A cualquier costo.

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Era una mañana soleada en la que el viento soplaba suavemente moviendo las cortinas que cubrían la ventana de la habitación de Percy y Jason, aquella en la que descansaban cada noche desde que unieron sus vidas en matrimonio poco más de dos años atrás. Sin embargo, esa noche en específico ninguno de los dos durmió demasiado, puesto que habían esperado esa fecha durante tanto tiempo que apenas podían creer que por fin su más grande sueño se haría realidad.

Bueno, quizá no era el mayor anhelo de toda su vida. Antes de casarse, los planes de tener hijos nunca estuvieron sobre la mesa, ni por vientre de alquiler ni por adopción o algo similar. Ambos eran jóvenes, tenían excelentes trabajos y una vida entera por delante. Sin mayor responsabilidad más allá de cultivar cada día una buena comunicación y el amor en su relación, podían dedicarse enteramente el uno al otro, salir de fiesta o simplemente descansar luego de las largas jornadas. Sólo Percy y Jason, una suma de uno más uno que siempre daría dos, certeza y calma, seguridad y estabilidad. No sentían la necesidad de nada más allá de lo que ya tenían, hasta una mañana helada de invierno.

Era 25 de diciembre, Jason y Percy habían salido a dar un pequeño paseo por las calles de Nueva York, lejos de las grandes avenidas. Todo estaba cerrado a su alrededor, las mayoría de personas se hallaban en sus casas aún descansando de la fiesta de navidad, quizá recalentando la cena o abriendo regalos debajo del árbol, disfrutando sus tradiciones. La tradición favorita de la joven pareja era esa, salir aún en pijama a caminar por ahí, disfrutar de las calles vacías mientras la nieve caía sobre el asfalto a sus pies y su cabeza, gozando la brisa invernal que no resultaba tan cruda debajo de las capas gruesas de ropa que llevaban encima, y quizá comprar un café si encontraban algo abierto. Sólo eran ellos dos disfrutando de la compañía del otro, del invierno, de su amor. La calidez en su pecho era una sensación indescriptible que ninguno de los dos cambiaría por nada.

—¿Seguro que no quieres ir antes? —preguntó el rubio, acomodándole a su novio la bufanda alrededor del cuello.

—Sí, estoy seguro. Mamá dijo que llegarán hasta el medio día de su viaje, Estelle aún debe descansar un rato, así que estará bien que lleguemos para cenar. —contestó Percy sin mirarle, pues sus ojos verde mar buscaban alrededor algún local de bebidas calientes abierto.

—Eso nos deja algo de tiempo para nosotros. —sonrió Jason, acomodando sus gafas en el puente de su nariz. —Ya sabes, puedo darte un segundo regalo de navidad, calentarnos un poco y... —el azabache lo detuvo a media oración, y la risa les ganó la palabra a ambos.

—Déjame descansar unas horas más, semental. Guarda un poco de estamina para después. —renegó divertido, y el ojiazul lo pegó más a su cuerpo al atraerlo de la cintura.

—¿Habrá postre después de la cena entonces? ¿O me dejarás ponerte un moño para abrirte cual regalo de navidad? —las mejillas de Percy tomaron el mismo color que la fría punta de la nariz, y Jason no pudo evitar carcajearse al notar su expresión.

—Detente ya, estamos en público. —regañó en susurro, rodeando el cuello de su novio con los brazos para acercarse y depositarle un beso en los labios. —No creo que te hayas portado tan bien como para recibir tantos regalos, Grace.

—Eso no decías anoche cuando estábamos en la cama y...

—¡Jason! —lo calló Percy, provocando que ambos estallaran en carcajadas.

En ese momento el mundo era tan suyo, de su amor, podían sentirse los dueños de Nueva York simplemente por la confianza que les brindaba el amor que se tenían. Estaban viviendo en su propia fantasía, hasta que un llanto reventó la burbuja que los envolvía.

Las risas de ambos cesaron de pronto, separándose el uno del otro por su confusión pero aún sin soltarse las manos. No había nadie en esa calle, ninguna familia con bebés o alguien con carreola recorriendo la acera, y sonaba demasiado cerca para venir de algún apartamento en los edificios aledaños. Percy escudriñó con la mirada todo su entorno en un intento de averiguar de dónde venía aquel llanto desesperado, y antes de que pudiese encontrar la fuente, Jason soltó su mano para salir corriendo.

At All Cost | Jercy.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora