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— ¿Qué? ¡Oye, suéltame idiota!— El cuerpo de Satoru sobre el mío me impedía totalmente el movimiento

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— ¿Qué? ¡Oye, suéltame idiota!— El cuerpo de Satoru sobre el mío me impedía totalmente el movimiento.

¡¿Qué mierda le pasa?!

Satoru no me contestó. Por un momento pensé que estaría bromeando, pero su silencio y su desnudez lograban desechar esa idea. Intenté mirarlo a los ojos, pero su cabello me lo impedía, miraba hacia abajo, no estoy seguro de qué, pero comenzaba a sentirme asustado.

Parecía..¿Dormido?

—Satoru...— Le hablé moviéndolo un poco de sus brazos. pero no respondió. siguió en la misma posición, sobre mí y su rostro perdido.— Mierda, Satoru ya.

De un movimiento demasiado repentino, mis manos fueron arrastradas hasta quedar sobre mi cabeza mientras despeinaba aún más mi cabello suelto, y mis brazos extendidos en mi contra. Satoru se encargó de sujetarme con fuerza, demasiada.

Levantó su rostro, hasta dejarlo por fin frente al mío. Sus ojos estaban brillantes, y su cabello se ceñía a su frente.

—Vuelve a decir mí nombre— Su voz era grave. Más ronca de lo que normalmente es.— Y te follaré duro.

Mí cuerpo entero tembló por la amenaza ¡¿Está hablando enserio?!

Mierda, comienzo a preocuparme.

—Satoru deja de jugar, si esto es una broma, quiero decirte que no es graciosa, porque...— Una de sus piernas se colocó entre las mias y las separó de golpe, interrumpiéndome.

— Te lo dije— Musitó.

— ¿Qué? oye no, yo...— Una de sus manos cubrió mi boca, mientras la otra me siguió sujetando.

Y ahora sí, me asusté.

Escondió su rostro en la curva de mi cuello y senti un escalotrio cuando la punta de su cálida lengua recorrió mi piel fría. Lo hizo sin ninguna clase de gracia o mentira impregnada en el acto como si yo no fuera su mejor amigo, o como si no fuera simplemente yo.

Intenté liberarme pero era demasiado fuerte. mierda, ahora es cuando odio aceptar que el idiota este es un poco más fuerte que yo. Comencé a llamarlo, pero su mano me impedia hablar con claridad

joder, ahora estoy asustado

Satoru descendió su cabeza, pasando su lengua por mi piel.

Depositó una mordida descuidada en mi clavícula que logró erizarme por completo.

Mierda, ahí no.

Apartó su mano de mi boca.

—Satoru, quitate— Ordené en cuanto quedé liberado, pero el sólo me ignoró y colocó su mano libre sobre el lugar menos apropiado.— No...—

Comenzó a masajearme, pasando la palma
de su mano con movimientos circulares.— No toques... ahí— Suspiré con voz baja. Su mano siguió acariciando, cambiando ahora su trayectoria y haciéndolo de arriba a abajo.

𝚂𝙴𝚇𝙾𝙼𝙽𝙸𝙰 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora