Capítulo VIII

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Adriano resultó ser el lobo feroz del cual se contaban historias espantosas. Ahora lo veía desde una perspectiva aterradora, sus ojos le parecieron más grandes y afilados, brillaban en alerta; gruñía y le mostraba los dientes que en un santiamén podrían desgarrarle la carne. Había querido comer con él, no que se lo comiera.

Yuyis, inquieta, continuaba aleteando y cacareando y no sabía muy bien si su desespero era porque deseaba protegerlo o que Adriano se lo almorzara.

Cuchillo en mano, Casper se movió hacia la izquierda en un intento infructuoso para tratar de escapar, sin embargo, Adriano, más rápido, hizo lo mismo, acorralándolo y volvió a gruñirle.

—¡No me comas, no me comas, por favor! —suplicó Casper al borde de las lágrimas—. ¡Mírame, estoy flaco! ¡Te aseguro que no tengo buen sabor!

—¡¿Qué babosadas estás diciendo?! —gruñó Adriano sin soltar el cuchillo—. ¡No quiero comerte!

—¡¿Ah, no?! ¡¿Entonces por qué no sueltas el cuchillo?!

—¡Porque tú no sueltas el tuyo! ¡Viniste a cazarme!

—¿Cazarte? ¿Qué? ¡No! —En realidad, Casper sí había pensado en cazarlo, pero no de esa manera—. Si apenas me acabo de enterar que eres el lobo de la leyenda.

—Si no quieres cazarme, ¿por qué viniste a mi casa ayer y hoy? —Adriano blandió el cuchillo en su dirección y a Casper se le escapó un gritito agudo—. ¿Y cómo lograste atravesar la barrera?

—¿Cuál barrera? ¡No sé de qué hablas! Vi, vine por, porque quería que fuésemos amigos.

—¿De verdad quieres ser mi amigo? —Adriano lo miró extrañado.

—Sí, claro que sí. —Aunque Casper ya no estaba muy convencido de querer conquistar a alguien que podía partirle el cuello de un mordisco—. Pe, pero me, me estás asustando con ese cuchillo.

—No voy a comerte, soy vegetariano —declaró en voz baja.

—¿En serio? —Los ojos de Casper se distendieron asombrados, sin creerle del todo.

—Sí. —Adriano soltó el cuchillo en la mesa.

Yuyis que se había mantenido cacareando con las alas desplegadas, pareció enloquecer todavía más y empezó a picotearle los zapatos a Casper.

—Entonces, ¿no comes gente?

—¡Claro que no, idiota!

—¿Pe, Pero sí eres un hombre lobo?

Adriano se mordió el labio inferior, sus irises verdosos se movieron a una y otra esquina de sus ojos. Asintió levemente.

—¿Viniste a cazarme, a matarme, a exhibirme en una de esas ferias humanas? —Su voz se había vuelto una especie de gruñido apagado.

Algo se removió en el pecho de Casper al contemplarlo. Tenía la cabeza y los hombros gachos, sus ojos de agresivos pasaron a ser tristes, más que feroz parecía resignado.

—¡Juro que no es así! —Finalmente, soltó el cuchillo y subió ambas manos. Yuyis dejó de arremeter contra sus zapatos—. Cuando te vi en el arroyo pensé que eres un hada, luego creí que eras solo un chico ermitaño. Fue hace un instante que até cabos. —Adriano lo miraba fijamente, analizaba sus palabras. Había algo en su expresión que lo hacía parecer más que un depredador, un animal asustado—. No quiero lastimarte.

—¿Cómo cruzaste la barrera?

—¿Cuál barrera?

—La de las flores de luparia.

Casper y un lobo no tan feroz (Boyslove)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora