FREDDY : almohada

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«¿Tengo pintas de que me mola recibir, neno?»

CW: Lenguaje sugestivo.

Después de media jornada de patrullaje ordinario, el Comisario de la LSPD está más que dispuesto a montarse un operativo por cuenta propia para interceptar al primer mafioso que se le atraviese y obligarlo a terminar con el martirio al que está si...

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Después de media jornada de patrullaje ordinario, el Comisario de la LSPD está más que dispuesto a montarse un operativo por cuenta propia para interceptar al primer mafioso que se le atraviese y obligarlo a terminar con el martirio al que está siendo sometido a diario por una panda de gilipollas que superan los límites de la estupidez humana. De hecho, Freddy no dudaría en apostar todo su patrimonio al primer matado de turno que aparezca en comisaría para hacer las Oposiciones, pues es seguro que superaría a cualquier de estos planchabragas ineptos de servicio.

Con una última exhalación profunda que busca disipar parte de la tensión que rodea su cuello al igual que la soga de un condenado a la horca, producto del estrés y el cansancio, Freddy Trucazo termina de arreglar las solapas de su cazadora de cuero negro al tiempo que repite el proceso de inhalar y exhalar lenta y pausadamente en bucle con la esperanza de forzar el regreso de la poca paciencia que le queda.

Es una pena que la suerte haya decidido no estar de su lado el día de hoy; a los pocos segundos de haber terminado su ejercicio de relajación, con un índice de efectividad francamente deplorable, el ruido de la puerta principal siendo abierta resuena dentro de las cuatro paredes de esta pequeña habitación que hacen pasar por los vestuarios de comisaría.

Gracias a su ventajosa posición junto a la entrada secundaria al otro lado de los casilleros centrales, el pobre diablo sin culpa directa del malhumor que se trae el Comisario no es consciente de su presencia, y Freddy tampoco está interesado en prestarle más atención de la necesaria; prefiere evitarse más dolores de cabeza. Sin embargo, el característico ruido de un móvil tomando una foto rebosa el límite de su escasa paciencia.

Las alertas por robo y venta de drogas están saltando cada dos por tres y al chupapollas del Isidoro, porque Freddy no puede pensar en otro planchabragas capaz de hacerse selfies en comisaría estando de servicio, se le da por hacerse una sesión de fotos en los vestuarios.

Es posible que Freddy lo dejara pasar cualquier otro día.

Qué desgracia que hoy no sea cualquier otro día.

Más que dispuesto a mandar al hospital al agente, Freddy prepara la porra y se mueve detrás de los casilleros centrales con toda la intención de interceptar al gilipollas por la espalda, sin embargo, lo que se encuentra no es lo que esperaba.

Lo primero en recibirlo es la amplia, aunque menos ancha en comparación a Freddy, espalda del Inspector Jefe, cubierta por ese feo chaleco antibalas de color negro y, como no, una pulcra camisa de vestir que, extrañamente, combina con al resto de su indumentaria; lo normal es que sea de un color vistoso difícil de ignorar.

En lugar de prestarle atención a las acciones de Gustabo, quien, a juzgar por su posición ligeramente encorvada y parte de lo que Freddy puede ver de su reflejo en el espejo, está revisando la galería de su móvil para verificar la calidad de las fotos o directamente publicando algo en InstaPic, el Comisario prefiere dirigir su atención al cuerpo que se presenta frente a él.

[PAUSA] SUBCOMISARIO GARCÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora