Al día siguiente se levantó, se puso unos pantalones tejanos flojos y su jersey verde de cuello alto que tanto le gustaba. Salió de casa y fue andando tranquilamente hasta Frenchies por la carretera principal del pueblo.
Frenchies era un orfanato grande pero pobre. Tenía un enorme tejado de piedra y una puerta de madera sobre la que había dos gárgolas muy extrañas. Aún así , el interior era acogedor. Había varios ventanales que iluminaban el salón y una chimenea larga y ancha que sobresalía por el tejado. Desde las ventanas se podían ver las habitaciones de los niños y niñas huérfanos pero estaban desocupadas todas.