Capítulo 1: El viaje del día a día.

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(PRESENTE).

MEEKAH SMITH.

El sol apenas comenzaba a asomarse por la ventana, tiñendo la habitación con suaves destellos dorados. Me desperté con la misma rutina de siempre, el aroma del café recién hecho y el sonido del agua corriendo en la cocina. La mañana tranquila se convirtió en un refugio momentáneo antes de enfrentar otro día en la oficina. Mientras preparaba el desayuno para Emma, me encontré sumida en mis pensamientos, cuestionando si realmente quería ir a trabajar hoy. La fatiga se sentía pesada sobre mis hombros; sin embargo, sabía que debía hacerlo. Cada esfuerzo que realizaba era un paso más hacia una vida mejor para mi pequeña.

Con el desayuno servido y las tostadas doradas en la mesa, subí las escaleras con pasos decididos. Hoy no podía darme el lujo de llegar tarde a la empresa; había una reunión crucial con unos socios alemanes que mi jefe esperaba que manejara con destreza. Al entrar en mi habitación, me preparé para enfrentar el día.

Primero, dejé caer mi ropa de casa y me sumergí en una ducha caliente. El agua caía sobre mí, llevándose consigo el cansancio acumulado de la semana. Después de unos minutos, sentí como si cada gota me renovara.

Al salir, elegí cuidadosamente mi ropa formal. Opté por un conjunto que me hacía sentir segura y profesional: una blusa blanca impecable y una falda negra que acentuaba mi figura. Mientras me vestía, reflexionaba sobre cómo cada prenda era un símbolo de mis aspiraciones y sacrificios.

El siguiente paso fue el maquillaje. No me gustaba exagerar; prefería un toque sutil que resaltara mis rasgos sin ocultarlos. Con cuidado, apliqué un poco de base y rímel, dejando que mi rostro hablara por sí mismo.

Finalmente, llegó el momento del cabello. Mi rubio largo caía en suaves ondas alrededor de mis hombros. Con destreza, lo recogí en un elegante peinado que me daba un aire de profesionalismo y calidez al mismo tiempo.

Listo para enfrentar el mundo exterior, bajé a la habitación de Emma con una sonrisa en el rostro. La vi dormida, su pequeño rostro iluminado por los primeros rayos del sol. Me acerqué y le di suaves besitos en la cara hasta que comenzó a moverse y una sonrisa se dibujó en sus labios.

-Buenos días, mi amor. ¿Cómo dormiste? - pregunté con ternura.

Ella frotó sus manitas contra los ojos aún somnolientos; no le gustaba ser despertada abruptamente, algo que heredó de mí.

-Bien, mami. ¿Y tú? - Respondió con voz adormilada.

-Perfecta, mi amor. Vamos a darte una ducha, cariño. - Dije mientras ayudaba a Emma a despertar completamente.

La llevé al baño y preparé su ducha caliente. Cuando todo estuvo listo, desvestí a mi pequeña y la introduje en la bañera llena de agua burbujeante. Sus ojos se iluminaron al ver su muñeca Barbie flotando junto a ella; sabía cuánto le encantaba jugar mientras se bañaba.

Mientras lavaba su cabello rubio rizado con suavidad, nuestras risas llenaban el aire. Después de un rato jugando con las burbujas y las muñecas, la saqué de la bañera y la envolví en una toalla suave antes de vestirla con un hermoso vestido rosa que había elegido especialmente para ella.

Con su cabello peinado en dos coletas adorables y listas para salir, bajamos juntas a desayunar. La mesa estaba adornada no solo con comida deliciosa sino también con risas y charlas sobre lo que haríamos juntas después de que regresara del trabajo.

Una vez terminado nuestro desayuno lleno de amor y complicidad, tomé mi cartera y el bolso de Emma para llevarla conmigo a casa de mi madre. Era ella quien cuidaría de Emma mientras yo estaba fuera; aunque había considerado inscribirla en una guardería, mis padres se opusieron firmemente. Querían disfrutar cada momento con su nieta, y eso era algo por lo que siempre estaría agradecida.

El jefe de la mafia. (Nueva edición).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora