único

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Beltrán había sido convocado para jugar en la albiceleste; las palabras no alcanzaban para expresar su emoción y orgullo.

Tenía tantas palabras para expresar sobre eso, pero nunca serían lo suficientemente especiales como ese sentimiento que orbitaba dentro de él.

El sueño de cualquier futbolista siempre sería jugar en la selección, y él apreciaba tanto esta oportunidad de ser convocado, más que nada en esta selección plagada de estrellas.

Jugadores con excelentes promedios; había cosas sobre eso que lo volvían un poco inseguro. Solía hablar mucho de eso con su novio; él era el único con el que podía admitir todos sus verdaderos sentimientos. Pero dejando eso de lado, volvería a ver a su amada Argentina.

Algo dentro de él sabía que no solo era por esto que estaba tan emocionado; iba a ver a su novio después de tanto tiempo sin poder verse. La distancia afectaba un poco su comunicación, aunque siempre que el otro pudiera, se visitarían. No solían ser tan constantes sus visitas, eran muy complicadas, ya que ambos tenían horarios y rutinas totalmente diferentes.

Solari aparecía de sorpresa en su casa a veces, lo cual lo ponía tan contento. Amaba al pelinegro con toda su alma. Verlo después de un día agotador o de un mal partido arreglaba todo. Así que verlo a veces en su casa, tan tímido como él, haciéndole una sorpresa, lo hizo sentir tan feliz.

Así que verse de nuevo se sentía como un lujo; su amor por el pelinegro era tan fuerte como cualquier tipo de promesa.

Cuando se conocieron por primera vez, algo dentro de Beltrán ya estaba seguro de que el pelinegro sería alguien muy importante para él. Él y su forma de ser lo habían cautivado por completo, y cuando tuvo el valor, se le había declarado. Simplemente no podía soportar más los sentimientos que contenía.

Y el pelinegro parecía amarlo tanto como lo amaba. Su relación, aunque privada y secreta, inundaba el amor entre ellos, a veces incluso dejándolo ver de más, pero no importaba porque cuando estaban juntos, no existía nada más.

En el camino a casa del pelinegro, Beltrán veía a su bella Argentina con tal admiración. Extrañaba tanto su país, su gente, y aunque irse a Italia fue un gran paso para su carrera, él a veces solo deseaba cerrar los ojos y poder sentir los mimos de su novio hacia él.

Dormir abrazados como siempre solían hacerlo y comer junto a él mientras se reían de algo que no tenía chiste pero para ellos significaba todo, porque esos pequeños momentos eran lo mejor que les pasaba, ver sus sonrisas y sus ojos achinarse simplemente lo era todo.

Extrañaba la esencia tan magnética del pelinegro, que con solo aparecer en una habitación mágicamente acaparaba toda su atención, era incapaz de poder sacarle los ojos de encima, estaba perdidamente enamorado de él.

Lo extrañaba a él y a todo de él, sus chistes tan malos que parecía que solo a él le daban risa, a él y a su timidez, todo de él, todo lo que él amaba, todo lo que era él.

Así que cuando por fin llegó a casa de Pablo, por fin estaría satisfecho. Hasta entonces, esperaría pacientemente llegar hasta la casa de su novio y dormir entre sus brazos una vez más.

Cuando abrió la puerta, se encontró a su novio sentado en su sofá, mirando una serie. No estaba seguro cuál, pero parecía una de ficción.

Se quedó embobado por un momento mirándolo, hasta que notó que su novio todavía no notaba su presencia en el lugar. Así que decidió ir por atrás en sumo silencio para poner dos manos tapando sus ojos y preguntar el clásico.

"¿Quién soy?" Dijo soltando una risa, cuando vio cómo Pablo saltó del susto para después casi que lanzarse encima mío.

Pablo se rió al escuchar mi risa, y no pude evitar pensar que es el sonido más hermoso que he escuchado en toda mi existencia (después de los gritos de la hinchada de River).

"¿Me extrañaste?" Dijo sarcásticamente al ver cómo me abrazaba tan fuerte Pablo, como si en cualquier momento fuera a desaparecer y él estuviera evitando esto.

"Obvio." Nos quedamos un momento así, para después envolvernos en un beso tan dulce como el azúcar y el algodón del azúcar.

Después de ambos depositar suaves besos en la cara del otro, decidimos poner la pava y merendar.

Pablo tenía unas facturas riquísimas de dulce de leche, y yo, obvio, cebe el mate.

Esa solía ser nuestra rutina siempre, hasta que me fui del club, en el mismo orden. Pablo siempre compraba facturas, esperando que yo llegara con el mate y termo para empezar a comerlas, y sin importarle si él mismo tenía hambre, cosa que le reprochaba el rubio constantemente.

Hablábamos sobre lo que sea, chistes internos, amigos cercanos, clubes.

Todo lo que no podían hablar en llamadas y mensajes, cosa que es poco, ya que Beltrán intentaba que nunca se le escape nada, y estaba seguro de que Pablo hacía lo mismo.

La luz de la cocina de Pablo iluminaba por completo sus ojos, y no podía dejar de mirarlo, cosa por la que se llevó burla por parte de su novio.

"Che, toma el mate." Dijo frunciendo el ceño, mientras terminaba de comer la factura.

No pudo evitar reírse por la forma de hablar de su novio, era chistoso lo mucho que se enojaba por algo tan simple como eso.

"Te amo, ¿sabías?" Dijo acercándome a darle un beso en la mejilla, para después limpiarle el azúcar que le había quedado por la factura.

Amaba decirle lo mucho que le quería; él solo quería que se sintiera amado en todo momento, como se lo merecía.

"Yo más, pero basta, que me pones nervioso", dijo Pablo casi atragantándose con la última parte de la factura, con el sonrojo subiendo a sus mej

illas, cosa que le hizo reír. Volvió a besarlo por esto, pero ahora en la punta de su nariz.

Amaba lo tímido que podía llegar a ser su novio, incluso con él; lo amaba a todo lo que era él y todo lo que puede llegar a ser.

Después de terminar la merienda, fueron a dormir la siesta; ambos estaban abrazándose. Beltrán estaba tan contento que no cabía todo en su ser.

Estaban tan grabados los pasillos de la casa del pelinegro en su cabeza; cuando ambos se acostaron y sus brazos volvieron a juntarse, Beltrán descansó. Después de tanto tiempo, por fin lo hizo.

Pablo, Pablo era su hogar; no importa donde quede su casa, donde él realmente se siente seguro y cálido es entre los brazos de él.

Y sus cuerpos parecen ablandarse cada vez que están juntos, sin tensiones o rencores, solo ellos dos. Pablo es su canción de cuna, la más hermosa y melodiosa.

No se da cuenta de cuando se queda dormido, demasiado hipnotizado por la hermosura del pelinegro y su esencia.

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⏰ Última actualización: Mar 19, 2024 ⏰

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