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— ¡Espera Pefko!
¡Explícame por qué huimos!

Interrogó el piscis siguiéndole de cerca, aún no comprendía porque el niño actuaba de esa forma, como si tuviera el desespero de sacarlo de ahí pronto, guiándolo por el mismo sendero, por donde habían venido.

— ¡Pefko! —grito haciendo que el contrario se detuviera.

El niño lo volteó haber con lágrimas cayendo por sus mejillas, lo cual dejó sorprendido y a la vez atónito al caballero. No esperaba ver esa faceta de un niño tan risueño como Pefko.

— ¿Pefko?, Tú... —interrogó aún atónito por su reacción.

— Lamento involucrarlo en todo ésto señor Albafica —dijo absorbiendo su nariz—, Pero porfavor confíe en mí.

— ¿Acaso tiene que ver con tu maestro Luco?, Dime, Pefko —pidió suavizando su mirada para luego hincarse en una rodilla poniéndose a la altura del niño.

— Fuiste al santuario porque tú maestro ya no era el mismo... Pero lo he visto curar a muchas personas con sus plantas medicinales. No puedo ver qué es lo que te inquieta tanto.

Explica mirándolo sin entender pues Luco, se veía como una buena persona de un gran corazón, además de ser el hermano menor de su fallecido, maestro Lugonis.

¿Qué era lo que le inquietaba tanto a esté niño?

— Sin duda es...

Murmuró recordando las palabras del curandero, « No pude salvar a mi hermano pero todavía puedo salvarte a ti », porque habría de él ser una mala persona.

— Yo... nosotros —corrigió tembloroso—. Tampoco lo queríamos creer al principio... pero luego mi hermana Maisie y yo nos quedó en claro que...

— ¡No salvó a ninguna de esas personas!

Estalló en lágrimas dejando a piscis confundido ante sus palabras. Albafica voltea haber el campo de lirios salvajes para observar a la misma mujer que Luco salvó en la mañana.

— Oh no, llegó hasta aquí... quiere decir que mi hermana no pudo salvarla —dijo el menor llorando en silencio.

— ¿A qué te refie...? —no pudo terminar la pregunta cuando todos los demás pacientes del curandero aparecieron en el campo de lirios.

El rostro de Albafica se tornó a uno de sorpresa sin entender la situación.

— ¿Eh? ¿Por qué se reúnen aquí?. Estos son los pacientes de Luco...

Volteó haber al niño quién permanecía callado llorando de impotencia.

— Pefko, ¿Qué quieres decir con que no salvó a nadie?

— Yo fuí al santuario cuando descubrí junto con mi hermana... lo que sucede aquí de noche.

» Una vez que cae la noche la gente que cura se reúne; en éste campo de lirios blancos «

» Y se transforman en sirvientes de Hades «

Termina de contar el niño intentando de contener sus lágrimas. Mientras que Albafica permanece impactado ante la revelación.

— Imposible... entonces Luco recluta personas inocentes que confían en él, para las filas de Hades.

— Mi hermana y yo intentamos explicárselo a la gente de la isla, pero no nos hicieron caso. Supongo que... ya habían caído bajo el hechizo de Luco.

— Por eso... ¡Yo!

— Ah, ahora comprendo.

De la nada Luco aparece detrás de los dos, haciendo que estos se volteen a verlo, sorprendidos.

El curandero permanece sereno en su mano izquierda cargaba un lirio blanco mientras que en su otra mano sujetaba con fuerza el brazo de Maisie, quién tenía sus mejillas mojadas a causa de las lágrimas.

— Intentaron curarlos de nuevo haciendo otra mezcla de hierbas, Pefko, Maisie.
Me parecía extraño que los demás recientes no fueran tan eficientes.

Sonrió amablemente ocultando su enojo.

Maisie miró a su hermano asustada.

— Maestro... suelte a Maisie por favor.—pidió con la voz quebrada—, Ella no tiene la culpa yo la convencí de ésto.

— Pefko... —susurro dolida al verlo sentirse culpable.

La mirada de Luco se oscureció ensanchando una retorcida sonrisa.

— ¿Cómo se atreven a traicionarme, Pefko, Maisie?
¡Qué decepción!

El caballero de piscis se coloca frente al asustado niño protegiendolo.
—Luco entregame a la niña.

El recién nombrado sonrió con arrogancia—. Si tanto la quieres,
¡Ve por ella!

Gritó arrojando a Maisie con fuerza hacia arriba.

— ¡Maisie! —exclamo piscis para impulsarse y atrapar a la niña envolviendola en su capa sin tener contacto con ella.

Mientras esquivaba a los árboles que eran controlados por Luco.

En un movimiento rápido Albafica tomó a Pefko de la misma manera que Maisie, y así evitó que fuera aplastado por uno de los árboles.

— Maestro... lo sabía.

Susurro la fémina aún siendo sostenida por Albafica.

— ¡Usted no es mi querido maestro! ¡Y jamás regresaré a su lado! —grito.

Albafica la miró sorprendido.

— Eres una ingrata, y pensar que te crié y te enseñe todo lo que sé...
Bien no queda otra opción más que enviarlos al inframundo.

— Yo, Luco de la Dríade Estrella Celestial de la Permanencia.

Dijo revelando lo que en realidad era un espectro.

𝐋𝐀 𝐆𝐑𝐀𝐍 𝐆𝐔𝐄𝐑𝐑𝐀; Saint Seiya The Lost CanvasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora