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Desde temprana edad, Lucifer fue criado en un hogar profundamente religioso

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Desde temprana edad, Lucifer fue criado en un hogar profundamente religioso. Sus padres, fervientes católicos, lo educaron con la creencia de que su destino estaba predestinado: debía convertirse en sacerdote.

La vida de Lucifer transcurrió entre los muros de la iglesia local. Desde niño, asistía a misa diariamente, recitaba oraciones y memorizaba pasajes bíblicos. Su pequeña estatura y su apariencia frágil lo hacían destacar entre los demás niños, y aunque anhelaba jugar al aire libre, su deber religioso siempre lo llamaba de vuelta.

A medida que crecía, Lucifer se sumergía más profundamente en su fe. Se convirtió en monaguillo y ayudaba al sacerdote en las ceremonias. Sin embargo, su corazón no estaba lleno de alegría. La rigidez de la doctrina católica lo oprimía, y su espíritu sensible anhelaba algo más. A menudo, se encontraba mirando por la ventana de la sacristía, imaginando un mundo fuera de los muros de la iglesia.

La soledad se convirtió en su compañera constante. Lucifer no tenía amigos de su edad; su vida estaba dedicada al servicio divino. Las noches eran largas y silenciosas, y su cama se sentía fría y vacía. A veces, miraba las estrellas a través de la ventana y se preguntaba si Dios lo había creado para este destino o si había cometido algún error.

La depresión se apoderó de él. Las dudas lo atormentaban. ¿Qué sentido tenía su vida? ¿Por qué debía ser sumiso y obedecer ciegamente? Lucifer anhelaba libertad, pero la fe lo mantenía prisionero. Las lágrimas se mezclaban con las oraciones mientras luchaba contra sus propias peleas internas.

"Hijo, es hora de que te prepares. La seremonia será en unas horas" Su padre, un hombre duro de corazón con una mente turbia y cerrada que lo mantenía prisionero de sus actos interrumpió su llanto, Lucifer limpió sus lagrimas con su pequeña muñeca frágil, de alguna forma intentando comprimir sus emociones negativas.

"Sí padre." Se limitó a decir después que este cerrara la puerta y le dejase solo en la oscuridad.

Lucifer no era feliz. Jamás en su vida lo fue.

Después de tanta tortura mental por parte de sus padres y limitadas experiencias, se sentía como un pobre conejo arrinconado como una presa fácil de manipular, lista para ser devorada y sacar provecho de él.

Nunca se enamoró, no tuvo tiempo de conocer a nuevas personas que no estuvieran ligadas al seminario religioso y a su familia, su limitada experimentación le hacía lamentarse de sí mismo, viéndose como una basura fácil de desechar.

Lucifer observó la túnica blanca, tan pura como la bendición divina, tan blanca y suave como el algodón.

La tela era suave al tacto, como si estuviera tejida por las mismas hilanderas del destino. Pero lo que realmente la hacía especial eran los bordados: azules y dorados, entrelazados con maestría a lo largo de los bordes.

Los motivos eran intrincados y misteriosos. Formas geométricas que parecían danzar al compás de un antiguo ritual. Los azules jugueteaban alrededor de los dorados en un compás armonioso.

El cuello de la túnica era ligeramente alto, como si protegiera algo más que la garganta. Y en el borde inferior, una línea de trazado dorado.

Él no se merecía eso, no cuando horas atrás había llorado hasta caer dormido por lo que le avecina en el futuro. No cuando le rogó a su creador que le quitara la fortuna de vida.

Sus manos se movieron rápidamente hacia la ropa, se colocó frente al espejo mientras se vestía delicadamente.

La hermosa túnica blanca, suave como como la piel de un ciervo. Tan larga y extensa que cubría una buena parte de sus pies y sus manos diminutas se escondían en los bordes de las mangas, a penas se podía observar la punta de los dedos si se extendiera la palma.

Finalmente, Lucifer terminó de vestir sus guantes blancos sobre sus manos y los zapatos altos que le ayudaban aumentar su estatura baja. Caminó hacia el enorme espejo de la habitación y con cuidado arregló sus cabellos dorados, haciendo que estos cayeran como hermosas ondas de oro sobre su frente.

Se alejó del espejo para poderse ver a detalle y suspiró. ¿Por qué esto no se se sentía bien?

"Estoy listo padre." El rubio salió de su habitación, escuchó el chillido de alegría de su joven madre que de inmediato corrió hacia él, tomando sus mangas y extendiendolas sin problema por lo holgada que es, lloró de emoción al ver a su pequeño retoño crecer.

"¡Mírate Luci, eres todo un sacerdote!" La mujer aplaudió con alegría mientras saltaba un poco de la emoción, tomó las mejillas sonrojadas del más bajo y las besó con elogio.

"Gracias mamá" sonrió Lucifer.

"Venga, es hora que vayas con tu padre a la iglesia, me dijo que quería hablar contigo antes de la seremonia" Aquella mujer sonrió aún más, palmeó el hombro de su hermoso hijo y le empujó con cuidado para que caminara.

.....

"¡Hermano Grad! ¡Sacerdote Lucifer, me alegra que hayan llegado!" Aquel hombre de complexión robusta y alta se inclinó hacia los hombres, tomó la mano oculta de Lucifer y le Saludó con alegría.

"Nuestro coordinador, el Hno. Charles está encantado de reunirse contigo, por favor sigue ese pasillo largo hasta la derecha para llegar a su oficina" La multitud empezó a llegar, las personas le miraban y susurraban algo que Lucifer no podía escuchar. Ignorando el sentimiento de ansiedad, caminó por ese pasillo largo lleno de imágenes plasmadas sobre las paredes blanquesinas.

Las personas se hicieron a un lado cuando sintieron su presencia, muchos de ellos se acercaron a saludarle, le preguntaban su nombre y en que puesto estaba para después despedirse como si nada. Otras personas como las damas, se amontonaban agitando su abanico y cubriendo la parte posterior de su rostro sonrojado y lleno de malicia hacia el hombre.

Lucifer sonrió, sus labios se curvaron en una hermosa y angelical sonrisa que cautivó aún más el corazón de todos.

Y de pronto, su cabeza se quedó blanco cuando su piel se erizó ante la sensación de algo perverso detrás de su cuerpo. Sus piernas flaquearon por un instante mientras giraba su cuerpo para poder encontrar el causante.

Y ahí estaba, un hombre alto de piel morena, hombros anchos y largos que descendian en un pecho robusto hasta una pequeña cintura. Sobre su cuerpo llevaba un saco rojo con detalles negros, una camisa blanca de por dentro y un sombrero diminuto sobre su cabeza.

Los lentes de aquel hombre brillaron con perversión mientras dejaban en claro los orbes rubíes del castaño.

Lucifer jamás había sentido esa sensación.

Y le gustaba.

Más de lo que quería aceptar.

Más de lo que quería aceptar

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The Night with the devil | RadioAppleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora