Decir lo que siento sin pensar ¿Qué es lo peor que puede pasar?

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Gabriel.

Si antes Maidely odiaba los proyectos, ahora los detesta.

Y a mí me están empezando a encantar. 

No por el tema; El tema del proyecto y yo nos llevamos pésimo. Pero con la compañía de Maidely era una tontería si me molestaba el tema del proyecto. Era imposible concentrarse en algo, con alguien tan perfecto a tu lado. 

¿Cómo pense que Maidely era una cualquiera? Era todo lo contrario ―aunque ella no lo veía―. Maidely era un amor de persona, y a pesar de que no me trataba de una manera muy amigable, seguía siendo...No lo sé, no habían palabras para describirlo. 

Claro, no lo podía decir. Ni siquiera a Ivie. Se lo contaría cuando lo tuviera claro. 

Maidely había pasado las últimas cuatro semanas avanzando la gran parte de proyecto sin siquiera dirigirme la palabra. Solo se limitaba a decir lo que debía hacer y lo que tenía que completar. De resto, todo se lo decía a Ivie y Ivie me lo decía a mí. 

Pero, cuando venía a mi casa, sin saber porque, me emocionaba mucho. A pesar de que no me hablara, a pesar de que se muestre distante, seguía teniendo la esperanza de que llegaramos a ser amigos o algo así. Solo que eso no sería en poco tiempo, tenía que buscar la manera de que no me tuviera ese rencor todavía.

Mientras tanto, seguiría siendo un manojo de nervios al estar en una misma habitación junto a Maidely ―hasta, si se encuentra Ivie ―. Ese es el precio a pagar. 

Por ahora, lo único que tengo claro sobre Maidely, es que es una persona acendrada. Y yo era todo lo contrario. Si lo hubiera pensado con otra persona, me hubiera ido lo antes posible; Pues no me gustaba que en una amistad las dos personas fueran diferentes. Pero no importa lo que intente, no podía alejarme de Maidely. 

¿Desde cuando empecé a sonar tan...cursi? 

Salí de la universidad y empecé a caminar por el camino, en donde el olor a petricor estaba impregnado y el cielo se pintaba colores opacos. Corrientes fuertes de aire pasaban y el sonido melifluo de la lluvia estaba empezando a encantarme demasiado. 

¿Por qué nadie habla de esto? ¿De estos momentos en los que tu mente deja de pensar por un momento y solo se concentra en el paisaje y los sonidos que lo rodean? 

Es cómo si no hubiera nada más que hacer. Te encierras en ese pequeño momento y la catarsis se empieza a adueñar de ti en unos pocos segundos. Ese momento era perfecto, infravalorado, sencillo y relajante. Era desconector. 

Entre al apartamento y me metí en el ascensor ascendiendo a mi piso. Al salir, busqué las llaves y al encontrarlas, la metí en la cerradura. Cuando estuve dentro del apartamento, cerré la puerta y me giré para seguir mi camino hacia la habitación. Pero la silueta de alguien me detuvo y me hizo dar tal respingo, en el que, sin querer las llaves de la puerta salieron disparadas a una esquina. 

Maidely dejó la pequeña taza de té en la mesita del comedor y me saludo con una sonrisa, raramente, educada. Mientras que yo intentaba recuperar la compostura.

―¡¿Pero qué haces aquí?! ¡¿Estas loca?! ―pregunté, alarmado.

 ―La única vez que te saludo con una sonrisa y lo desperdicias. 

 ―No lo haría si me saludaras en lugares como la universidad, ¡Pero estas en mi casa! ¡Y no sé cómo entraste! 

 ―Vaya, no lo sabía ―ironizó. 

Recogí las llaves tratando de no molestarme por su actitud. No quería empezar así. Me acerque al mesón donde ella había dejado la taza de té y me apoyé sobre mis dos manos. 

Inefable.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora