Tres.

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Capítulo 3.

Reconocí las voces de Jason y Alec hablando en la habitación. No abrí los ojos por temor a que toda la habitación estuviera girando. Demonios, me esperaba un buen castigo. Uno casi tan bueno como la migraña que estaba sufriendo en este preciso momento.

—Debemos decirle. –susurró la voz de Alec.

—No, Alec. Es la primera vez que ocurre –le contestó mi hermano mayor –podemos ocultarlo un tiempo más.

Recordé la plática que Alec había tenido por teléfono con Jason. Los pensamientos confusos entraron a mi mente acompañando mi malestar. ¿Qué demonios era lo que ocultaban ese par? Y aún más, mis padres. ¿Qué ahora todos eran parte de mi fiesta sorpresa? Esperaba que de ahí proviniera tanto misterio, de lo contrario, no tenía idea.

-¿Ocultarlo? ¿Hasta cuándo? –replicó mi amigo con molestia. -¿Cuándo esté en peligro y no sea capaz de defenderse?

—Alec.

—Ya saben quién es. Saben quién eres tú. ¿Por qué otro motivo estaría aquí? ¿Por qué sus habilidades comienzan a desarrollarse por sí solas?

—Basta. –Siseó –Julieta, sé que estás despierta. Levántate ya.

Mi corazón falló un latido y me di la vuelta en las sabanas de Jason. Sabía que era su cama porque olían a su loción, y la pregunta era, ¿Por qué?

—Seguiría dormida si dejaran de cacarear. En primera, ¿Qué demonios hago aquí? Segundo, ¿De qué demonios están hablando? Y, tercero pero no menos importante, ¿Por qué no están preparando el desayuno?

Escuché los ligeros pasos de mi hermano y me arrancó las sábanas de encima y me sentí desprotegida. Me quejé en protesta y giré nuevamente en la cama.

—Uno, Alec te trajo anoche arrastrando de borracha, dos, no te interesa, y tres, el desayuno pasó hace unas cuatro horas.

— ¿Qué demonios...? —Me levanté de la cama de un salto con el cabello enmarañado y cayendo por ambos lados de mi cara. Sentía los ojos y labios hinchados por las horas de sueño. Mi cabeza dio una punzada terrible y me arrepentí de haberme reincorporado tan rápido — ¿Me he perdido el desayuno?

—Sí, y ahora levántate. Tuve que decirle a mamá y papá que viniste aquí desde temprano a estudiar.

Lo miré con una ceja en alto.

— ¿Ellos te creyeron esa chorrada?

—Julieta, ¿Qué sucedió anoche? –preguntó Jason con los brazos cruzados. Sus ojos verdes, al igual que los míos, me observaron cuidadosamente. Era el único ser vivo sobre la tierra que sabía cuándo decía la verdad, y cuándo no, así que no encontraba el chiste a mentir en su presencia. De todos modos, no es como si fuera a decirle a mamá y papá.

Hice una mueca con la boca intentando juntar las pocas imágenes que mi cabeza formulaba.

—Me escape a media noche de casa y Alec me llevó a la casa de Dalton. Bebí como loca, bailé como una diosa. Creo que me desmayé, porque no recuerdo nada más.

Alec miró con satisfacción a mi hermano y él ni siquiera pestañeó. Sus ojos verdes —más claros que los míos— me inspeccionaron con detenimiento como si intentara descubrir algo de mentira en ellos. Un leve mareo me hizo sacudir la cabeza y romper el contacto visual. El asintió como si esperara mi respuesta.

—Deja de mirarme así, Jason. Pareciera que quisieras entrar en mi mente.

—Es, precisamente, lo que está tratando de hacer. –terció Alec dando un gran mordisco a su emparedado y Jason le rodó los ojos.

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⏰ Última actualización: Jun 12, 2017 ⏰

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