¡Y hola a todos! Aquí les dejo el comienzo, el inicio de todo. Espero les agrade la idea porque repito, no sé ni como se me ocurrió. En fin, ¡disfruten!
Esta historia comienza dos meses después del ratificó día donde Victoria Vega fue plantada por su prometido de mierda. ¿Quién iba a pensar que aquel hombre cariñoso, amable, amoroso y atento, pudiera dejar en el altar a su prometida? Nadie. Nadie lo hubiera pensando, ni soñado, si me dejan agregar.
Becket Oliver se había ganado el corazón de Victoria en la primera cita que tuvieron pero como siempre, Victoria no iba a caer a la primera. Pasaron por varias citas, varias salidas, varios besos robados, hasta que al fin, una tarde de abril dieron el gran paso.
¡Se hicieron novios!
Todos pensaron que llegarían al altar, que los dos estaban destinados, que su amor sería el por siempre y para siempre del que todas las películas hablan. Grande fue la sorpresa para todos que él no llegara.
¿Qué si dolió? Sí, bastante.
Aun después de dos meses de aquel fatídico día, Victoria no ha logrado poner en orden su vida pero, ¿es que cómo poner en orden tu vida después de terminar con alguien a quien amabas por sobre todas las cosas? ¿Cómo logras encontrar ese equilibrio y esa paz de la que todo mundo te dice que debes tener y que debes encontrar?
Victoria no sabía ni como seguir.
Su prometido la había dejado en el altar, eso ya lo había asimilado pero lo que no podía asimilar era la razón. Esa verdadera razón que ahora mismo la tenía metida en un bar de mierda, con poca luz y con gente un tanto extraña para ella.
¿Qué no era divertida?
¿Qué no era arriesgada?
¿Qué solo era aburrida?
Aquellas palabras se repetían una y otra, y otra, y otra vez en su cabeza como un maldito disco rayado. Hacían eco en su mente, en sus sueños, hasta en sus malditas pesadillas hacían acto de presencia. Solo basaron un par de palabras para que toda la vida de Victoria se fuera al caño y de ahí le estuviera costando media vida salir.
La música era del asco en el bar, las bebidas ni siquiera estaban dentro de su gusto. Era lo más arriesgado que estaba haciendo, cualquiera podría pensar ir a su lugar y hacer un drama total. Según a palabras de su hermana, una señorita como ella, no debería de estar en un lugar así con gente como esa.
Un trago, dos o quizás seis, serían la clave para olvidar, para dejar de pensar en el imbécil que le rompió el corazón, en sus malditas palabras y en su mirada de...
—¡Ni siquiera me pidió perdón! —exclamó Victoria golpeando la barra con el tarro de cerveza vacío.
Las miradas se concentraron en ella, en aquella señorita que entró al lugar llamando la atención de todos y donde eligió el lugar más alejado de todos. Pero ahí estaba ella, borracha hasta el alma sin tener idea de como salir de ahí.