La brisa era diferente. Lo noté nada más poner un pie en la estación. También me di cuenta de que esa parada era poco transitada por ese tren. Solo bajamos dos personas y al bajar no había nadie en el andén.
La parada estaba al aire libre, se veían las montañas y el campo rodeando aquella zona llena de vías, farolas, carteles y vallas. A diferencia de la estación de la ciudad, aquella no estaba integrada. Tuve que arrastrar un poco la maleta para visualizar el pueblo. No estaba lejos, pero tampoco cerca. Como bien recordaba, había que caminar hasta allí. Bufé algo molesta, quince minutos bajando una colina con una maleta no era divertido. Me senté en mi maleta observando de nuevo la estación. Aunque seguía aparentando estar medio abandonado, la habían remodelado desde la última vez que la vi. Seguramente, al estar al aire libre y rodeada de naturaleza, se deterioraba con facilidad. La última vez el suelo no tenía variedad de baldosas, eran grises y ya. Ahora diferenciaba algunas más claras y oscuras haciendo dibujos en el suelo.
Me levanté de la maleta esperando a que mi padre cogiera el teléfono. Estaba comunicando, al menos había cobertura allí. Una brisa fuerte que casi me movió ligeramente, al igual que en la estación, me incitó a mirar en la dirección de la misma. Mi propósito era que el pelo dejara de volar hacia mi cara, pero acabé encontrándome algo al darme la vuelta.
No estaba sola en el andén como antes. Vestía una camisa blanca de manga corta, tenía una bandolera negra que parecía estar llena a rebosar. Llevaba en una de sus manos lo que parecía un MP3, y en sus orejas unos auriculares rojos. Su cabellera negra también estaba siendo agitada, pero no parecía molestarle tanto como a mí. No podía quitarle los ojos de encima, parecía ensimismado en su música y en las vistas. Se colocaba los cascos sin quitar la vista de las vías y mover los pies balanceándose de atrás a delante.
—¿Yuwon?
Miré mi teléfono viendo que la llamada con mi padre llevaba diez segundos. Me senté en la maleta dando la espalda al chico rápidamente. Si no le daba la espalda seguiría observándole durante horas. No recordaba gente de mi edad allí, tal vez porque nunca la busqué.
Las veces que fui a ese pueblo salí poco de la casa. Y prácticamente borré toda la memoria en donde estuve allí. Me sonaba haber hablado con un chico de mi edad más o menos, pero no recordaba ni cuándo ni por qué; así que era como si lo hubiera soñado.
—Sí, perdón—sonreí nerviosa—ya he llegado, estoy en la estación.
La estación tenía un pequeñito tejado para la sombra, pero igualmente sentía el calor atravesarme.
—Siento no poder ir a buscarte, estamos llenos en el restaurante.
Era de esperarse. Su restaurante era muy reconocido, a veces salía en la televisión ya que era muy común que los extranjeros visitaran el pueblo solo por comer allí. Tenía muy buenas reseñas, y esa familiaridad propia de mi padre con trabajadores y clientes debió hacerlo popular.
Cuando su restaurante estaba en la ciudad era realmente lo mejor de la zona. Me encantaba ver gente nueva todos los días, y además de diferentes lugares. No era caro, los platos eran bastante grandes y servíamos rápido. Era un restaurante perfecto.
—Iré a la casa a dejar la maleta. Te aviso cuando llegue.
Recordaba vagamente el camino, la casa y hasta la habitación que tenía. Cuando mi padre se mudó, volvió a la casa donde se creció, y yo acaparé su antigua habitación.
—No te pierdas por ahí, y recuerda que la llave de repuesto está...
—Bajo la tercera piedra al entrar, lo sé.
Tras colgar me levanté mentalizándome para el camino que me esperaba. Justo cuando estiré los brazos hacia arriba escuché al tren acercarse. Era muy diferente al que vine yo, parecía más un pequeño metro. En la pantalla ponía C12, y en comparación a la velocidad con la que frenó el mío en mi estación, ese se lo estaba tomando con calma. Inconscientemente miré al chico, seguía con su teléfono y el MP3 en la mano.—¿por qué tenía un MP3 si tenía un móvil para escuchar música?—. El chico dio un paso hacia atrás, las puertas se abrieron lentamente, salieron un par de personas con mochilas también. Se le echaron encima. Supuse que eran sus amigos, no solo vestían igual con camisa, si no que le despeinaron más de lo que estaba y le llamaron aburrido a todo pulmón. A diferencia del lugar, ellos no eran para nada tranquilos. El chico metió en su bandolera el aparato, o eso creyó. Sus amigos salieron corriendo en mi dirección, uno de ellos con lo que pude diferenciar que era el móvil del chico. Él, un poco después, corrió tras ellos. Delante de mí estaba el MP3; se le había caído. Al levantar la vista les diferencié algo lejos. Con la maleta no les iba a alcanzar. Lo agarré curiosa y, sin pensármelo dos veces, lo metí en mi bolsillo. Si mi vista no fallaba, estaban dirigiéndose al pueblo; con suerte podría devolvérselo.
No solo había uno de mi edad, había por lo menos tres chicos con los que podría haber entablado una amistad hacía años y nunca lo supe. Ahora que estaba allí, me tentaba bastante el hacer algún amigo, alguien al menos para que me enseñara el pueblo. Mi padre estaría ocupado, así que dudaba que pudiera ser mi guía hasta la noche.
Caminé odiando el camino de arena, los bichos que me atacaron y el pequeño rayo de sol que decidió salir justo cuando estaba en medio de la nada. A ese paso me iba a quedar como un cangrejo. Si lo hubiera sabido me hubiera echado algo de crema, aunque fuera solo en la cara.
Aunque había empezado odiando el camino de piedrecitas cuesta abajo y el sol, debía admitir que el ambiente, ese olorcillo y ese aire limpio me agradaba más de lo que recordaba. La ausencia de coches también me resultó agradable, al menos mientras caminaba por el medio de la carretera sin miedo a ser atropellada.
Las casas seguían iguales a cómo recordaba, unas al lado de otras con jardines realmente pequeñitos y vallas altas pintadas a mano. Había una farola y un cubo de basura en cada esquina. Las calles no estaban vacías como esperaría de un martes a la una de la tarde. En la ciudad estarían alborotadas, a cualquier hora y momento del año, pero pensaba que el pueblo sería lo contrario. Me imaginaba calles desoladas, pero me llevé un chasco al ver a tanto anciano y niño por ahí. La última vez que pisé ese lugar no había tanta juventud, sin lugar a dudas. Solo recordaba a personas rondando la edad de mi padre por ahí observándome.
—¡Cuidado, niños!
Acto seguido una niña de no más de ocho años chocó con mi maleta casi cayendo de boca contra el suelo. Vi a cámara lenta como corría hacia mí de quien imaginé que sería su hermano, cómo tropezó con mi maleta y puso las manos antes de estampar su cara con el bordillo. Se había rozado las rodillas con el asfalto, y hasta yo estaba horrorizada por la poca, pero existente sangre de sus rodillas. Dejé alarmada la maleta en el suelo a su lado, tumbada a menos de medio netro de ella. Me senté sobre la misma, por miedo a que me la robaran, y pregunté a la niña de dos trenzas si estaba bien. Se sentó conteniendo sus lágrimas y mirándose las rodillas. Su hermano corrió hacia el par de padres del otro lado de la acera.
—Puedes llorar—sonreí aliviada al ver que solo eran unos inofensivos roces.
—Si lloro me dirán llorona.
—¿Y cuál es el problema de eso?—me acomodé en la maleta—Hay que dejar las cosas salir.
—Duele mucho.
Mi sonrisa pasó de una amplia y amigable a una triste y melancólica. Por un segundo viajé al pasado, me situé en esas mismas calles sin automóviles. Sentí el vacío dentro mientras veía a mi padre frente a su casa, esa en donde yo no estaría todos los días. Sentí las ganas de llorar, y recordé cómo las aguanté porque los vecinos miraban curiosos como mi papá me presentaba la casa por fuera. Dolió, mucho. Él trataba de animarme, me sacaba a pasear y me llevó al restaurante para ver si conseguía sacarme una sonrisa, oero no funcionó. Mi vida había cambiado, los recuerdos se guardarían por separado, mis días pasaban a ser compartidos y alternados entre mis padres. Les escuchaba pelearse para ver quién estaría en mi cumpleaños en la cena y quién en la comida. Incluso aprendí a aceptar que tenía ciertos temas betadoa deoendiendo de con quién estaba. Con mi madre no hablaba de papá, y con mi padre no hablaba de la cadena de restaurantes de mamá.
—Han, pequeña—quien supuse que era su padre se agachó y miró sus pequeñas rodillas—Hay que mirar por dónde se corre—rápidamente me miró y me pidió disculpas. Era joven, y podía suponer que estaba entrando en pánico en esos momentos.
—¿Es la primera?—me levanté aguantando la risa—El primer hijo es complicado. Tu cara es un cuadro.
Tal vez fue por su informalidad al hablarme, pero no dudé en expresar lo que rondaba mi cabeza en esos momentos.
Siempre que venía con una herida nueva a mi madre, alguien le decía eso; que el primer niño era difícil.
—Han—la chica me miró aún conteniéndose—Llora mucho y hazle las cosas difíciles a tu papá.
Eso me lo decía siempre mi madre. Se agachaba a mi lado cuando estaba a punto de llorar y me decía esas cosas para que mi papá se escandalizara al escucharme llorar. Después de todo, era su niña bonita, y de alguna manera, a mí también me gustaba serlo.
Agarré mi maleta y seguí mi camino recordando viejos tiempos, esos en donde mi madre parecía feliz con mi padre cerca.
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Part Of Me -Yeonjun
FanfictionEran diferentes, sus vidas lo eran. Yuwon odiaba ese pueblo, y ellos eran parte de él. Yeonjun era un chico tranquilo que vivía en el pueblo. Ella vivía en la ciudad. No tenían mucho en común. Ella buscaba algo que le llenara; y lo encontró en Yeon...