Capítulo 45

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Antes de leer..., se viene capítulo laaaarguito, espero que lo disfrutéis 🥰. También me gustaría recordarte que no olvides darle a seguir en mi perfil para estar al tanto de lo que publico en mi muro, como cambios de días de publicación o lo que sea, además me harías muy feliz ❤️. También puedes seguirme en Instagram: @ysabellemartin.escritora, donde publicaré pequeños adelantos previos a la publicación de los capítulos 😜❤️.

♡CAPÍTULO 45♡

Horas antes del parto...

Me gusta mirar por la ventana de mi habitación y ver la nieve caer en el patio. Los copos caen en el cristal y se convierten en agua hasta que se deshacen en forma de finas y largas gotas que dibujan diferentes formas en el vidrio. Me entretiene seguirlas. Son una distracción. En Nueva York, la nieve suele comenzar a caer en enero, y casi estamos a mediados de ese mismo mes. Lleva días nevando mucho, cada vez más, lo que hace que cada plan de escape que elaboro en mi mente haga aguas porque ¿qué tan lejos podría llegar sin congelarme o hundirme en la nieve y perjudicar a mis bebés? Estoy débil, pesada y vulnerable.

No sirvo para la gran cosa.

Ni siquiera pude proteger a mis hijos cuando Levin me sacó del hospital y no tomó la dirección que le di cuando me despedí de William tras el nacimiento de Mason, sino la que Michelle le ordenó seguir, trayéndome a esta maldita cabaña en mitad de la nada de la que no hallo la forma de escapar.

Extraño tanto a William que duele. Pienso en él cada segundo del día. Añoro tanto su presencia y su calor que no hay día o noche que no amanezca o me vaya a dormir pensando en las ganas devastadoras que tengo de regresar junto a él.

Tal vez ni siquiera me esté buscando. Tal vez se haya creído cada palabra que puse en esa carta y haya decidido que tenía razón y que debía estar lejos de él para estar a salvo. Rezo cada madrugada para que no se haya creído ni una letra de todas esas patrañas que Levin me obligó a escribirle.

El maldito Levin. No sé cómo nadie supo el psicópata que se escondía tras esa expresión amable que inspiraba tanta confianza. William no lo vio venir, así que no puedo culparle por fallar a su promesa cuando juró que nos protegería. Michelle fue un paso por delante ganándose a Levin como el súbdito más leal. No quiero ni saber qué artimañas usó para lograrlo.

Solo lo veo cuando viene a traerme la comida. Las primeras semanas fueron muy duras porque yo no dejaba de intentar huir, y cuando tomé el atrevimiento de agredir a Levin con un cuchillo, cortándole la barbilla, me gané días enteros comiendo con pajita porque dejó los músculos de mi cara inservibles. Me abofeteó tantas veces que tragué sangre y expulsé dolor a gritos, y Michelle le prohibió acercarse a mí, pero no por su seguridad, sino por la mía, porque necesita que mis hijos nazcan casi tanto como yo, pero por motivos muy diferentes. Los suyos sin duda retorcidos, asquerosos y mezquinos.

Ella me cambió del sótano a un dormitorio con baño para que no pudiese salir de ahí en todo el día, salvo en los paseos, después de que casi consigo escapar luego de aquel suceso con Levin. Encadenó mi tobillo a una estructura metálica en una columna de la pared con una cadena solo lo suficientemente larga como para llegar al baño, y los cubiertos ya nunca llegan. Comer con las manos se ha convertido en algo habitual para mí.

Los gemelos revolotean en mi vientre y sonrío. Solo ellos me hacen sonreír aunque esté muerta de miedo. Mis pequeños son mi única compañía. Acaricio mi abultada barriga, soportando los calambres de esta etapa final del embarazo. Los dolores cada vez son más fuertes, cada día mi vejiga soporta por menos tiempo los líquidos y me cuesta mover los pies de lo hinchados que los tengo.

Arrodillada [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora