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La Pola no iba a mentirse, estaba cagada hasta las patas.
Gracias a preguntarle a varios pibes con los que se hablaba, dió con la ubicación del pipa.
Necesitaba recuperar la bicicleta lo más antes posible, si tardaba todavía más Danilo empezaría a sospechar que habia algo ahí y se iba a querer meter.
Había ido primero a felicitar al pinto, su hermano, por su cumpleaños y de ahí ya arrancó hasta donde se suponía el chorrito ese debía estar.
Finalmente llegó a una casa poco decente con el alambrado hecho pija.
Dentro, en el patio de tierra se veía al buscado con un par de peros fumando porro y con un vino en caja y una gaseosa.
—Apa... ¿Y esta linda de dónde salió?—habló uno de los pibes señalando a Antonela mirándolos desde afuera.
Todos los ojos de los raqueteados fueron a la piba como si fuese que no hayan visto una en su vida.
Antonela suspiró de mala gana y entró con confianza.
—Que onda... Vos sos la hermana del Hernán... La Pola, ¿no?—los ojos del pipa la miraron de pies a cabeza y ella sintió repugnancia.
—¿Todo bien pipa?—lo saludó metiendo sus manos en el bolsillo de su jean—bueno... Yo vine acá porque...—el pipa le extendió el porro en "buena onda" a lo que ella le dió una sola calada antes de devolverselo, más que nada para intentar aligerar el ambiente—... Quería pedirte si me podías devolver la bicicleta que robaste el otro día, en el tiroteo en la canchita.
—¿Esa cleta no era del uruguayo?—preguntó con la voz afectada por el faso.
—Bueno sí... Y el uruguayo es mi amigo, así que quería venir a fijarme si se la podía rescatar, ¿Vos no me la podés devolver?—intentó mostrarse segura.
—Y... La verdad que está muy piola la bici, y la iba a empeñar.
Y sí, tremendo fisura es este, la polaca tenía muy claro que este le daba cogollo a su hermano.
