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Crecer bajo el ala de una directora del hospital implicaba muchas responsabilidades, un niño de doce años apenas podía ser capaz de recordar tantos nombres técnicos y procedimientos que su madre intentaba enseñarle.
Había sido instruido para situaciones de emergencia, practicado reanimación cardiopulmonar, maneras de prevenir hemorragias y torniquetes caseros en caso de necesitarlos.

Siempre llevaba consigo un pequeño botiquín en su mochila con los materiales necesarios por si llegará a necesitar usarlos, gazas, banditas y algunos ibuprofenos eran parte de su contenido. A pesar de tener todas esas cosas Gustabo seguía siendo un niño y como todos era curioso e inquieto, muchas veces regreso a su hogar con las rodillas raspadas o algún moretón que ni él mismo sabía que lo había producido.

Noah lo llamaba niño revoltoso.

Y en cierta forma tenía razón, tenía mucha energía en su cuerpo y siempre que acompañaba a su padre o madre a sus respectivos trabajos terminaba dando vueltas por todos los lugares posibles, charlando con cualquier persona y haciendo amigos fácilmente.

Gustabo tenía una personalidad carismática, se desenvolvia bien con otros niños de su edad e incluso algunos adultos. La mayoría de sus conocidos eran policías o médicos del hospital de su madre, recibía atención a donde quiera que vaya y estaba repleto de amor.

La adolescencia fue un proceso difícil para la familia, de cierto modo ambos padres esperaban que fuera así pero no estaban preparados para tantos cambios.

Gustabo se había vuelto un completo gilipollas, con todas las letras.

Las amistades que había elegido lo llevaron a hacer cosas de las cuales se arrepiente hasta en la actualidad. Una de ellas fue el consumo de drogas.

Comenzo como una broma, uno de sus amigos de la adolescencia, Segismundo apareció un día con un porro. Recuerda que la curiosidad lo persiguió tanto que terminó aceptando, el olor de la hierba quemada había quedado impregnado en su ropa por días y no pudo escapar del regaño y castigo de sus padres.

La situación fue escalando a medida que Segismundo aparecía con sorpresas nuevas, insistía demasiado al joven que dudaba sobre consumir o no.
Sin embargo Gustabo no aceptaba otras cosas más que porros, había visto varias veces como las personas con adicciones terminaban y él no quería acabar así.

Pero era joven y muy fácil de manipular.

De alguna manera termino accediendo a algo más que un porro. El recuerdo sigue siendo un tanto borroso hasta en la actualidad y solo recuerda cosas muy puntuales, cómo ingerir las pastillas, colapsar sobre la acera y despertar en el hospital, ver el rostro asustado de sus padres y sentirse tan culpable al punto de desear haber muerto.

En cierta forma esa situación lo llevo a aislarse un poco, claramente sus padres no lo perdían de vista por miedo a que volviera a ocurrir lo mismo, pero dejo de ser lo que solía ser. Sus momentos felices pasaron a ser más tensos, incómodos e incluso tristes. Hubo muchas discusiones de por medio hasta que lograron superarlo, de alguna manera no tan convencional, y salir a flote.

El enlistarse en la academia de policía se sintió como un arco de redención, un borrón y cuenta nueva. No conocía a nadie ni nadie lo conocía, no tenia al diablillo de Segismundo insistiendo en hacer cosas que no debía. No era Gustabo Holliday o Gusgus, cómo solía llamarlo su madre, simplemente era Gustabo.

No había miradas espectantes a su primer fallo, ni presiones no verbalizadas en el aire ni tampoco decepción. No era nadie.

Y eso se sintió bien.

[...]

El regresar a su hogar el primer fin de semana fue algo peculiar. Y es que a Gustabo se le había olvidado el pequeño detalle, o tal vez simplemente no quiso contarlo por miedo a sus reacciones, de que su estética había cambiado radicalmente.

El niño de cabellos color caramelo había desaparecido, un rubio dorado brillaba sobre su cabeza y los tatuajes que siempre habían estado prohibidos abundaban en su piel, al igual que una pequeña joya sobre su ceja, y otra... bueno, un tanto escondida.

Las miradas de asombro en ambos padres estuvo presente desde el minuto uno en que entro en la casa.

-No hace falta que lo digan, ya sé que estoy guapísimo. -su risa nerviosa junto a su comentario aligeran un poco el silencio incómodo que se había prolongado demasiado tiempo.

Clara es la primera en abrazarlo, aferrándose a su cuello como si su vida dependiera de ello, y Gustabo no puede evitar querer llorar ante tal acto profundo de amor. No importaba cuantas cosas hiciera mal, cuanto fallará o que tan mala persona fuera, su madre siempre estaría allí con los brazos abiertos para recibirlo.

Su padre se une unos segundos más tarde a ese abrazo, y puede escuchar levemente un sollozo, aquello lo sorprende. Al levantar la vista descubre que tanto Noah como Clara estaban lagrimeando desde lo más profundo de su corazón.

-Joder, ni que me hubiera muerto como para que lloreis así.

Puede escuchar la risa de su madre resonar sobre su pecho y aquello le llena el pecho de alegría.

No hay nada mejor que estar en casa.















-★
holis, cómo vaaaa
pido perdón si estos capítulos son un poco aburridos necesito mi tiempo para desarrollar mi headcanon de la familia casi perfecta q serían noah, clara y gus.
también pido perdón porque de momento las personalidades no son tan acordes al rp pero es necesario hasta llegado un punto de la trama :$
cualquier sugerencia, duda o pregunta es bienvenida, me encanta leer comentarios así que comenten sin miedo (porfavor necesito q alguien valide este fanfic)

also estuve actualizando los tags del prólogo, leanlos porfi para que después no se encuentre con cosas que a lo mejor no es de su agrado!!! chao

InaceptableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora