03

11 3 0
                                    

cap tres

"Y si ya no puedo verte, ¿por qué Dios me hizo quererte?": Aquí se plantea una pregunta existencial sobre el propósito del amor y el sufrimiento que conlleva la separación. Es una reflexión sobre la naturaleza del amor y los misterios del destino.


Nos encontrábamos caminando por un parque,el cielo se pintaba de colores naranjas y rojos,el parque en ese día por alguna razón se veía tan pero tan verde que solo me hacía sentirme en paz ,habíamos llevado a mis pequeños mellizos al parque y ellos corrían y reían mientras yo y mi esposa caminábamos detrás de ellos en una pequeña charla.

-Me estás diciendo que si es niño se tiene que parecer a ti?,amor cuidado con ese ego que te cargas

-ego? acaso no soy guapo,dime qué no soy guapo anda haslo -rei mientras sostenía su cintura y dejaba pequeños besos en su rostro -el embarazo te sienta de maravilla ,si ya eres hermosa,asi cualquiera te va a querer robar

-que lo intente ,tengo a mi esposo que no dejara que me lleven.

...

No quedaba ni un rastro de lo que era el parque verde,llovía y se veía oscuro ya,comencé a buscar algo...o a alguien con desesperación,corría y sentía un gran nudo en mi garganta.

El pintoresco momento tomó un giro conmovedor cuando el otrora vibrante parque se transformó en una escena sombría envuelta por la lluvia y la oscuridad. En un repentino cambio de humor, la atmósfera se cargó de urgencia y desesperación cuando buscaba frenéticamente algo o a alguien, con el corazón atrapado por un profundo sentimiento de pérdida y anhelo.

...

Desperté sobre saltado aún sentía ese nudo en mi garganta sentía mis ojos arder de las lágrimas que se acumulaban,si,sin duda quería seguir en el sueño donde solo sentía paz.

Me encontraba en un departamento alejado tanto de mis amigos como del trabajo,una vez más me había ido a beber como sino hubiera un mañana que a pesar de que habia dormido aun sentia que tenia alcohol en mi sistema.

¿Cómo se superaba a quien habías amado con todo tu ser?,necesitaba ayar esa maldita respuesta para poder dejar de sentirme tan mal,para dejar de culparme de lo que les pasó. Dormía más de ocho horas y siempre que lo hacía eran pesadillas siempre que dormía ella y nuestro pequeño era lo que parecían,no se si eran sueños tan lindos o sueños tan...horribles.

Solo la necesito a mi lado,aunque sea un solo día para poder abrazarla,besarla y decirle lo mucho que la amaba,poder estar con nuestro pequeño,no necesitaba más para poder ser feliz y seguir. Me quedé mirando el balcón delante de mi cama,tenía la vista fija en un solo punto había comenzado a llorar como era de costumbre,me levanté de la cama tome un cigarrillo y lo encendí comenzando a fumar mientras salía al balcón,me recargue en este mirando hacia abajo.

"inténtalo,vamos Jeon...estamos en un octavo piso"

"si quieres verlos una vez más tienes que hacer sacrificios"

Me aleje un poco del borde,era la primera vez después de mucho que tenía ese tipo de pensamientos ,era la primera vez en mucho tiempo que deseaba morir para poder ver a mi pequeña familia.

-Dios mío...sabes que no hice nada malo -una vez más el nudo en mi garganta apareció haciendo que mi voz se quebrara- no hice nada malo ,solo la ame con todo mi ser ...y me la quitaste!! -solte un grito lleno de frustración ,tenía los ojos hinchados de tanto llorar y rojos y está vez no consumí nada que no fuera alcohol -si sabías que me la quitarias,por qué hiciste que me enamorara tanto...por qué hiciste que la amara como si fuera lo último en este mundo~

..por qué Dios me hizo quererte?"

Las lágrimas caían silenciosas, mojando el cigarrillo que sostenía entre mis dedos temblorosos. Recordé la última vez que la vi, la sonrisa en su rostro, su aroma, la calidez de sus abrazos. Cada recuerdo era un puñal en mi corazón. El nudo en mi garganta parecía apretar más fuerte con cada segundo que pasaba. Sabía que no podía seguir así, pero no encontraba la manera de salir del abismo en el que me había sumergido.

Una brisa fresca me trajo de vuelta a la realidad. A lo lejos, las luces de la ciudad parpadeaban indiferentes a mi dolor. Sabía que el mundo seguía girando, que la vida continuaba para todos, menos para mí.

De repente, el teléfono sonó dentro del departamento, rompiendo el silencio ensordecedor de mis pensamientos. Me tomó unos segundos decidir si responder o dejarlo sonar. Finalmente, apagué el cigarrillo, lo aplasté en el cenicero y me dirigí hacia el interior. El timbre persistente me recordó que, por muy destrozado que estuviera, aún estaba vivo, y eso significaba que tenía responsabilidades, aunque no tuviera ganas de enfrentarlas.

-¿Hola? -respondí con voz ronca y entrecortada.

-Jeon, soy Jiwoo. Necesito que vengas a la oficina. Tenemos una reunión importante y tu presencia es indispensable. -La voz de mi hermana sonaba firme, pero no autoritaria. Sabía por lo que estaba pasando y trataba de ser comprensiva, pero también sabía que la vida debía seguir adelante.

-Lo... lo intentaré. No prometo nada. -Mi voz apenas era un susurro.

-Sé que es difícil, Jeon. Pero necesitamos tu ayuda. -Y colgó.

Me quedé mirando el teléfono por un momento, contemplando la vida que había perdido y la que aún tenía que enfrentar. Me di una ducha rápida, tratando de lavar no solo el sudor y la suciedad de la noche anterior, sino también la tristeza que parecía haberse adherido a mi piel. Me vestí con lo primero que encontré y salí del departamento. El aire fresco de la mañana me golpeó, despejando un poco la niebla en mi mente.

En la oficina, todos parecían continuar con sus vidas, cada uno lidiando con sus propios problemas. Me pregunté cuántos de ellos llevaban dolores ocultos como el mío. Encontré a Jiwoo esperándome en la sala de reuniones. Su mirada era comprensiva.

-Gracias por venir. -Dijo, ofreciéndome una taza de café.

Me senté, tratando de concentrarme en lo que decía. Era difícil, pero poco a poco, las palabras comenzaron a tener sentido. Me sumergí en el trabajo, usando cada pedazo de mi mente para alejar los recuerdos dolorosos. Sabía que era una solución temporal, pero era lo único que tenía en ese momento.

Al final del día, me sentí agotado, pero había logrado mantener mi mente ocupada, al menos por unas horas. Al regresar a casa, el silencio me recibió de nuevo. Me preparé una cena ligera y me senté en el sofá, mirando la televisión sin prestar atención realmente a lo que mostraba.

La noche avanzó y con ella, los recuerdos volvieron a invadir mi mente. Sabía que la batalla sería larga y dura, pero por ahora, había logrado sobrevivir un día más. Y eso, por pequeño que fuera, era un triunfo.

Miré por la ventana hacia las estrellas y murmuré una última plegaria, esperando que algún día, pudiera encontrar la paz que tanto anhelaba...que tanto buscaba para poder seguir con mi vida sin sentirme culpable de lo que habia ocurrido con mi esposa.

Historia de un amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora