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No fue solamente el repentino movimiento que la mano de Satoru empleó para desabrochar mi pantalón y bajarlo mínimamente lo que me dio un tremendo estremecimiento de placer, sino el extraño y el intenso tono que logré descubrir en su voz

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No fue solamente el repentino movimiento que la mano de Satoru empleó para desabrochar mi pantalón y bajarlo mínimamente lo que me dio un tremendo estremecimiento de placer, sino el extraño y el intenso tono que logré descubrir en su voz.

Fue casi como una amenaza, una amenaza que estaba dispuesto a cumplir, y que yo estoy dispuesto a soportar. Tensé mis músculos y apreté la mandíbula cuando los largos dedos de Satoru iniciaron suaves caricias en mi miembro por sobre la tela de mis boxers.

No me ayudaba el hecho de seguir sintiendo su respiración detrás mío, su pecho estaba pegado a mi espalda, sus brazos estaban rodeándome simulando una jaula, simplemente para no dejarme ir.

Pasé mis manos por sus ante brazos, que me abrazaban a mis costados, hasta llegar a sus muñecas, no sé si el comprendió el acto o si yo intenté de verdad comunicarle algo, pero sus dedos se presionaron con firmeza en mi pene aun con con los bóxers puestas.

Aferré mis manos a sus muñecas y cerré los ojos, agradecí infinitamente que no estuviera mirándolo frente a frente, porque ésto comenzaba a reflejarse en mi más de lo que yo esperaba.

— No me sujetes, no podré hacerlo bien si me sostienes así.

Satoru me quitó mis manos de sus muñecas y logró meter su mano dentro de mis boxers. Dejé ir un jadeo cuando la calidez de su mano me cubrió placenteramente. Ahogué con toda la fuerza de voluntad que aún me quedaba un fuerte gemido, no estoy listo para ser una puta, esperaré un poco mas.

Mi mente no dejó pasar desapercibido el tono tan autoritario que empleó en su orden, ni tampoco el efecto que ocasionó en mi cuerpo. Es como si todo de mí estuviera de acuerdo en obedecerle, y el hecho me resultaba increíblemente poderoso sobre mí, porque su orden me gusta, su tono me pone alerta, todo de el tiene una autoridad sobre todo de mí que me hace dudar demasiado, pero me hace sentir muy bien.

— ¿Quieres que hablemos del curioso cuestionario que le hiciste a Shoko mientras te masturbo?

Fruncí mi rostro, intenté ordenar mis ideas y pensé en su pregunta... Oh, maldita traidora.

Yo solo le pregunté a Shoko unas cuantas cosas acerca de sexo sin compromiso o como desaparecer de la vida de un amante para no verle la cara nunca en la vida de nuevo, claro, sin que ésta se entere. No sé cómo supo que hablaba encubiertamente de Satoru, tampoco sé cómo confié en ella, estúpida Shoko.

— N-no, no digas su nombre mientras hacemos esto... mierda, maldito sucio.

Shoko sabrá lo que es tenerme enojado seriamente con ella.

¿Cómo fue capaz de contarle a Satoru? Que amiga, no le contaré nada jamás, que se meta sus pinky promise por donde le quepa.

— ¿Por qué no dejaste que yo solucionara tus dudas?

Podía sentir la maldita y condenada sonrisa de Satoru sobre mi hombro, disfrutaba de las reacciones, disfrutaba de su control, disfrutaba de tenerme así, simplemente lo hace y es que es Satoru, el debe tener el control si no, todo está mal... Y bueno, yo soy Suguru, solo soy yo, su mejor amigo y me tiene bajo su control.

𝚂𝙴𝚇𝙾𝙼𝙽𝙸𝙰 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora