Capítulo 4.

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Fin de la carrera, termino cuarto, mientras que Charles queda en sexta posición. Hoy en definitiva no es el día que esperaba, creo que pudo haber ido mucho mejor, pero tengo la cabeza en otro lado. Mentiría si digo que estoy totalmente enfocado en la carrera cuando no es así.

Me quería marchar del circuito pero no aún no puedo, tengo que pasar sí o sí por esa rueda de prensa en donde la mayoría de las veces preguntan una que otra cosa sin sentido.

Luego de aproximadamente una hora nos soltaron, por fin puedo irme a casa a descansar.

Suspiro...

¿Qué es lo que me está pasando? ¿Por qué amanecí tan desanimado a tal punto que ni ganas de molestar a Toto o a George tenía? Por lo general siempre estoy haciendo bromas, pero hoy no pude, por más que intenté hacerlo, casi no logré formular ninguna palabra. 

Estoy apoyado en mi coche, ¿haciendo qué? No sé, simplemente quiero estar aquí tomando un poco de aire fresco, total, es tarde y en el estacionamiento sólo está mi coche y el de otra persona.

—¿Estás bien? —oí decir tras de mi.

—Sí, Charles. —sonrío, aunque dudo que lo haya notado, la luz era escasa.

—¿Qué pasa, Lewis? —se acerca a mí, quizás para poder verme, pero en cambio recibo un abrazo por parte del monegasco.

Se siente cálido...

—Tranquilo, estoy bien. —correspondo el abrazo, no puedo rechazarlo.

—Has estado un poco distanciado hoy.

—Sí, no fue una buena carrera.—suspiro.

—Bueno, para mí tampoco lo fue. —confiesa.— Creo que el abrazo que estoy dando lo necesito más que tú. —sonríe.

—Si me lo hubieses pedido, no hubiese tenido problema en dártelo. —susurro atrayéndolo hacia mi cuerpo para envolverlo entre mis brazos.

A pesar de ser un poco más bajo que él, me las ingenio para que ambos podamos estar cómodos. Charles por su parte coopera descansando su cabeza sobre mi hombro, dándome la libertad para dejar suaves caricias en su espalda. Estar en esta posición con él me da total acceso hacia su cuello, donde puedo aspirar su embriagador olor.

—Puedo oír los latidos de tu corazón. —susurra.

—Y yo puedo oír los tuyos. —sonrío.

—Podría quedarme escuchándolos toda la noche, son tan calmados.

—A mi me están preocupando los tuyos, ¿no sufres de taquicardias? —pregunto al notar el ritmo acelerado de los latidos.

—No. —ríe.— Me da vergüenza admitirlo, pero me pones nervioso.

—¿Nervioso? —pregunto confundido.

—Sí. —se separa levemente de mi.

No puede formular ninguna palabra, Charles me mira fijamente y un cosquilleo recorre mi cuerpo. Relamo mis labios a la par de él, sé que su mirada va dirigida a mis labios, como la mía a los de él.

Nos tomamos nuestro tiempo tentando al otro dar el primer paso, ninguno quiere hacerlo.

 Charles por su parte no me lo pone fácil, ¿morderse el labio inferior no es ilegal en este juego? Porque de no ser así, estoy teniendo una gran desventaja, tan grande, que quiero perder.

—Lew... yo... —susurra, pero no puede terminar de hablar porque mis labios estaban pegados a los de él.

Tomo el riesgo de besarlo y ser rechazado, pero no es así, el beso es correspondido con deseo y un deje de desesperación.

Stop the Clocks - 1644Donde viven las historias. Descúbrelo ahora