♡Seúl Station♡

♡ Cap I ♡

Junhui listo para empezar otro año más en la facultad. Actualmente sería el último año de su carrera de gastronomía.

Su pasión en la cocina era superior a cualquier otra cosa que le gustará, ni siquiera pasar tiempo con sus amigos o tener un día libre se le hacía tan agradable como una tarde en la cocina o dejando que su imaginación vuele, o seguir las recetas que tenía anotadas en su cuaderno de cocina personal.

Este estaba escrito a mano, había copiado muchas recetas de libros que le encantan, muchas suyas y tenía cada receta de su abuela en está porque era un legado que no iba a dejar ir.

El único problema que le veía a su facultad era la distancia, el largo tramo que había entre Gangnam y Seúl, eran casi dos horas donde debía levantarse temprano, muy temprano si sus clases empezaban a las siete de la mañana, pero por suerte, varios años de estar yendo y volviendo de la misma ruta, lo hizo acostumbrarse.

Eran casi las seis de la mañana, faltaban diez minutos para ser exactos, según lo que había averiguado de su horario, las clases empezarían a las ocho y debía estar a tiempo ya que había una caminata de cinco minutos hasta la facultad y debía ser rápido si el horario se lo permitía.

Entró al tren en su estación, afortunadamente, al ser de las primeras estaciones conseguía asintientos y podía viajar esas dos horas tranquilo. Por lo general, iba escuchando música o jugando con su celular ya que esos trenes eran más caros pero tenían servicio wifi y lo salvaban de morirse de aburrimiento.

Los primeros días eran tranquilos, introducciones y explicaciones de las materias que literalmente eran rangos superiores y experimentales de los anteriores, pero lo que temía es que al final tenía el último examen, uno donde tenía que preparar cuatro platillos; entrada, almuerzo, cena y postre, donde haga explotar los paladares de los jueces y recibir su diploma.

Por eso se estaba adelantando mucho en eso, a penas era el primer día y había mucho que aprender aún.

El viaje se le hizo leve, pero alco caluroso, la cantidad absurda de gente que subía y que bajaba era de temer, pero cuando llegó a su destino, literalmente fue un maldito desastre intentar bajar en Seúl.

La gente era muy desesperada a su parecer, se incluía, pero al menos tenía la decencia de dejar que primero bajen las personas del tren y luego suban las de la estación.
Pero mucha gente no parecía comprender eso. Luego de varios pisotones y algún codazo, pudo salir de la estación y fue directo a la facultad para empezar su rutina.

Tal como lo había pensado, el día estuvo lleno de presentaciones, con la diferencia que empezaron bastante intensos, mandando ya el primer trabajo, que era un resumen de todo lo que habían aprendido en el año.

Junhui logro disfrutar su día con la compañía de sus amigos, que al contrario de él, vivían en la capital y no debían transportarse tan lejos para llegar a la universidad.

El día fue repetitivo, presentaciones, explicaciones de la nueva materia y tareas. El castaño estaba algo tenso de ver qué ya había llenado casi cinco hojas de su cuaderno, realmente iban a destrozarlo en este año, no solo con exámenes teóricos donde era horrendo, si no también en las prácticas.

El día terminó agotándolo, ahora entendía porque todos los de último año eran lo más parecido a zombies vivientes y eso que su carrera no era exactamente lo más difícil en teoría, aún así, debía estudiar más duro ya que no podía ser que algunas normas de higiene y salubridad se le olvidará, debía saberlas como la palma de su mano.

Esperar el tren en Seúl era lo menos tranquilo para acabar su día, aunque no salía tarde, siempre tenía la mala suerte de tomar los trenes en horarios picos o demasiado ocupados, haciéndolo sufrir de trenes y estaciones llenas cada que iba y venía de su casa a la capital del país por cualquier motivo.

El tren llegó en unos minutos, cargado hasta la médula, pero no quería esperar el próximo, a decir verdad, quería llegar a casa para empezar a hacer sus tareas y comer algo ya que desde el almuerzo no había probado bocado.

Dejó pasar a dos abuelitas que le dieron las sonrisas más cálidas que obtuvo en el día, pasó luego de un chico más bajo y se adentró al mundo de gente que era el tren. Siempre iba en el mismo lugar, en el mismo vagón, era el octavo, uno de los últimos antes de llegar al final, por lo general, ese no venía tan lleno, pero la gente siempre iba caminando para buscar más espacio libre y en especial aire acondicionado.

Quizá él venía viajando hace más de tres años en el mismo, ya conocía los mejores lugares y definitivamente se quedaba en ese rincón de asientos, pegado a la puerta, donde el aire pegaba de frente y las ventanas eran grandes para ver las estaciones sino llegaba a escuchar el anuncio por las voces de las personas. También los asientos eran cómodos y el internet llegaba bien.

Era un vagón donde no iban muchos niños ni muchos adultos mayores, haciendo que solo sea un campo de batalla entre adultos para conseguir asientos, que afortunadamente era bueno y rápido, consiguiendo uno de los mejores, haciendo que su viaje de dos horas sea tranquilo y ameno.

El viaje de por si era el mismo de siempre, se había sentado en un par de asientos pero al llegar una mujer embarazada con su esposo, le cedió el asiento encantado, ellos le habían explicado que no tenían muchas estaciones pero terminó respondiendo que no se preocupen. La pareja no le mintió, luego de cinco estaciones, logró volver a su asiento saludando a la dulce pareja, felicitándolos por el bebé.

Mientras se sacaba su mochila para ponerla sobre sus piernas, accidentalmente golpeó al chico que estaba a su lado, haciendo que esté del quejará un poco.

-Oh dios, lo siento mucho - se disculpó el castaño mirando al chico a la cara

-Está bien, no pasa nada - esté lo miró de vuelta dedicándole una sonrisa sincera

Junhui sintió su mandíbula caer y se obligó a ver hacia adelante con el corazón acelerado, no podía empezar a babear por el chico que acababa de golpear.