BASOREXIA

297 30 3
                                    

Veinte de enero y el sol ya estaba saliendo, obsequiando sus exquisitos rayos de luz a su demacrado rostro que rogaba por un poco de sueño perecedero. Su frente, portando un nítido color canela como piel y un pequeño punto rojo como imperfección, brillaba con la luz del amanecer reflejándose en tenues gotas de rocío. Aún siendo un crudo invierno fuera de aquél cálido hogar al cual no pertenecía, su cuerpo se mantenía caliente y sus mejillas, sonrosadas en respuesta al calor que la sola presencia de la persona junto a él emanaba.

O tal vez era la dirección en que se dirigían sus pensamientos.

Jeon JungKook eran un patán de primera. Cuando TaeHyung le conoció hace siete meses atrás, ambos esperaban ansioso su turno para Donkey Kong en el árcade nuevo que habían abierto hace tan sólo un par de días; él menor le había robado su turno al empujarle para poner primero su ficha e indicar que sería el siguiente. No había presentado un gran problema para alguien como Kim, tan optimista y carismático que no dudó en intentar relacionarse con él.

Siete meses habían pasado desde ese Mayo de 1983.

Siete meses en los que se había dado cuenta de que Jeon JungKook era un patán de primera con todo el mundo. Menos con él, a veces.

Era curioso como, mientras pensaba en ese día y una leve pizca de felicidad se instalaba en su pecho, aquello no había logrado opacar semejante deseo restringido que hacía doler su miembro palpitante apretado por sus jeans. Diez segundos después de haber abierto sus ojos después del último intento por conciliar el sueño, a causa del furor de los rayos solares, se había embobado con la imagen de su amigo durmiendo plácidamente con la boca entreabierta; y cinco minutos después, el oxígeno que entraba a su organismo parecía presionarle con fuerza el pecho y aún así, hacerle creer que no era suficiente.

Porque para Kim Taehyung, en todas esas milésimas de segundos, no había nada más majestuoso que aquella línea color durazno fina y brillante que le regalaba las mejores sonrisas; y aunque aquello, tan inocente y puro era una muestra significante del afecto que le tenía el menor, el no podía evitar convertir tal gesto en algo depravado y pecaminoso, algo que tantas veces había querido probar y en este momento, se contenía para no hacerlo mientras dormía.

Y ahora, en el silencio sordo de la habitación desordenada de madera, su pesado y ruidoso respirar parecía adueñarse de cada rincón entre esas cuatro paredes pequeñas y rebotar con gracia en el vidrio de la única ventana sin cortinas.

Las gotas de rocío que esperaban ansiosas e impacientes en su frente, comenzaron a adueñarse de cada centímetro de su tibia piel y las palmas de sus manos empezaron a picar, mientras sus ojos oscuros se dedicaban a mirar aquél cuello níveo que era lo único que dejaba apreciar la camiseta de The Beatles que llevaba puesta JungKook. Incluso así, aquello y las ganas de probar aquella boca, era más que suficiente para provocar en TaeHyung una injuria de deseos pecaminosos y casi, sólo casi, hacerlo acabar en sus pantalones.

O tal vez no, porque en el transcurso de sus pensamientos, su respiración se aceleró y su corazón golpeó con lentitud y fuerza su caja torácica, como si no quisiera ser realmente testigo de lo que estaba a punto de ocurrir allí.

En el tiempo en qué sus manos empuñaban las sabanas, su cabeza bajaba causando que sus cabellos rubios cubrieran su rostro y aquélla expresión impura, sólo él era espectador del fuerte espasmo que sacudía su cuerpo con cada ola de puro placer y liberación. No fue necesario abrir sus ojos, los cuales fueron cerrados y apretados con fuerza en tal periodo de ese clímax que terminó por corromperlo, el cosquilleo entre sus piernas, el olor suave y la humedad, le hicieron saber que ahora su semilla se encontraba siendo absorbida por la tela de sus pantalones.

Basorexia •• VKOOKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora