carta al infierno

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"querida C

He de admitir que me mantuviste mucho tiempo en espera, pero te agradezco que a pesar de todos los deberes que te mantienen ocupada hayas ocupado un pequeño espacio para poder enviar una carta a esta pobre alma, y puedo entender todos los deberes que puedes tener, después de todo, eres la princesa.

Y claro que estaré en espera de esa larga carta que promete cansarme, pero lo dudo mucho querida, todas las historias que me has contado han sido nada más que gratos momentos de entretenimiento.

Por cierto, ese regalo que me envíaste es perfecto y mucho más al saber que al verlo pensaste en mi, aúnque es algo peculiar y en pocas palabras algo fuera de este mundo..."

El joven se quedó observando por un momento aquel regalo enviado por la princesa, era una joya, pero no cualquier joya, está estaba increíblemente pulida por el mejor artesano de todos los tiempos (eso es lo que el joven pensaba) está era de color rojo como la sangre con destellos naranjas y amarillentos como si tuviera una llama en su interior, cabía perfectamente en la palma de su mano, justo en el centro (era pequeña sin duda, pero eso la hacia más hermosa), tenia tallada la cabeza de un ciervo macho de grandes cornamentas y si lo acercaba lo suficientemente a sus ojos, podia ver cada detalle que tenía, casi como si tuviera un ejemplar de verdad, era hermoso, recordó que una vez le había mencionado a la princesa que disfrutaba de cazar aquellos animales tan majestuosos y que en algunas ocasiones disecaba las cabezas de estos para poder contemplarlos.

El joven sonrió.

¿Cómo es que lo recuerda? Aún después de mucho tiempo.

Lo había mencionado solo una vez y ella aún lo recordaba, sin duda alguna ella era encantadora

"Te tomaré la palabra de querer recompensarme solo que me tomaré mi tiempo para pensarlo, no quiero desperdiciar esta oportunidad de obtener algo dado por ti.

Esperaré con ansias tu próxima carta.

Tu siempre dispuesto A

Posdata: prometo atesorar este hermoso regalo y esperar pacientemente por tu carta."

Doblo la carta y la guardo dentro del sobre que tenía preparado para esta, se dirigío al círculo e hizo el pequeño ritual para enviarla al infierno, se quedó observando por un momento aquel círculo, debia admitir que en algun momento penso en hacerlo mas grande y entrar en el, pero sabia que no seria tan facil como se pensaba. No podía simplemente entrar en el y recitar el mismo hechizo que usaba para envíar las cartas o dar como ofrenda esas miseras gotas de sangre. Todo era complicado y aunque deseaba saciar su curiosidad de saber cómo era ese mundo y de saber cómo lucía aquella que le robaba los pensamientos, no podía hacerlo o al menos no podía en ese momento.

Solo es cuestión de tiempo, algún día te veré en persona, mi encantadora princesa.

Era una promesa, porque alguien que ya ha pecado no podia ir al cielo, y eso era lo que quería.

¿Por qué ir al cielo cuando hay alguien tan única en el infierno a la que desea ver?







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