Capítulo 3

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Abrió los ojos de golpe sintiendo como si acabara de despertar de un trance. Se incorporó sobre la cama buscando a David. La recibió una habitación vacía y en completa calma, sin rastro de lo sucedido durante la noche. Bajó la mirada hacia ella misma, notando que llevaba su pijama azul claro y no la ropa del día anterior. Sacudió la cabeza, tratando de restarle importancia cuando claramente la tenía.

Tomó un largo baño donde la perturbación se apoderó de ella al traer lo sucedido en la noche. Era tanto el desconcierto que inevitablemente las preguntas se arremolinaron en su mente.

¿Por qué lo dejó masturbarla? ¿Por qué no lo detuvo? Pero, sobre todo, ¿por qué carajos le gustó tanto?

Trató de buscarle explicación, de culpar a la oscuridad por ser tan seductora y arrastrante porque lo cierto era que jamás pensó siquiera en detenerlo. ¿Había sido voluntad propia? ¿Por qué en vez de dejarlo masturbarla hasta el orgasmo no intentó hacerlo entrar en razón?

El agua tibia corriendo por su cuerpo no conseguía mejorar la situación por lo que, para darse un poco de ánimos prefirió pensar que quizá acceder a sus demandas le pudiera abrir la puerta para que él la escuchara y la dejara acercarse.

Era obvio que buscaba sexo con ella y, para Regina, el sexo siempre había resultado la mejor de las armas. Estaba en cierto modo acostumbrada a ello. Si lo pensaba con detenimiento no veía mayor problema si eso podía ser el medio para ayudar. La auto reprimenda llegó tan pronto como el pensamiento cruzó su mente. No iba a tener sexo con el Oscuro. Debía haber otra forma para llegar a él y salvarlo.

Quizá sonaba absurdo porque no era algo común al tratarse de ella, pero el hecho de que David usará linternas flotantes como medio para no perder la cordura, le daba la esperanza de que no todo estuviera perdido.

Descendió a la planta baja luciendo impecable, como siempre. Su intención era reunirse de nuevo con los demás para buscar soluciones y quizá, solo quizá les diría lo que estaba sucediendo. Lo que nunca esperó fue encontrar a David cómodamente sentado en el comedor con lo que a simple vista parecía un desayuno digno de la realeza.

—Buenos días, Majestad —saludó con altanería a la preciosa mujer que moría por hacer suya. Le fascinaba verla tan imponente y elegante, como la reina que era. Jamás se cansaría de admirar la belleza que poseía.

—¿Qué estás haciendo? —Le lanzó una mirada desafiante, evidenciando el asombro y lo poco valorado que era ese sorpresivo recibimiento matutino.

David soltó el aire en un fuerte y cansino suspiro. A decir verdad, no esperaba menos de Regina. Se puso de pie, rodeó un poco la mesa, jaló una silla y la miró de la misma forma en la que ella lo hacía.

—Esperándote para desayunar. Siéntate —habló lo más cordial que le fue posible porque no quería obligarla a aceptar el gesto tan amable que se dignó a tener con ella.

La reina apretó los labios y cerró momentáneamente los ojos mientras se convencía de que seguirle el juego era lo mejor que podía hacer. Se acercó y dejó que David la ayudara a sentarse para después tomar asiento él mismo en el sitio donde estuvo anteriormente. No pudo evitar quedarse viendo, lo natural y apuesto que se veía con ese aspecto oscuro, con esa nueva realidad. Era como si de alguna forma abrazara por completo la oscuridad y se estuviera dejando arrastrar por ella. Se sobresaltó cuando él le hizo un gesto para que comenzara a comer como él ya lo hacía. Llevó un trozo de fruta a su boca y se preguntó si alguno de los dos mencionaría lo sucedido o simplemente lo ignorarían. Y, como no le gusto descubrir que ansiaba que sí lo hablaran, decidió seguir adelante con lo primordial:

—David, no puedes dejar que la oscuridad te consuma. Tienes que luchar contra la maldición del Oscuro y ayudarnos a encontrar una solución para que tu alma no se corrompa.

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⏰ Última actualización: Apr 03 ⏰

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