Capítulo XXV: El de ambas diciendo...

501 48 7
                                    

Una semana más había transcurrido luego de su conversación con Emma, y a diferencia de los otros días, no se embriagó hasta perder los sentidos ni se refugió en su miseria, sino lo contrario, estuvo súper alerta con la idea que se había armado en su mente, después de todo ya era momento de tener algo suyo que esté relacionado con aquello que le gustaba tanto.

Pensó en el lugar adecuado para situarse, como sería su infraestructura, el color de las paredes, el material del piso, el uniforme, contactos que ayuden a comunicarse con alguien para instalar las diferentes cocinas, tenía tanto que hacer y se había dedicado únicamente a eso durante tantas horas, que el cuello comenzaba a dolerle de haber pasado con la cabeza agachada ultimando detalles.

Se levantó de su escritorio, salió de su estudio aflojando las piernas, entumecidas de pasar horas sentada, y caminó hasta la cocina en busca de un vaso con agua, mientras estiraba su cabeza de lado y lado para quitar la tensión. Definitivamente continuaría mañana con todo eso, el reloj ya marcaba las once de la noche y tenía los ojos cansados y secos, se quitó los lentes, los dejó sobre el mesón mientras se llevaba la bebida a los labios.

Entonces, cómo le pasaba cada vez que el silencio la embargaba, pensó en Emma, en lo que podría estar haciendo en ese momento ¿habría regresado a su casa o seguiría refugiada en el mar? ¿Sus mejillas estarían más coloradas que la última vez la vio? ¿la pensaría también? ¿La extrañaría por lo menos un poco?

Por favor, Regina, ¿quien va a extrañarte a ti?

Sacó esos pensamientos de su cabeza y lavó el vaso antes de dejarlo junto con los demás, salió de la cocina, dejó todo perfectamente organizado en la sala donde había estado trabajando y empezó a subir los escalones a su habitación.

Cuando salió del baño con el cabello perfectamente peinado, la pijama puesta y poniéndose crema en las manos observó el lado derecho de la cama, el sitio que había ocupado Emma las noches que durmieron juntas, la rodeó y se metió en el lado izquierdo. Quizás su destino era ese y debía aceptarlo de una vez, dejar de pensar en cosas que ahora eran imposibles.

                                        ***

Un sonido leve pero preciso fue sacándola poco a poco de su sueño, era un golpe constante que no sabía de donde provenía o aún no lograba identificarlo. Abrió los ojos con dificultad tratando de observar a su alrededor, pero todo estaba en su sitio, nada fuera de lo común, por lo menos no dentro de su habitación.

El sonido siguió repitiéndose, parecía que venía de ¿la ventana? Sacó el edredón de su cuerpo y se deslizó fuera, un poco temerosa se acercó a las cortinas ya que no sabía con lo que podía encontrarse, mientras más se acercaba más cercano se escuchaba el ruido. Corrió las cortinas a un lado y se asomó.

El sonido provenía de una piedra pequeña golpeando el vidrio de su ventana una y otra vez y la persona que lo provocaba era un rubia radiante, de cabellos alborotados que alzó las manos saludándola cuando Regina se puso en su campo de visión.

El corazón comenzó a acelerarse y con las mano temblorosas abrió.

"¿Quiere romper mi ventana?" Le preguntó divertida, tratando de ocultar su entusiasmo al volver a verla y diciendo lo primero que se le pasaba por la cabeza.

Emma le sonrió. "Lo que fuera necesario, pero sería ideal si pudieras abrirme la puerta y entrar como una persona normal."

Regina con la misma sonrisa que la rubia le había dedicado, se alejó y apresuró los pasos para llegar cuanto antes a la puerta, sintiendo que si demoraba más de la cuenta no la encontraría allí o que si estaba soñando se despertaría antes de llegar a su encuentro.

30 días para enamorarnos © #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora