5 - 'La incómoda e interesante cena'

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CAPITULO 5 - LA INCÓMODA E INTERESANTE CENA


 Estoy cansada de escuchar parlotear a mamá sobre lo bien que le cae la novia de Leonardo no se calla, que fastidio.

Pongo los ojos en blanco por enésima vez y resoplo con fastidio.

Me jode lo que dijo Leonardo de mí, dice que peleo por todo, pero no es mi culpa... bueno si, pero yo soy así él es mi hermano, y me duele que diga esas cosas de mi cuando yo siempre he estado para él.

Busco mis audífonos en el bolsillo de la silla delantera, los conecto a mi celular y dejo que Trueno invada mi mente con Bien o mal.

...

Después de un camino que se me hizo eterno—pero que en realidad solo duro 15 minutos—llegamos al restaurante, y mamá no dejó de hablar en ningún momento de la novia de mi hermano. Me pregunto si alguna vez hablará de mí así, con ese brillo en los ojos y esa sonrisa orgullosa.

Entramos todos y yo los sigo aburrida, sinceramente me importa una mierda esta cena, solo quiero largarme a mi casa a ver películas mientras como chocolatinas.

Nos sentamos en una mesa cerca al ventanal, y admiro la bella noche...

—Isabella—Me saca de mi ensoñación mamá.

— ¿Eh?

—Que vas a pedir hija

—Pídeme cualquier cosa—le digo y ella asiente.

Me volteo de nuevo hacia la ventana con la intención de ignorar a todo el mundo, pero escucho una risita que hace que me dé la vuelta como la niña del exorcista.

La del pelo oxigenado trata de contener una sonrisa sin mucho éxito.

— ¿Algún problema rubita?

Se le borra la sonrisa con mi expresión.

—No—dice encogiéndose un poco.

— ¿Y qué te produce risa?

—Que me parece sumamente gracioso que tu mamita tenga que pedirte la comidita como si fueras un bebé.

Espero que también le parezca gracioso mi puño en su cara cuando le borre esa sonrisa.

Sonrío maliciosamente al recordar algo que mencionó mamá en el carro.

—Yo por lo menos tengo una mamá...

— ¡Isabela! —Dice mamá y mira apenada a Angie—Oh, lo siento tanto querida.

Ruedo los ojos.

Llega la cena y el ambiente se torna incómodo por la pequeña discusión, así que después de un rato ya no aguanto.

—Voy al baño—Me levanto.

Menos mal la mesa queda en el ventanal del restaurante, y en realidad no voy al baño, voy a la barra.

Un señor viejo está de bartender.

—Oiga, señor—lo llamo— deme un whisky.

Me mira dudando.

—Te ves muy joven para beber.

—Y usted muy viejo para trabajar ¿no debería estar jubilado ya?, deme mi trago.

El suspira pesadamente pero me lo da y me lo bebo de un sorbo.

— ¿Despecho? —Pregunta una voz varonil.

Lagrimas TransformadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora