rubia bonita a quien trataban de convencer de comer un poco de maní. Se veía cansada. A lo mejor iba a ser su desayuno. Como atraído por mis pensamientos, el tipo atractivo se dio la vuelta. Bajó los lentes de sol sobre su nariz y mi cara se puso lívida cuando nuestros ojos se encontraron. Respiré profundo mientras observaba las gotas de lluvia en sus pestañas. De pronto, me invadió la urgencia de limpiárselas. Casi sentía las húmedas gotas en mis dedos, su frescura. Sus labios se movían susurrando algo y me parecía oír sus palabras sin entenderlas: me envolvían y me empujaban hacia él.
Mi corazón martillaba. Le regalé una mirada de aprobación al tiempo que movía mi cabeza suavemente. Una leve sonrisa apareció en los extremos de su boca, pero volteó la mirada. Mi respiración contenida escapó cuando le quité los ojos de encima. Sí. Era un vampiro muerto. Un vampiro vivo no hubiera podido contrarrestar mi hechizo, ni siquiera por unos segundos. Si él realmente lo hubiera querido, yo hubiese quedado a su disposición. Pero para eso estaban las leyes ¿verdad? Los vampiros muertos podían atrapar novicios dispuestos sólo después de firmar papeles. Pero, ¿qué testigos había para demostrar que los habían firmado antes o después? Brujas, brujos y otros Entremundos eran inmunes a volverse vampiros: un pequeño consuelo si por alguna casualidad el vampiro perdía el control y uno moría degollado. Claro que contra eso también había leyes. Agitada aún, levanté la cabeza para encontrarme con el músico que venía directamente hacia mí con ojos encendidos por el deseo. ¡Duende estúpido! Se dejó descubrir.
—¿Viniste a oírme tocar, preciosa?,— dijo el chico parándose junto a mi mesa haciendo un esfuerzo por engrosar la voz.
—Mi nombre no es preciosa; me llamo Sue, — mentí mientras observaba a Ivy que se reía de mí. ¡Muy gracioso! Sería el tema de conversación de la oficina.
—Mandaste a tu amigo hada a chequearme, — agregó, cantando las sílabas.
—No es un hada; es un duende— repuse. Este tipo era un normal estúpido o un Entremundos inteligente aparentando ser un normal estúpido. Yo le apostaría a lo primero.
Abrió el puño y Jenks salió volando dando tumbos hacia mi arete. Tenía un alatorcida por donde le salía polvillo que regaba sobre la mesa y en mi hombro. Cerrélos ojos y cogí fuerzas. Sabía que me llamarían la atención por esto. Seguro. Los gruñidos de ira de Jenks no me dejaban oír y al mismo tiempo trataba de pensar. Por lo menos sabía que el chico era un normal.
—Si quieres te puedo mostrar la gaita grande que tengo en mi camioneta, — dijo. —Apuesto que la harías cantar.
Lo miré de pies a cabeza.
—¡Lárgate!— La propuesta del vampiro muerto me puso nerviosa.
—Llegaré muy lejos, Sue preciosa, — alardeó. Tal vez pensó que mi hostilidad era una invitación para sentarse. —Iré a la costa apenas consiga suficiente dinero. Tengo un amigo que trabaja en el negocio de la música. Dice que conoce a un tipo que conoce a otro tipo que le limpia la piscina a Janice Joplin.
ESTÁS LEYENDO
La Noche De La Bruja Muerta
VampiroEsta historia la escribió Kim Harrison, compre el libro ya hace unos años y me encanto, he preguntando y es raro que alguien la haya leído a mi me fascinó, esperó que les guste lo subo para que de verdad se enamoren de la autora pd: todos los derech...