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Charles puso la salchicha en la sartén y se aseguró de que el quemador derecho estuviera encendido. Solo lo había hecho una vez, hacía años, pero siempre había verificado desde entonces. Puso los huevos en la sartén y decidió que Max solo tendría huevos revueltos. Si le gustaban los homelets –y a quien no– entonces Charles podía preparar los homelets en otro momento.

Charles sonrió pensando en eso. Estaba preparando el desayuno para su amante. El cálido resplandor no lo había abandonado desde la noche anterior. Se sentaron en el jacuzzi y Charles se quedó dormido un rato. Se despertó con Max mirando las estrellas y hacia él. Se sentía tan cómodo como si hubiera conocido a Max desde siempre, como si hubieran sido una pareja de siempre. Eso debía ser lo que la gente quería decir con lo de "sentir como volver a casa". Charles estaba completamente de acuerdo.

Esa sensación de no estar en casa, nunca estar seguro, nunca sentirse cómodo había desaparecido. Fue completamente aceptado por Max. Limpió las lágrimas que se formaban en sus ojos y sonrió mucho más. Todo lo que quería era una familia. Que le perteneciera. Y finalmente la tenía. Fue un idiota antes. Charles haría todo lo que estuviera a su alcance para mantener esto en funcionamiento para siempre. Sabía que algunas parejas necesitaban asesoramiento o se distanciaban o nunca tenían citas por las noches, pero eso nunca les pasaría. Charles se aseguraría de eso.

Oyó unos pasos que bajaban las escaleras, se enjugó la mejilla y fingió que no pasaba nada. No quería que Max lo viera desgarrado la mañana siguiente y llegar a la conclusión equivocada. Cálidos y fuertes brazos se envolvieron alrededor de su pecho. Se inclinó hacia el abrazo y cerró los ojos. Nunca, nunca, se cansaría de este sentimiento. El beso en el costado de su cuello le hizo cosquillas. Max aún no se había afeitado, y la barba era áspera pero también le hacía cosquillas. Amaba la barba de Max. Era más oscura que el color de su cabello y le daba un aspecto muy distinguido. No es que no se viera distinguido en sus trajes a la medida, para empezar.

—Buenos días.

Charles abrió los ojos y medio se volvió para mirar a Max. —Buenos días.

Le dio un beso rápido a Max. Todavía no se había cepillado los dientes y no quería someter a Max a una desagradable respiración matutina.

—No tienes que preparar el desayuno.

Charles volvió a mirar la cocina y removió los huevos. —Quería hacerlo. Me encanta cocinar, especialmente para mis amigos y las personas que me importan. —Charles miró a Max y le guiñó un ojo. Max lo apretó y luego retiró sus brazos.

—¿Hiciste algún café?

Charles negó con la cabeza. —No. Sé lo particular que eres con respecto a tu café. Kelly lo mencionó cuando estuve en la oficina una vez. Pensé que me apegaría a mis habilidades y podrías mantener las tuyas.

Charles oyó que se abrían gabinetes mientras volteaba las salchichas. La escena doméstica hizo a Charles aún más feliz de lo que ya era. Él podría acostumbrarse a esto. Se preguntó si pensar en mudarse juntos era demasiado pronto. Él no sabía dónde vivía Max. Esa era la parte extraña de esta nueva relación, Max sabía todo sobre él, pero Charles no sabía mucho sobre Max. Aparte de la historia de su vida que Max le contó anoche. Charles apreciaba todo lo que Max hizo para que Charles superara sus miedos. Él sabía cómo leer a las personas.

—Estaba pensando, no sé mucho sobre ti en este momento. ¿Alquilas o eres propietario? ¿Dónde vives? ¿Qué tipo de coche conduces? —Charles miró a Max que estaba trabajando en la máquina de expreso.

Max miró a Charles y se rio. —¿Vamos a jugar a las veinte preguntas?

Charles se encogió de hombros. —Seguro ¿Por qué no? Entonces, ¿qué tipo de auto conduces?

Con el bebé somos tres. [LESTAPPEN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora