Capítulo XX: Pérdida

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Miyu tenía la intención de llegar a Norteamérica un poco antes que el grupo de Yoh, de esa manera lograría alertarlos de la trampa que los esperaba en la aldea Apache. Sin embargo, el aeropuerto de Towa contaba con poco personal y escasos recursos, por lo que su vuelo tuvo un retraso inesperado de varios días.

Al final, cuando ella y su grupo llegaron a la aldea, la ceremonia de bienvenida ya había comenzado y con ello la masacre de shamanes.

—¡¿Qué están haciendo ustedes aquí?! —exclamó Ren, tan sorprendido como ellos de encontrarse.

—¡Ren! —exclamaron todos, excepto Kou, cuyo foco se centró en su acompañante.

—Hina... —murmuró al encontrar miradas con ella.

La tarotista guardó silencio, sin saber qué decir. La tensión entre ambos era palpable.

Miyu alternó su mirada desde Hina hacia Kou, comprendiendo que su relación no podría estar en peores términos. Ren también era consciente de ello, pero se limitó a observar a Hina de reojo.

Chocolove fue el único en reaccionar:

—¡No es momento de quedarnos viendo las caras como tarugos! ¡Los Salvadores son los apaches! ¡El torneo es una trampa para asesinar shamanes!

—Ya lo sabemos, idiota —respondió Ren—. Justamente íbamos hacia donde se encuentran los demás. Yoh está en peligro.

—¿Qué le pasó a Yoh? —saltó Miyu.

—Fue envenenado por Los Salvadores. Fausto está cuidando de él.

—¡¿Envenenado?! Pero... ¿Quién es Fausto?

—Es uno de nuestros aliados. —Ren volteó hacia Lyserg y Chocolove. Desconocía qué extraña coincidencia los traía en compañía de Miyu y Kou Mikage, pero le alegraba que así fuera—. Démonos prisa.

Todos acataron la orden:

—¡Sí!

De ese modo, los seis shamanes encabezados por Ren corrieron a toda velocidad hacia donde se encontraban Yoh y los demás. Kou era el único del grupo que no estaba convencido de obedecer al fastidioso heredero de la dinastía Tao, pues no le agradaba en lo más mínimo, pero lo haría con tal de permanecer junto a Miyu y protegerla de cualquier peligro que se avecinara.

Por ese motivo, no dudó en lanzarse sobre los apaches que les obstaculizaron el paso hacia el hostal. Mientras Kou los asesinaba sin compasión, honrando el legado de su sanguinaria abuela, el grupo logró abrirse paso hacia el interior del edificio. Esquivaron los cadáveres de los shamanes degollados hasta encontrar la habitación protegida por el poder espiritual de Fausto.

Cuando el doctor notó que se trataba de sus aliados, deshizo la necromancia que alzaba los huesos alrededor de la entrada. Yoh, Horohoro y Ryu se encontraban tendidos en las lonas con los cuerpos rígidos y débiles, pero despiertos.

—Me alegra que llegaran —comentó Fausto, aliviado de ver que el grupo que atravesó el umbral de la puerta que protegía era más numeroso que antes—. Logré crear el antídoto para contrarrestar el veneno en sus cuerpos, pero tardarán al menos una hora en recuperarse del todo y ya no me quedan fuerzas para proteger esta habitación.

—Lo has hecho bien, Fausto —lo elogió Ren.

El doctor le dedicó una sonrisa cansina antes de colapsar sobre la silla, tan débil como los pacientes recién atendidos que yacían junto a él. Había utilizado todas sus reservas de poder espiritual para proteger ese sitio de los enemigos que intentaron acabarlos durante la ausencia de Ren y Hina.

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⏰ Última actualización: Apr 01 ⏰

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