Jungkook.
Cinco años después…
Cada año, en el aniversario de nuestra improvisada boda, Yoongi y yo renovamos nuestros votos. Siempre es la mayor fiesta del año, y se celebra esta noche. Si hace una década me hubieras dicho que sería el tipo de hombre que espera con ansias las fiestas, no te habría creído. Pero tengo un hombrecito brillante y burbujeante que hace que todo sea mágico. Por eso, aunque se supone que debo esperar hasta esta noche para ver el lugar que está decorando para la fiesta, simplemente no puedo esperar tanto. Lo quiero delante de mí ahora.
Un portero mantiene abierta la puerta de entrada del edificio de cuarenta pisos donde se celebra la fiesta. Con un ramo de rosas en la mano, subo en el ascensor hasta el último piso, con la polla ya dura como un clavo. Dios. Cinco años después y mi obsesión por el coño de Yoongi no ha hecho más que crecer. Estoy cachondo y territorial y fascinado con cada delicioso centímetro de él. Solo con pensar en lo mojado que se pone cuando lo como, he interrumpido una reunión esta tarde para venir aquí y sorprenderlo en el local.
Desde que me casé con el amor de mi vida, se ha convertido en... mi mundo. No hay otra forma de decirlo. Viaja conmigo, discuto las decisiones de negocios con el, pasamos los fines de semana envueltos el uno en el otro y en nuestro hijo de cuatro años, Ryan. No sabía que existía este nivel de felicidad y doy gracias a mi creador por ello cada día. Estoy deseando renovar mis votos con el esta noche.
Me encanta ver sus ojos azules lagrimear cada trescientos sesenta y cinco días, la sensación de su boca en la mía después. Me encanta oírlo decir delante de todos los que conocemos que es mío.
Ahora que no se pasa los días asistiendo a clases, tengo mucho más acceso a el y es jodidamente glorioso. Sabía que necesitaba algo de independencia -y educación-, pero enviarlo al campus universitario cada mañana nunca dejó de darme celos. Saber que estaría rodeado de chicos de su edad me llevó a sacarla de clase con regularidad y a follarlo en la mesa del administrador al que había pagado ese día.
Una y otra vez, me decía que era el único hombre que le atraía, el único que amaría, hasta que empecé a creerlo. Es difícil no creerle cuando es tan insaciable en la cama como yo. Cuando cada vez que me mira, su corazón está ahí en sus ojos. Pero el infierno si no lo amaba estando embarazado de mi hijo mientras asistía a la universidad. Me aseguré de sacar una página completa en el Times cuando nos casamos, para que todo el mundo supiera a quién pertenecía. Quién lo dejó embarazado y quién planeaba quedarse con el, siempre.
Impaciente, veo los números subir en la pantalla del ascensor. A mitad de camino.
Quiero a mi esposo.
Nuestro hijo se ha despertado temprano esta mañana y el lo ha llevado a desayunar. Y me encanta cómo cuida de nuestro hijo.
También paso todo el tiempo que puedo con él -ya me he apuntado a entrenar a la liga infantil-, pero el hecho de que se haya despertado temprano ha hecho que no pueda tirarme a mi increíblemente atractivo esposo y he estado sufriendo por ello todo el día.
Por fin, las puertas del ascensor se abren para mostrar el salón de baile al aire libre. El personal contratado se apresura en todas las direcciones, colocando las mesas en su sitio y encadenando las luces.
Hay cerezos en flor por todas partes. Artificiales y reales. Velas.
Cortinas ligeras y aireadas que se introducen en el espacio con la brisa de verano. Todo es hermoso, por supuesto. El hace un trabajo asombroso cada año.
Pero lo quiero en mis brazos. He pasado horas sin el y la tensión me está afectando.
El corazón me da un vuelco cuando aparece bailando con un portapapeles en la mano. Tiene una enorme sonrisa en la cara mientras habla con un par de camareras, señalando los elementos de su lista. Está vestido para el yoga con un sujetador deportivo floreado y unos pantalones negros de cintura alta que separan sus altas nalgas, y mi polla quiere llorar ante esa visión. Debe de haber sabido que iba a venir y ha querido burlarse de mí. Sabe muy bien que verlo hacer yoga me convierte en un animal.
Demonios, pensar en ello lo hace.
Camino en su dirección y la gente baja la voz cuando empieza a fijarse en mí, alertando a Yoongi de que algo pasa. Se da la vuelta y me ve, con pura alegría en su rostro, y casi se me caen las rosas de la mano, estoy tan abrumado de amor y aprecio por el. ¿Qué sería de mi vida sin este chico?
Que Dios me ayude. Nunca lo voy a descubrir.
—Estás aquí. —Chilla Yoongi, arrojando su portapapeles sobre la mesa más cercana y acercándose de un salto, echándome los brazos al cuello y presionando sobre los dedos de los pies. Abre su boca debajo de la mía y me explora con su lengua, como siempre sin importarle un carajo quién esté mirando. Nuestras muestras públicas de indecencia están bien documentadas por la prensa, porque no podemos evitarlo. Cuando estamos juntos, somos las únicas dos personas en la habitación. —Me encanta verte tan descansado. —Murmura entre besos, haciendo un mohín sexy. —Sabía que era una buena idea cambiar el café por el té de hierbas en tu oficina. Toda esa cafeína era mala para ti.
—Tú siempre sabes lo que es mejor, bebé. —Digo bruscamente.
No exagero. Este chico, es casi como si su única misión en la vida fuera cuidar de mí. Me ha bajado la tensión arterial, el colesterol y el nivel de estrés a un ritmo que desconcierta a mis médicos. Sigo teniendo el mismo peso de siempre -y el ama cada kilo- pero estoy más sano gracias a el. Tengo más energía, más interés en la vida fuera del trabajo, porque el hace que todo sea tan divertido, emocionante y hermoso. Soy el hombre más afortunado del planeta.
Suavemente, golpeo el ramo de rosas contra su trasero. —Feliz aniversario.
—Gracias. —Dice, jugando con el nudo de mi corbata, con la emoción arremolinándose en sus ojos. —Feliz aniversario por hacerme el chico más feliz del mundo. —Se gira de lado a lado, su labio inferior sobresale ligeramente. —Amo a mi Papa.
Mis pelotas se aprietan tanto que tengo que aspirar un poco de aire. —Sabes lo que estás haciendo.
Su mirada no es más que inocente. —¿Qué quieres decir?
—Me estás hablando con tu voz de niño. —Digo con rudeza, cediendo a la tentación de amasar su trasero, al diablo con quien esté mirando. —Necesito una dosis, Yoongi.
— ¿Ah, sí? —Ronronea, todavía en ese tono que me vuelve loco.
—Menos mal que has llegado justo a tiempo para hacer yoga.
Esa palabra de cuatro letras hace que mi polla se engrose en mis pantalones. — ¿Sí?
—Ajá. — Asiente solemnemente y me guía de la corbata por el concurrido salón de baile hasta una habitación trasera. Es de tamaño medio, potencialmente una habitación utilizada para guardar los abrigos durante una fiesta. Pero ahora mismo está vacía, salvo por una esterilla de yoga y una silla de cuero reclinable.
—Sabías que iba a venir. —Le digo, dejando que me empuje hacia el asiento, mientras el sudor empieza a mojarme la frente y el labio superior.
Cierra la puerta y echa el cerrojo. —Podría haber tenido un presentimiento. — Me rodea y me pasa el índice por el hombro, me quita la chaqueta y la cuelga en el pomo de la puerta. —Siempre te pones muy duro en nuestro aniversario.
Jesús, estoy jadeando solo de saber lo que viene. —Estoy recordando la primera noche que te tuve en mi cama. En nuestra casa. Lo que sentí al saber que eras realmente mío. Completamente mío.
—Me encanta eso. —Me susurra al oído.
Y cuando vuelve a ponerse delante de mí, está completamente desnudo.
Excepto por un pequeño tanga rosa y brillante.
—Oh, Jesús. —Gimo, ensanchando la V de mis muslos y bajando la cremallera de mis pantalones, mi erección crece a un ritmo que me marea. —Eres tan jodidamente bueno conmigo.
—Es solo un poco de yoga. — Dice coquetamente, volviéndose de espaldas a mí y dejándose caer en el perro boca abajo, con ese cordón rosa estirándose sobre su culo, el material ya húmedo, sin duda por burlarse de mí. Con la lengua humedecida en los labios, empiezo a masturbarme, sin poder controlarme. Especialmente cuando extiende una de sus piernas, levantándola, abriendo los labios de su coño, dándome una vista de sus tetas en el proceso.
Un día llegué a casa y lo encontré practicando yoga en nuestro dormitorio y me corrí en mis pantalones. La siguiente vez que lo encontré haciéndolo estaba desnudo y apenas conseguí meter mi polla dentro de el antes de correrme. Hay algo en el estiramiento de su cuerpo ágil, en la exposición casi lasciva del cielo entre sus piernas, entre esas mejillas, que me pone tan duro que me duele. —Haz la maldita cosa, Yoongi. —Le ruego ahora. —Por favor.
Contengo la respiración mientras camina hacia atrás, todavía agachado. Una pierna se extiende hacia atrás y se posa en la silla junto a mi muslo, su tobillo se desliza hacia atrás para encontrarse con mi cadera. Realiza la misma acción con la otra pierna y luego posa las rodillas en el borde del sillón. La posición es de ensueño. Su trasero está justo por encima de mi mano que se sacude y se deja caer, dándome unos cuantos círculos con sus caderas, deteniéndose justo cuando empiezo a gemir, y luego cae hacia delante a través de la V de mis muslos, aplastando sus manos en el suelo.
No importa la edad que tenga Yoongi, me habría enamorado de el.
Es mi alma gemela, fin de la historia.
Pero mentiría si dijera que no hay ciertas ventajas que conlleva estar casado con un chico recién salido de la universidad. Por ejemplo, su generación tiene una cosa llamada twerking. Y ahora lo hace para mí, moviendo las caderas y sacudiendo ese culo apretado y jugoso justo delante de mí, arqueando la espalda para que pueda ver cómo se mueve su coño, ver cómo los jugos ruedan por su carne y gotean en mi regazo. Tengo que apretar los dientes para no gritar mi satisfacción masculina por lo que está haciendo, el ritmo erótico de sus mejillas agitadas es casi insoportable. Mi semilla empieza a agudizarse en mis pelotas, buscando una salida.
—¿Papa?
Gruño, incapaz de formar palabras, con la mirada clavada en el capullo de su culo, mi puño rebuscando en mi erección.
—Te dejé algo en el bolsillo. — ronronea con esa voz de niño.
Sudando, con la respiración entrecortada, me palpo una vez la camisa de vestir y encuentro un pequeño objeto en el bolsillo. Cuando meto la mano en el bolsillo y lo saco con la izquierda, tengo que retorcer las pelotas con la derecha para evitar el clímax. Es un frasco de lubricante y, por Dios, sé lo que significa. Sé que es una invitación que siempre me hace cuando menos lo espero.
—Ah, joder, pequeño. Joder. Vas a dejarme entrar ahí, ¿verdad? —En una oleada de lujuria y adrenalina, me abalanzo sobre la silla y lo aplasto sobre la esterilla de yoga, arrancando el tapón del frasco de lubricante con los dientes y vertiendo todo el contenido sobre su apretado y rosado culo. Le meto el dedo corazón, haciéndolo gemir, y sus gemidos aumentan cuando añado el dedo anular, adornado con la banda de oro de un hombre que no podría estar más casado. Más comprometido con el chico que le está dando todo. Cada parte de sí mismo.
Se levanta ligeramente debajo de mí para meter una mano entre sus piernas, gimiendo mientras empieza a frotarse el clítoris, con una onda de placer recorriendo su espalda. —Oh, Papa. —Gime, sus caderas comienzan a girar, mi hermoso dios de esposo follando su propia mano.
—Dios mío, muñequito cachondo. —Murmuro, guiando mi polla hasta su entrada trasera, introduciéndola con suavidad, con el apretón total del canal robándome la vista, la capacidad de respirar.
—Relájate. —Gruño, jadeando y sudando. —Muéstrale a Papa cuánto lo amas.
Su gemido es una prueba retorcida y audible de que hoy ama nuestros juegos incluso más que la primera vez, sus dedos arañando la esterilla de yoga. —Tu venida es tu manera de conseguir tu amor dentro de mí, Papa, ¿verdad? Eso es lo que me dijiste.
—Así es. —Digo con desgana, hundiéndola hasta la empuñadura y escuchando su jadeo resultante en la esterilla. —Ese es mi buen oyente.
Aprieto los dientes y bombeo una vez, aplastando mis pelotas entre sus jóvenes y abiertas nalgas. Sus caderas se mueven cada vez más rápido debajo de mí y, sin mirar, sé que sus dedos están ocupados en su clítoris y que está cerca. Sus gemidos entrecortados al oír mi nombre me lo indican.
Desesperado por experimentar su placer, meto la mano entre nosotros y se la quito de en medio, introduciendo tres gruesos dedos en su coño y metiéndolos y sacándolos, con su humedad resbalando por mis nudillos. —Estás en todas partes. Estás en todas partes. — Grita, comenzando a temblar, y luego sacudiéndose violentamente. —Tómalo todo. Tómalo todo.
—Me pertenece esto. Todo. — Gruño en su oído, bombeando una vez más en su culo y entregando mi corrida, su placer cayendo a chorros en mi mano al mismo tiempo, nuestros cuerpos en celo en el suelo como animales, triturando el placer, los dientes hundiéndose en la carne, los pies clavándose en el suelo para apoyarse. Jesucristo. Cada vez que tengo a mi chico es mejor que la anterior y esta vez no es una excepción. Mientras me atraviesa una oleada tras otra de alivio, solo puedo aferrarme a el, mi tesoro más dulce, y dar las gracias al destino por habérmelo traído.
—Cinco años. —Le digo al oído. —Faltan sesenta, mi amor.
Y siento su hermosa sonrisa contra mi antebrazo. —Mis sueños se hicieron realidad.
Fin…ther.
¿les ha gustado?
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𝗣𝗔𝗣𝗔
Romance୨ৎㅤjungkook ⊹ yoongi ୨ৎㅤyoongi bottom ꒰ bp ୨ৎㅤdiferencia de edad ୨ৎㅤprólogo + 8 capítulos + epílogo