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Dos chicas están tiradas una sobre la otra en la acera durante un día nevado de invierno. La chica de menor estatura sonríe con alegría a pesar de su adolorida espalda. —¿Ves?
Siempre te atraparé cuando caigas, incluso si tú fuiste la que me hizo caer.—

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—¡Ah, Violeta!— Uno de los meseros te saludó mientras entrabas.

Te quitaste la bufanda luego de pasar por la puerta. —Buenos días, Lucas. ¿Acaban de abrir?—

—Si, pero te hemos estado esperando. Chiara nos dijo que llegarías temprano hoy.—

—¿Ah sí?— Preguntaste mientras doblabas la bufanda alrededor de tu brazo.

Lucas sonrió y asintió. —Por aquí— luego se dirigieron hacia el lugar donde tú y Chiara
suelen sentarse.

—Hola, Violeta— Una suave voz te saludó.

—¡Suzete!—

La chica sonrió dulcemente. —¡Feliz cumpleaños!—

Lucas se retiró y te dejó con tu amiga. Así que Suzete era la persona de la que Chiara hablaba.

—Espera, Suzete, ¿así que sabías de los cassettes...?—

Suzete río un poco. —Si, lo sabía. Chiara me lo contó hace una semana y ya que sonaba muy divertido la convencí de que me dejara unirme— dio golpecitos al asiento junto a ella.

—Ven, siéntate.—

Te sentaste y colocaste la mochila cerca de tus pies. —Así que yo era la única que no lo sabía...—

Ni siquiera tuviste que preguntarle si las demás también estaban involucradas. Estabas tan preocupada que ni siquiera pensaste que esto pasaria.

Tu falta de sexto sentido para las bromas de Chiara podría resultar fatal para tu ya ansioso corazón.

—Bueno...— Suzete dudó pero decidió hablar.
Sabía que no tenía caso seguir guardando el secreto. —Las demás nos escucharon mientras
hablábamos de eso...—

Ahora entiendo por qué la defendían cuando faltaba a las prácticas.

Suzete sólo sonrió y palmeó tu mano. —Chiara sólo pensaba en ti.—

Esa chica...

—Violeta, toma.— Lucas regresó con una enorme taza del chocolate especial del café para ti. Lo mirabas mientras colocaba la taza en frente de ti.

—Pero aún no he ordenado nada...—

Lucas sonrió. —Es de parte de Chiara. Dijo que era un regalo de cumpleaños. Ah, aquí está tu té, Suzete— luego sirvió la taza de té antes de volver a retirarse.

Debías tener una curiosa expresión en tu cara porque Suzete rió ligeramente. —Es muy dulce,
¿verdad?—

—¿Lucas?—

—No, tonta, hablo de Chiara.—

—Oh...— Ahora te sonrojabas.