Ronan
Los grandes ventanales con formas ornamentales que dirigen al balcón permanecen abiertos mientras la brisa sacude las cortinas. Aprieto la barandilla, mis ojos perdidos en el escalofriante paisaje hecho de sombra y niebla. El cielo se ha ennegrecido, la luna y las estrellas ocultas entre las nubes grises.
Nunca me acostumbraré a este lugar.
Nunca será mi hogar.
Pedí que mi habitación sea diferente y me asignaron una normal. Las paredes son negras con cortinas y sábanas del mismo color. Nada de olor a putrefacción ni azufre. Fui criado en la superficie, viví como un humano durante veinte años. No puede pretender que cambié todo lo que he conocido de la noche a la mañana. Es un proceso complicado y adaptarme será un reto.
Pero no imposible.
Tengo la tranquilidad de saber que ella estará bien y a mí me toca sobrevivir en un mundo donde los sentimientos no existen. Ganar o ganar. Son mis únicas opciones porque no aceptaré el fracaso de ninguna manera. No puedo fallar. No puedo.
Solo el más fuerte sobrevive y he demostrado con creces que estoy a la altura. Cierro los ojos, queriendo bloquearlo todo. Sería un error perder el juicio y volverme loco. ¿Qué sentido tendría? Lo que importa es el ahora y tengo una meta. Conozco lo que está en juego y los riesgos. Si continúo en la miseria él empezará a cuestionar mi capacidad y verá el modo de reemplazarme. Pero dudo que exista alguien con la misma fuerza que poseo. Los primeros herederos no sobrevivieron tantos años como yo. Soy único en mi especie. Me necesita.
Me aparto de la ventana y camino hasta el espejo. Dentro de veinte minutos habrá un evento muy importante al que fui convocado. Anudo la corbata sin dejar de mirar mis cansados ojos grises. Mantengo mi rostro neutro a pesar de la desolación que viene junto al recuerdo. Mamá me dio indicaciones de cómo arreglarlo, pero nunca aprendí.
Mamá...
Lloré su muerte en privado y le prometí que nada sería en vano. Ella odiaba al monstruo y temía que me convierta en uno. ¿Qué pensaría si supiera que me entregué voluntariamente? No lo soportaría.
—Te ves muy guapo.
Aprieto la mandíbula mientras mi mirada se desvía a la mujer vestida de cuero apoyada en el marco de la puerta. Sus largas uñas tamborilean un ritmo estático sobre la vieja madera. Sus labios azules curvados en una sonrisa sarcástica.
—No me gusta verte aquí—digo en tono plano—. No vuelvas a entrar sin tocar.
Se encoge de hombros.
—La puerta estaba abierta, querido.
Lyra se avienta en el sofá y cruza sus largas piernas con botas de combate. La goma de mascar hace un ruido molesto que me irrita. Es un demonio que no me genera confianza. Le dije en más de una ocasión que no la quiero cerca y no necesito su ayuda, pero ignoró la cualquier advertencia. Que sea leal a él lo hace peor. Vigila mis pasos y lo mantiene informado. Lo bueno es que cumple con todas mis órdenes y consiguió las botellas de whisky que le he solicitado. La conocí hace cuatro meses cuando llegué aquí. No me ha dejado solo a pesar de que le pido privacidad. No le importa que sea grosero o distante.
Y coquetea conmigo en cada oportunidad.
—Si estás aquí por él... —mascullo, forcejeando con la maldita corbata de seda. Extraño mis ropas básicas y cómodas—. Dile que iré pronto.
—No pareces muy feliz —Se burla—. Te traje tu whisky favorito, también llevamos a otra parte a todos los prisioneros porque te molestaban sus gritos. ¿Qué más quieres, Ronan?