Observar los arbustos escasos de flores que reposaban en la entrada, cubiertos sutilmente por la sombra del no muy alto edificio del lugar, no era una imagen bonita a sus ojos, inclusive podía decir que estaba harto de ella. Las piedras, del camino de entrada, cual era el mismo que el de salida, crujían haciendo un espectáculo de sonidos en su cerebro que procesaba aun la información diaria de lo que ocurría en su vida.Hacía ya dos meses que su hermana, tres años mayor que él, fue ingresada en un centro de rehabilitación para adictos a las drogas, un lugar bastante alejado para "no dañar la imagen del lugar". Mientras que todos sus familiares y amigos estaban en la etapa de "Me alegro que haya entrado en rehabilitación", él aún estaba en la etapa de aceptar el hecho de que su hermana se drogaba. Su jodida hermana se drogaba... ¿Cómo se supone que aceptaría eso? "Oye, tu hermana tenía un gramo de cocaina debajo de su colchón y siete tipos diferentes de inyectables¹ debajo de los jerseys en el fondo del armario".
Su mente solo podía enfocarse en sus estudios y en el tema de su hermana. Viajaba de la tarea de lengua española a la heroína y de allí a la tarea de cultura audiovisual, luego hacia la cocaina y de vuelta a la tarea de lengua española. Y cuando menos se lo esperaba ya tocaba examen. Estaba exhausto todos los días de la semana, a cada hora, y sentía que su vida comenzaba cuando se iba a dormir. Su capacidad mental no daba más de sí y sentía que si intentaba estirar más su visión del mundo se volvería tan o más loco que Goya².
Pasaba mínimo dos horas encerrado como un anima en cautiverio en una alternación del tren al autobús. De casa al bachillerato, del bachillerato a la plaza mayor, de la plaza mayor al centro de rehabilitación, del centro de rehabilitación a la catedral principal, después tenía que bajar toda la calle ancha y llegar a la estación de buses y tomar un autobús hacia su calle para volver a su casa. Y así todos los días, girando por toda su ciudad como una ruleta de la suerte a la que nunca le salía premio. Y parecía que aquel diría sería más de lo mismo.
Se colocó al lado de la señal del autobús como solía hacer siempre, metiendo una de sus manos en sus bolsillos mientras que la otra jugaba de manera nerviosa con el cordón de su pantalón de chandal pues, ya en ocasiones ni siquiera tenía ganas de preocuparse por vestirse de una manera más presentable pero, ¿qué más daba? Estaba cómodo y eso era lo importante, no tenía tiempo para preocuparse por sentirse incómodo por la ropa que podría haber llevado.
-¡Oye, tú!- un grito sonó a su lado y pudo ver a dos chicos de poco más de su edad a lo lejos, mirándolo y probablemente llamándolo a él. Sus ropas eran de tonos oscuros y de atención baja. Dos sudaderas, ambas con la capucha puesta para poder tapar de mejor manera sus cabezas, probablemente para no hacerlos reconocibles. Y por supuesto que ese detalle hizo a Luis ponerse alerta, en esoecial cuando ellos comenzaban a caminar de manera directa y con paso constante hacia él.
Y el de chaqueta bicolor solo pudo atinar a correr, huir, lo que fuera. Solo quería salir de ahí porque, fueran quienes fueran esos tipos, no se traían nada bueno entre manos, en especial cuando al girar la cabeza y verlos pudo ver que lo que verdaderamente traían entre manos era una navaja cada uno. Y su paso se apresuró mientras los otros lo seguían a la misma velocidad.
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╰─►CANDELA [Papufresco]
FanfictionDespués de ser conocedor de las deudas de su hermana mayor, la cual se encuentra ingresada en un centro de rehabilitación para drogadictos, Luis decide apuntarse a un torneo de carreras ilegales semanal para tratar de pagar lo debido. ¿Quién diría q...