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Sun me hizo saber que este capítulo fue demasiado rápido, y fue totalmente cierto. Asi que, tratando de pulir lo mejor que pude dividí esto en 3 capítulos donde agregué nuevas escenas, más contenido y quité otras cosas. Por si gustan leerlo ya que no hay mucha diferencia, pero sí hay cambios importantes. 

Aunque el qsmp finalice, se de una pausa o se extinga completamente, yo voy a terminar este fic porque es un regalo para alguien a quien aprecio mucho, más aparte, esta plataforma me permite editar los caps de ser necesario, asi que estaré al pendiente de si algún capítulo fue un apresurado o si hay errores demasiado visibles, tengan en cuenta que no tengo beta y soy muy distraído en todo. 

De igual manera voy a publicar este trabajo completo en la otra plataforma cuando haya terminado de subirlo por aquí.

Espero volver a hacer las actualizaciones por lo menos 1 vez cada dos semanas. Espero. 

Gracias por leer. 

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Dos primaveras habían pasado

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Dos primaveras habían pasado. Y aunque el frío cubría varios meses, la relación de ambos pequeños se moldeó en un compañerismo fiel. En las buenas y en las malas.

En esos dos años Roier se fue moldeando a lo que su padre le exigía: ser un heredero al trono.

En un principio esa fachada pintoresca que mantuvo el príncipe no funcionó cuando su propio padre casi le arrebata a su Cellbo con la tonta excusa de que ya podía valerse por sí mismo, así que, con su orgullo echado al suelo comenzó a portarse obediente, incluso manso para varios de sus tutores: se esforzaba el doble en su educación, se mantenía siempre junto a su padre cuando este se ocupaba de temas políticos y sociales junto a varios socios e incluso, retomó todas esas clases extras que le otorgaban un refinado sentido de culto para ser bien recibido en el escalón donde pertenecía. Era cansado porque tenía que reprimir su forma tan explosiva de ser y la mayor parte de su tiempo no podía estar cerca de Cellbit más que en las comidas y en sus noches de escape, pero todo ese maldito empeño y sus lágrimas pudieron concederle un deseo que le otorgó su padre, él único que importaba para ese entonces.

Su Cellbo pudo entrar a la guardia real.

Y si bien el rey había estado reacio a conceder dicha petición (aunque ahora ya era el quincuagésimo cumpleaños de su hijo), aceptó la solicitud pues veía en el sirviente una fidelidad espantosa por Roier. Y si su hijo en algún momento estuviera en grandes aprietos, el rey sabía que ese joven le salvaría así diera su propia vida a cambio.

Parte de la batalla había sido ganada con ese objetivo concebido, pero en el camino a recorrer debía de ser lo más cuidadoso que pudiese, pues mantener a un driffter escondido en el mismo palacio, rodeado de personas puras todos los días a todas horas era un hecho por lo menos desquiciado. Y ambos lo sabían.

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