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Minho había ganado en la vida.
Podía jurar que tenía a la mejor esposa de todo el mundo y si es posible, de todo el universo. Apostó todo su corazón por Yinny, desde el primer instante en el que sus miradas se cruzaron y el contacto visual se convirtió en una clase de coqueteo ambiguo, supo que estaba en el lado correcto.

Juntos, Minho y Yinny decidieron emprender una nueva aventura en Londres, donde Minho alcanzó la cima de sus sueños al conseguir el empleo de sus anhelos. ¿Podría desear algo más? Era un hombre bendecido y admirado incluso por aquellos más cercanos a él, y no era exagerado destacar este pequeño detalle.

Minho, dotado de una pasión innata por narrar con meticulosidad, encontró su lugar en una prestigiosa empresa postal. Aunque su formación en periodismo podría haber parecido un desvío, él disfrutaba cada momento de dar vida a historias, engalanándolas con titulares resonantes y capturando la atención del público con maestría.

El beso que Yinny le plantaba en los labios al despedirse todas las mañanas era una rutina que Minho atesoraba con gratitud.

— Cariño, esta noche regresaré un poco más tarde. Tengo un compromiso importante... ya sabes. — Yinny compartió con Minho, quien asintió con gentileza. Cada vez que la contemplaba, sentía el palpitar de su corazón, igual que la primera vez que la vio. Por vez primera, Minho experimentó la plenitud del amor verdadero. Pero junto con la dicha, el amor también suscitaba preocupación por la persona amada; era inherente a su naturaleza.

— Todo es por tu bien Yinny. Tal vez el cambio a Londres te hizo dejar muchas cosas atrás pero eso no significa que lo has perdido todo, aún me tienes a mí. — Una sonrisa afable se dibujó en los labios de Minho, provocando que una lágrima escapara de los ojos de su esposa, revelando sus emociones de manera inequívoca.

Minho envolvió a Yinny entre sus brazos, buscando brindarle consuelo. Quizás no siempre sabía cómo expresar su apoyo emocional de manera directa, pero un abrazo nunca estaba de más cuando Yinny comenzaba a llorar.

— Minho, eres el mejor esposo del mundo, ¿Ya lo había dicho?

— Muchas veces, cariño, pero jamás me cansaré de escucharlo. — Otra sonrisa, y luego se separaron del abrazo. Minho observó a su esposa, cuyos ojos ya no estaban tan vidriosos. — Pasaré por ti después de que tu cita termine, llámame si necesitas algo.

Así lo haré. — Yinny depositó un beso en los labios de Minho antes de salir del apartamento.

Minho suspiró. La tristeza parecía consumir a Yinny poco a poco. Quizás se debía al cambio drástico que implicaba una mudanza, dejando atrás el hogar que una vez conocieron. Pero Minho estaba decidido a apoyarla en cada paso del camino.

Anhelaba ver a la mujer radiante de la que se enamoró aquel verano. Deseaba que Yinny volviera a encontrar la felicidad que una vez compartieron, como cuando le robó su primer beso o cuando descubrieron la alegría en las pequeñas cosas, como contemplar un atardecer juntos. A veces, añoraba a la Yinny del pasado.

Despejó un poco su mente y fue en ese preciso instante cuando recordó que llegaría tarde a trabajar, nuevamente.
Se puso el traje sucio que había utilizado un día anterior, no le había dado tiempo de lavarlo, pero aún así se aseguró de no oler mal. Se había bañado prácticamente con su perfume favorito. Olía a vainilla, a pesar de que no era la persona más amante de los aromas dulces, podía decir que esa fragancia lo había atrapado.

Al salir de su apartamento, siguió el camino familiar hacia su trabajo. Al llegar a la oficina, se encontró con montones de papeles esparcidos por su escritorio, evidencia de tareas inconclusas.

Unos golpecitos suaves en la puerta lo hicieron voltear, y ahí estaba uno de sus mejores amigos en Londres, HyunJin.

— Llegas tarde de nuevo, lindo. — HyunJin le guiñó un ojo, y Minho respondió con una sonrisa.

— Sí Hwang, tal vez si tuviera un automóvil mi traslado sería más sencillo y llegaría incluso antes de que puedan abrir la empresa.

— ¿Estás insinuando que pase por ti, mi encantador príncipe?

Minho solo suspiró. Lidiar con los comentarios juguetones de HyunJin a menudo parecía una pérdida de tiempo cuando tenía tanto trabajo por hacer en su pequeña oficina, aunque siempre encontraba un momento para responder con gracia, al menos en su mente era gracioso.

Conoció a HyunJin en el momento adecuado. No solo tuvo la suerte de encontrar a un hombre coreano en Londres que se convertiría en su mejor amigo en poco tiempo, sino que también halló la estabilidad que necesitaba para sentirse en casa en un país con costumbres diferentes.

Minho rodeó su escritorio para tomar asiento en su silla giratoria de color negro, pero Hwang se lo impidió al instante. Acorraló a Minho contra la pared y colocó su mano sobre esta misma, dejando a Minho sin escapatoria, estaban mirándose atentamente, como una escena cliché de una película para adolescentes.

— ¿Qué deseas, HyunJin? Tengo mucho trabajo por hacer. ¿Puedes darme un momento de paz, o debo asumir que realmente no puedes resistirte a mis encantos? — Minho sonrió, ganando una reacción juguetona de HyunJin, quien cambió su expresión coqueta por una de vergüenza.

Hyunjin pasó saliva lentamente y entonces tomó valor para acercarse una vez más al rostro de Minho, tan cerca que sus labios casi se rozaban.

— Tienes razón, querido. Realmente no puedo resistirme a tus encantos. — Pasó su dedo índice por los labios de Minho, casi delineándolos. — Así que aquí me tienes, joven encantador.

Minho aventó a HyunJin con la palma de su mano, ganando el tiempo necesario para poder alejarse del contrario y finalmente recuperar su espacio personal.

— Mierda Hyunjin, a veces siento que realmente no estás bromeando.

— ¿Por quién me tomas? Solo tengo te tengo mucha confianza. — HyunJin apretó los labios, tal vez había llegado demasiado lejos con esa pequeña broma, aunque no iba a negar que le encantaba ver a Minho nervioso, tanto que incluso pudo escuchar sus latidos apresurados.

— Como digas, mejor déjame un espacio libre, necesito organizar estas hojas. — Demandó y HyunJin suspiró para después irse.

Un sentimiento de alivio recorrió el cuerpo de Minho. Se relajó y sacudió su cabeza. Hyunjin sólo era HyunJin molestándolo, pero no entendía por qué su ritmo cardiaco había aumentado significativamente.

Just Kidding - HyunHo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora